Centrada fundamentalmente como escultora, la carrera de la artista visual chilena Alejandra Ruddoff posee un intenso currículum formativo en Chile y en Alemania.
Con una mirada desafiante y analítica, su trayectoria se ha visto constantemente destacada en selecciones de exposiciones, premios, becas y financiamientos para residencias, estudios y producción a nivel nacional e internacional.
Entre su amplia generación de obras destacan, a modo de ejemplo, “Homenaje al viento” (2000); “Nach Vorn” (2002); “Memorial de Paine” (2003); “Nach Vorn II” y “ELAN” (2016), anotando presencias en Alemania, China y Estados Unidos, además de Chile.
Por su interés en el gran formato, sus proyectos se desarrollan -generalmente- en el espacio público, proponiendo desde el comienzo una dinámica de diálogo con las personas. Lleva adelante también una reconocida tarea como profesora universitaria.
Una de sus recientes destacadas presencias internacionales la tiene en la Biennale di Venezia de 2017 con su obra “mutatis mutandis”, que se expuso en el Palazzo Mora de Venecia y que se encuentra hasta el 9 de septiembre de 2018 en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos.
¿Cómo surge su interés por estudiar arte? ¿De qué manera observa la forma en que en Chile se enseña el arte en la educación para niños y jóvenes?
– La enseñanza del arte en la educación pública chilena ha sido tímida, debiera incorporar conceptos que permitan valorar los talentos propios que trae cada persona. La educación privada o de colegios particulares, en tanto, ofrece generalmente un programa más amplio, más autónomo, como -por ejemplo- una variedad de talleres en que niños y adolescentes pueden experimentar sus capacidades y sus talentos, a la vez que ejercitan sus habidades.
Ahora, en la mayoría de los casos este tipo de programas no da un marco cultural ni amplía el espectro. Prácticamente no se enseña una reflexión en torno al arte propiamente tal, una reflexión frente al gusto o a la apreciación estética y ese es un problema que repercute generación tras generación.
De todas formas, en ese contexto complejo decidí estudiar arte porque imaginaba que me daría las herramientas para darle forma a las ideas. También tenía un plan B, en el caso de que el arte no fuera lo mío: era estudiar arquitectura. ¡Pero el arte sí era lo mío!
En medio de su búsqueda artística, hace casi treinta años inicia un proceso estético de «desmaterialización del volumen», con el fin de «expandir» la escultura en el espacio. ¿Cuáles eran sus objetivos con esta indagación?
– Bueno, lo cierto es que el proceso de desmaterialización del volumen que he desarrollado todavía está en expansión o sigue su curso, tal como la expansión del universo. Y con ello me refiero a que las obras que voy produciendo siguen el camino de la desmaterialización, siguen perdiendo peso.
Ahora, es importante decir en este punto que el dibujo, el trazo que hago al proyectar una obra, es la guía principal. La línea me señala la ruta para seguir en la búsqueda de la verdad del instante. Creo que una escultura no debe ser pesada, ni en cuanto a su peso ni en cuanto a su valor visual. Al contrario, debe sumarse al paisaje, debe integrarse en la arquitectura y pasar a ser parte de ella.
A comienzos de los años 90 nace su relación con Alemania, tras obtener una beca del servicio de intercambio académico. A través de ella realiza estudios de postgrado en la Akademie der Bildenden Künste München. ¿Qué significa esta experiencia en su carrera?
– ¡La estadía en München fue extraordinaria! La Akademie der Bildenden Künste München me brindó libertad, espacio y me dio acceso a todas las materias que estaban disponibles para formarse como artista y desarrollar un lenguaje plástico propio.
Fue un período muy rico en todo sentido, académicamente me formaba a la vez que descubría la línea de trabajo que me interesaba para poder darle forma a las ideas.
La estadía también trajo consigo el conocer una cultura que vive con la naturaleza, que se alimenta espiritualmente de ella, del bosque. Pienso que ni Bach ni Goethe habrían logrado la obra que nos legaron sin sus innumerables caminatas por el bosque.
Aprendí que el deporte se integra a la vida cotidiana para mantener el espíritu alerta y joven, que el agua de los lagos está ahí a la mano para refrescarte cuando decides saltar en ellas para renovar tus energías. Incorporé la bicicleta como medio de transporte diario, ganando vitalidad a la vez de aportar al medioambiente y de vivir la ciudad desde otro ritmo.
Todo esta extraordinaria base, más las lecciones de mi gran profesor Ladner -entre muchos otros- fueron parte de los tres años que duró la formación y el título.
En la Bienal de Venezia 2017 usted propone la obra «mutatis mutandis», que profundiza su búsqueda por el movimiento, el espacio y la materia. ¿Es posible extrapolar esas dinámicas a las preguntas existenciales del mundo actual? ¿Cómo -por ejemplo- movimiento, espacio y materia van determinando la historia de hoy?
– Sí, «mutatis mutandis» quiere cambiar «lo que se debe cambiar», la obra lleva consigo no sólo un orden sino que también la fuerza de la vida misma. «mutatis mutandis» significa «cambiando lo que hay que cambiar». Es un término creado y usado por los abogados.
La propuesta de esta obra es también un «llamado» o un «mandato» o un grito que dice -por ejemplo- «paremos de producir plástico y armas». Hoy en día la humanidad tiene tanta información científica que puede medir no solamente si va a llover o no.
Es un hecho y lo sabemos: estamos desbordando el mundo. Esta obra es un grito silencioso en torno a «cambiar lo que hay que cambiar». La presencia de las fuerzas centrípetas y centrífugas nos acercan a la idea del eterno retorno.
«mutatis mutandis» también va en la búsqueda de la levedad del instante. Indaga en el momento exacto del origen y del devenir y surge de la inquietud de materializar el movimiento a través de la forma.
A pesar de su estancia en Europa, de todas formas ha vuelto a exponer en Chile algunas veces. ¿Cómo evalúa esos regresos? ¿Establece un diálogo artístico rico con lo local? Y, por otro lado, ¿cómo ve la enseñanza artística a nivel universitario?
– Los regresos para un chileno «que le ha ido bien afuera» -como dicen- no es cosa fácil. Sobre todo cuando llegas con formaciones, con premios, con mucha experiencia. El chileno pareciera que -más bien- quiere olvidarte.
Ahora, desde el punto de vista de la enseñanza artística a nivel universitario, creo que ha cambiado mucho en el país y en el mundo, las facultades han reformulado sus posiciones con respecto a qué es el arte. El arte hoy en día se ha ampliado mucho, tanto que ha tenido que volver a definirse.
En ese sentido, por ejemplo, un sitial importante lo ocupa hoy el arte con contenido político, como lo podemos ver en los grandes y más renombrados espacios existentes como Documenta de Kassel, la Bienal de Venezia, el Münster Project o la Berlin Biennale.
Sólo en este botón de muestra puede verse, además, que de cuatro espacios artísticos importantes, tres se encuentran en Alemania lo que tiene una razón: desde siempre, pero -especialmente y de manera más destacada- desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Alemania se define y exporta como una nación cultural.
Uno de sus objetivos más importante como país es la cultura y el arte. Esto, sin duda, repercute y alimenta los cambios al interior de las escuelas de arte.
Finalmente, su obra «mutatis mutandis» forma parte de la muestra «Diáspora», que se presenta en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos. ¿Se puede decir -entonces- que Chile aprecia esta importante propuesta y el significado que tiene?
– Sí, me parece un importante reconocimiento que Chile haga esta exposición en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos, ¡lo agradezco mucho! Y sobre todo en esta exposición llamada «Diáspora», que se debe a que los cinco artistas que representamos a Chile en la Bienal de Venecia 2017 tenemos líneas de trabajo muy distintas y algunos con trayectoria en el extranjero; por lo tanto, formamos parte de una diáspora de artistas contemporáneos chilenos.