Disco “Flaquita de madera”, el sorprendente y poderoso anti-arte de las micros

Inquieta, desprejuiciada y líricamente crítica es la propuesta de Esteban Ermitaño, cantautor que se hace la vida todos los días en la locomoción colectiva de Santiago y que entre junio y septiembre estuvo –como canta Silvio Rodríguez- “pariendo un corazón”.

Se trata de su primer disco que no sólo sorprende por la calidad del sonido, sino que -especialmente- por el alto nivel de su mirada artística. Si bien la primera capa pasa por lúdica, lo cierto es que la esencia de este trabajo es la profundidad de campo que ofrece. Bajo una apariencia juguetona, se desarrollan ideas complejas y variadas, aunque siempre con un sello: una perspectiva propia muy sólida.

Ya desde el título la referencia es evidente: el primer homenaje va para la compañera guitarra, esa que “entre historias y frenadas” es el principal cable a tierra para “mantener el equilibrio de esta vocación urbana”.

Las melodías se pasean por el reaggae, ritmos nortinos, poesía latinoamericana (el señor Benedetti pasa en persona piolita por ahí), boleros, ritmos guachacas y baladas. Se respira una atmósfera cosmopolita, desprejuiciada y posmoderna, en el que no hay temor a la mezcla y a la mixtura. Como un plato original y novedoso, “Flaquita de madera” es un disco sorprendente, energético y reflexivo.

Mención especial merecen los temas “No me venga a chaketear”, “Educar para liberar”, “Flaquita de madera” y -por cierto- «Levemente Lemebel». En clave de homenaje al destacado escritor Pedro Lemebel, se construye a base de una justa mezcla entre esa dinámica de Antonio Vodanovic cuando presentaba a los artistas de Viña y jugaba con el título de sus canciones y una lírica parriana de juntar lo cotidiano con lo poético.

El tema tiene un reconocimiento nada menor, pues los productores del programa televisivo “Réquiem de Chile” lo utilizaron en los créditos finales del capítulo dedicado al fallecimiento del literato y artista visual. “Canto a tu diferencia, esa que el machito flojo no entendió/ siempre en desconfianza de la cueca rancia de la transición”, homenajea el cantautor.

Esteban Ermitaño presenta desde las calles y la locomoción colectiva una obra madura, de alta calidad y con variadas posibilidades.

“En mi viejo árbol no hay fruto prohibido/ sólo aprendizaje, no existe el castigo”, dice en “Sanar”. «Ella empezó a toser, él se va a enfermar/ la farmacia coludida mantiene viva su enfermedad» plantea en la «redolesiana» canción «El viejito y la viejita». “Quizás jugando se aprenda más/ el ´te piso, me pisas´ me suele cansar», reflexiona en «Educar para liberar».

Lo mejor se despliega en «Naranja y 1/2», evocativa balada que bien pudo ser una buena canción de desamor, pero que -en su estilo- el cantautor hace una potente vuelta de tuerca poética y sentimental. Se trata de un tema muy bien compuesto, en la línea justa, ni más ni menos.

“Naranja y media de amor sabroso, hoy es recuerdo rabioso/ Naranja y media bien añejada, aquí era yo el que sobraba/ como una amarga mitad”, es sólo una muestra de un tema que merece ser conocido y compartido.

Si bien “Flaquita de madera” puede disfrutarse en Youtube, no estaría nada de malo que fuese posible adquirirlo, porque –realmente- es un trabajo que debe atesorarse. Siete temas en casi 23 minutos hablan de una inquieta capacidad de impacto, a base de un disco que deja marcando ocupado, con este sorprendente y poderoso «anti-arte de las micros».

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