Los quince años del libro “El imperio del Opus Dei en Chile”, de María Olivia Monckeberg

El Opus Dei es una agrupación religiosa que tiene conexiones y proyecciones mucho más allá de la fe, Dios y el cielo. Se trata de un asumido número de autoelegidos, que rinden tributo al trabajo como vehículo de éxito en la vida real y espiritual.

Lo del trabajo, en todo caso, es casi como un eufemismo, pues -en rigor- lo que subrayan es el éxito en la dimensión laboral, aspecto que –en el fondo- es igual a poder, dinero y reconocimiento social.

La destacada periodista María Olivia Monckeberg –subdirectora de la revista “Análisis” en dictadura, editora del diario “La Época”, el único opositor a Pinochet, Premio Nacional de Periodismo 2009 y actual académica de la Universidad de Chile- apunta en el libro “El imperio del Opus Dei en Chile” que -a base de un riguroso entrenamiento moral, en el que se expresan raíces del cristianismo culposo y de castigo del Antiguo Testamento- los seguidores de esta tendencia religiosa suscriben una mirada profundamente conservadora del mundo, aspecto que no sólo se traduce en temas relativos al sexo y a las costumbres, sino que a lo estrictamente social.

La pobreza, por ejemplo, es vista como una bendición divina, pues los pobres son felices siéndolo, por lo que es innecesario inculcarles deseos de progreso en sus vidas. Con ellos hay practicar con fe la caridad.

Dios quiso el orden que se vive, en donde “nosotros” es igual a una élite que ordena el mundo por mandato divino y “ellos” significa aceptar dicha dinámica. El dolor, gran motor del Opus Dei, es visto como dinámica de conciencia acerca del mundo sin Dios, lo cual también es distinto si el dolor es para “nosotros” y para “ellos”.

Para los segundos, es su vida diaria. Para los primeros, en cambio, gracias a que Dios quiso que sus trabajos les dieran éxito y no sufrir necesidades, deben “pagar” autoflagelándose.

La autora presenta en este libro publicado el año 2003 y re-editado en el 2016 una intensa y actualizada investigación en torno al movimiento religioso, creado durante la dictadura del general Francisco Franco en España por el sacerdote local Josemaría Escrivá de Balaguer.

El religioso logra en tan sólo dieciséis años que el Papa Juan Pablo II, una figura clave en el desarrollo que alcanza la orden, lo nombre santo. Lo que para otros ha significado hasta siglos, para el cura español bastaron sólo algunos lustros.

Más de 600 entrevistados son la base de las casi 700 páginas que conforman la publicación y su veintena de capítulos. Aunque el Opus tiene una clara influencia en la sociedad, sus miembros no llegan a los 3.000, lo que habla de su innegable acceso a las élites de poder.

“Su estilo y sus valores se extienden a través de los establecimientos educacionales y círculos de formación vinculados. La Universidad de Los Andes es un símbolo del crecimiento que ha experimentado el movimiento en Chile y una señal de lo que quiere ser”, sostiene Monckeberg.

La mayor parte de los empresarios más ricos del país forman parte del Opus Dei y los que no lo son, de todas formas le hacen millonarias colaboraciones cada año.

Joaquín Lavín, nuevamente electo alcalde de Las Condes (lugar desde donde salió el año 1999 con intenciones de alcanzar La Moneda) es uno de sus miembros más reconocidos en Chile. En dos ocasiones quiso convertirse en el primer jefe de Estado en el mundo perteneciente al movimiento.

Y eso estuvo muy cerca de ocurrir en enero del año 2000, cuando le faltaron sólo 200.000 votos para ganarle en segunda vuelta a Ricardo Lagos.

 

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