Beto Stocker, cantautor chileno radicado en España, presenta su quinto disco: “Música para las mesas”

El más reciente trabajo del músico chileno Beto Stocker cumple con lo que ha sido la tónica de su discografía: sorprendente, jugado, novedoso.

Radicado en España hace poco más de dos décadas, su carrera en el país europeo comienza con “Wuay wuay wuay wy” (2000), un disco que mezcla trova, rock, poesía, intensidad y desparpajo. Luego, entre los años 2003 y 2008 desarrolla tres LP´s bajo el nombre de «Trova progresiva» –concepto que Stocker acuña como estilo propio- en los que reúne la figura del cantautor y su guitarra, con un bagaje profundo y amplio, siempre chasconeando la típica imagen del que «canta-sus-propias-canciones».

Con el disco “¿Sabe lo que te quiero decí?” (2007), presenta una re-combinación de estilos, sonidos y letras gracias a lo cual en España se gana el apelativo de “el nuevo Frank Zappa”. Arreglos, letras e ironía suman elementos a esa referencia.

Posteriormente, “Canciones bipolares” (2013) incluye dieciséis temas en los que desnuda una propuesta de actitud rock que no abandona la poesía, con los que ilustra variados estados de ánimo, haciendo un intenso honor al título del LP.

Ahora, con “Música para las mesas”, Stocker vuelve a presentar una potente Caja de Pandora, en la que si bien profundiza su ya reconocida óptica sarcástica y lírica, ahora se viste con ropajes que van más allá de lo que él mismo ha armado con su “trova progresiva”.

Con una sonoridad que cita a un ambiente de “onda disco” –con percusiones secuenciadas, rítmicas bailables, una zona de vientos muy alegre y continua, además de lúdicos teclados- Stocker monta toda su estética dando un paso más allá del sarcasmo. Hay ya desde el título del disco una propuesta claramente farsesca.

El concepto viene del latín: farcire. Y se refiere a una forma dramática en la que los personajes se desenvuelven de manera caricaturesca.

Distinto a lo que busca la comedia –que reconcilia de alguna forma al espectador con sus propias falencias- la farsa denuncia esa realidad oculta, ignorada o manipulada. Por eso, probablemente no siempre la risa va a ser el resultado de las letras del disco, más bien puede que surja algo de vergüenza ajena.

La muy popera y hedonista «Yo yo yo yo yo yo yo» dice: “Hoy me llegó una cara nueva/ mi regalo de navidad/ con narices y ojos/ comisuras y tal…/ La programo como yo quiero/ voy a comerme el mundo entero/ Instagram, Telegram/ el youtube, el wasap”.

En la fantasiosa, atmosférica y descriptiva “It´s Porn?” se escucha: “Se fue perdiendo en un mundo porn/ no supo ya como regresar/ besos, sudores y mucho más/ no se puede despegar./ Come back, my friend/ It,s porn, not real…(¿no?)”.

La sabrosonamente clásica “CumBach” canta: “¡Ay no sé pa qué estudié en el conservatorio!/ ¡Ay no sé pa qué estudié en el conservatorio!/ A cada rato me sale la cumbia/ a cada rato me sale la cumbia/ y algunas veces se me escapa un Bach”… y se escucha –en medio del ritmo tropical- el reconocido preludio de la “Suite Nº 1 para violonchelo en Sol Mayor”, del reconocido autor alemán.

En tanto, la ilustrativa «Soy corruptible» despliega en clave pseudo-alegre el peor de los mundos para el ser humano moderno: “Soy corruptible/ pero nadie quiere corromperme”.

El trabajo también contiene propuestas progresivas ya no sólo desde la estructura musical, también en la presentación narrativa. La propia «Soy corruptible», por ejemplo, contiene ilustrativas citas de profundos pensadores que –en el transcurso de la historia- han explicado con científico detalle las “gracias” de la corrupción.

Es así que una voz distorsionadamente grave recuerda: «Un mínimo de corrupción sirve como un lubricante benéfico para el funcionamiento de la máquina de la democracia», frase planteada por el mismísimo primer ministro inglés Winston Churchill.

En “Si poh”, en tanto, se describe en clave de guión cinematográfico -con un acompañamiento entre psicodélico y tecno- un hecho ocurrido en plena Barcelona, con claros tintes racistas.

El manejo descriptivo es apasionante y denota oficio. No por nada Stocker ya ha dado muestras parecidas en canciones como “Misión experimental Luna IV”, del disco «Trova progresiva».

Ahora, lo farsesco y lo progresivo se unen en locuras como «The fakenews of the Sancho Panza», en la que el músico chileno se da el lujo de revisitar la clásica obra cervantina.

En honor a esa sonoridad “disco”, cabe subrayar cómo se entra a “Música para las mesas”. Casi como haciendo un sentido homenaje al icónico duo bailable Wham!, el LP de Stocker abre con «Ponte ese vestido wuay!!» en el mejor estilo de «I’m your man».

“¡Ponte ese vestido wuay!/ saca aquellas pantis de mallas/ yo me pondré mis charreteras/ y mis pantalones de rayas”, canta Stocker con una voz inclasificable, efectivamente capaz de recordar a un muy sudaca Frank Zappa en España.

Y siguiendo con otra tradición del cantautor nacional, “Música para las mesas” contiene –además- una sentida balada. Ahí donde antes estuvieron «Nada más» («Way wuay way wy») o «È un finale felice» (¿Sabe lo que quiero decí?), aquí surge con sentimiento «Un blú junto a tí».

La propuesta farsesca del quinto disco de Beto Stocker en España es –en el fondo- un remezón. Reviste la realidad, proponiendo el anhelo de una belleza mayor a lo que existe.

Y aunque -si bien- la crítica de desnudar la verdad puede parecer para algunos una dinámica pesimista, lo cierto es que revestir la realidad es -claramente- una lógica muy optimista. Por eso el tinglado se arma a base de “onda disco”.

Puede que todos seamos corruptibles. Pero el hecho de que nadie quiera corrompernos, bien puede ser una bendición en tiempos en que todo tiene su precio.

De allí es que mucho mejor es que nos pongamos “ese vestido guay” y –al mejor estilo de Wham! o Abba- digamos con Stocker “¡Por mis narices que hoy vas a bailar!”…

 

Video: «Nada más»/ Disco “Wuay wuay wuay wy” (2000)/
Versión para el Lp recopilatorio «Beto Stocker y Los Látinus» (2016)

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