Viviendo el despertar de Chile desde Nueva York

(*) Ignacia Salfate del Río

Aunque resulte extraño, si bien me saqué la mugre estudiando en Chile para la PSU, tuve que salir del país para encontrar lo que realmente necesitaba: un lugar en el que fuera algo mucho más que un número y me sintiera una persona compartiendo experiencias.

La ciencia me ha interesado desde que tengo memoria. Cada vez que supe de alguna clase o algún taller extracurricular relacionado con biología o química, por ejemplo, hice todo lo posible para participar y adquirir nuevos conocimientos.

Sin embargo, siempre supe que –más allá de lo que Chile me ofrecía- iba a buscar un tipo de admisión universitaria que me tomara en cuenta por quien soy. Es -precisamente- lo que encontré en Stony Brook University (Nueva York, Estados Unidos).

Con un sistema de postulación en el que si bien piden puntajes SAT (algo así como nuestra PSU), lo que más evalúan es el desarrollo de ensayos (en el que, por ejemplo, analizan cómo relacionas la postulación con tu vida), ofreciendo intensas actividades extracurriculares y variada participación con la comunidad. Más que un número, aquí uno es una persona compartiendo experiencias.

SBU -como se le conoce a la entidad por sus siglas- es una universidad “STEM”, es decir, especializada en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, según la sigla en inglés. Existe también aquí una escuela de medicina y muchas otras de postgrado ligadas a investigación y que trabajan codo a codo con el laboratorio nacional de Brookhaven. Apenas supe el nivel educacional y el prestigio de esta universidad, entendí que era el lugar donde quería estudiar.

Con ya varios meses aquí, veo lo que pasa en Chile desde una óptica mucho más amplia y con más datos para comparar. Nunca me gustó la dinámica de la PSU, por ejemplo. La presión social y la incertidumbre de nuestros futuros es un peso que –lamentablemente- se carga desde pequeñ@s, cuando muchas veces no tenemos ni idea qué queremos ni a qué nos enfrentamos.

La PSU ha sido una prueba que no mide conocimientos aplicados a la realidad, sino que el nivel de entrenamiento y memorización frente a contenidos.

Además, genera un ambiente de competencia, ansiedad y nerviosismo en l@s estudiantes por estar atascad@s en un proceso que no dimensiona las bases culturales de cada alumn@, el lugar en que se desarrollan o la calidad educacional de sus establecimientos. Al final, y en la mayoría de los casos, son otros los factores que deciden el rumbo de nuestros futuros.

Con la experiencia que veo aquí, me perturba más nuestro sistema social y educacional que desde octavo básico le ha dado importancia a los ensayos PSU no para aprender, sino para tener un “buen puntaje” y darle una posición más alta al colegio. Si bien se anuncia en Chile el fin de esta prueba, lo cierto es que aún queda mucho por «ver para creer». El cambio de paradigma tiene que ser muy profundo.

Aquí donde estoy las cosas son muy distintas. Y si bien es algo que siempre busqué, la verdad es que las dudas existieron: ¿lograré adaptarme a este cambio? ¿cómo es conocer una nueva cultura desde cero? Y no voy a mentir: estuve muy nerviosa los meses y semanas antes de venir. Sin embargo, hoy admito que ha sido la mejor decisión de mi vida.

Desde el primer día fui recibida por mucha gente que venía de distintas partes del mundo y que compartían diferentes culturas. Nunca pensé que me iba a sentir tan acogida en un lugar tan diverso. No sólo en nacionalidades, también en religiones, costumbres e idiomas. Signo de los tiempos: gracias al inglés y al amor por la ciencia, hemos sido capaces de comunicarnos y compartir nuestras raíces.

Durante el primer semestre tuvimos un seminario en el que nos dieron a conocer el ambiente universitario, sus reglas y oportunidades. No somos más de quince alumnos por clase, en las que compartimos temáticas sobre igualdad de género, diferencias entre género y sexo, educación sexual y respeto entre las diferencias culturales que cada uno trae.

En una de esas clases un compañero dijo que las mujeres no tenían diferencia de oportunidades frente a los hombres. La verdad es que ante el comentario rápidamente aparecieron en mi mente todos los momentos en que me decían que no me viniera a Estados Unidos, que estaba “muy joven”, “no creo que te la podái”, “igual es mucho pá tí”.

Todos sabemos que si un hombre de mi misma edad dice que se quiere ir a otro país, nadie lo juzga ni tira para abajo. Desde siempre he visto las injusticias que mi género vive y cuando le respondí a mi compañero mil razones por las que estaba equivocado, mi profesora de seminario vio ahí una pequeña luz.

Casi al terminar el semestre pasado me llamó a su oficina y me dijo que lo mejor que podía hacer era pensar en tomar un mínor en Estudios de la Mujer y de Género, llevándome a la oficina del departamento de Women’s Studies. Para mi sorpresa la directora del programa, Nancy Hiemstra, había vivido en Chile mucho tiempo y cuando le consulté sobre el minor, me habló en un español fluido, con mucha simpatía.

Es curioso, pero -de una manera u otra- sigo sintiéndome cercana a Chile a través de mi facultad estadounidense. Vivo también desde aquí el despertar social del país luego de años de injusticias sufridos por el pueblo. Mucha gente de mi campus es latina y cada vez que menciono de dónde vengo, la gente me dice que ama nuestro acento y calidez.

He vivido siempre en Santiago por lo que no entendí al comienzo a qué se referían con nuestra “calidez”, pero como la cultura norteamericana es mucho más fría, nuestro simple acto de saludar con un beso en vez de dar la mano es mucho más cercano que lo habitual por aquí.

Pensando en que no podrían haber más cosas que me unieran a Chile en esta universidad, descubro que también existe una revista de poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe (LACS), llamada “América Invertida”. En la publicación se habla mucho de Chile y hay constantes charlas con poetas y artistas nacionales que vienen a la universidad.

Con respecto al proceso social chileno, el LACS de Stony Brook iba a desarrollar un ciclo de reflexión con paneles, charlas y proyecciones sobre los temas que se han desatado desde octubre del 2019 en Chile. La jornada se iba a llamar ‘’Ciclo de Chile 2020’’ y se estaba promocionando con un postal de un graffitti escrito en Santiago: “El neoliberalismo nace y muere en Chile” y el popular “1312”.

Muchos activistas sociales de las marchas y destacados profesionales chilenos iban a ser parte de esta actividad con la que Stony Brook ofrecía un espacio de análisis sobre la actualidad del país. Lamentablemente, desde el 13 de marzo la universidad está cerrada por la pandemia del COVID-19. Todas las actividades se pospusieron hasta el próximo semestre que comienza en agosto.

Si bien en parte estoy triste por el hecho de que la historia de mi país y las miradas actuales no van a ser compartidas de la manera en que estaban planificadas, entiendo que la cuarentena y el cierre de la universidad son imprescindibles para contar con un espacio seguro que permita disminuir las altas tasas de contagiados existentes en Estados Unidos.

Por otro lado, estoy orgullosa y feliz de que los movimientos sociales chilenos tengan una poderosa voz en el extranjero. Y que aun estando a 8.500 kilómetros de distancia, pueda vivir y hasta ser parte del despertar de mi país desde Nueva York.

La propia comunidad de chilenos en Nueva York alcanzó a organizar distintas movilizaciones en varios puntos de la ciudad y de Estados Unidos antes de la irrupción de la pandemia. Estuve en la que se hizo en Herald Square, pleno corazón de Manhattan, hasta donde llegaron cientos de personas con ollas, banderas y pancartas, cantando para que Chile sea un país justo y que respete a sus ciudadanos y sus derechos.

Qué mejor. Estoy estudiando en un lugar que me ofrece una gran experiencia académica y humana, pudiendo –además- vivir el cambio social que mi país empieza a dar. El COVID_19 va a ser una dura pausa para eso proceso, pero no lo va a detener. Lo bueno para mí es que estemos donde estemos, siempre se va a encontrar familia en otros chilenos.

(*) La autora estudia Biología en la Universidad Stony Brook (Long Island, Nueva York, Estados Unidos). Realiza también un mínor en Estudios de la Mujer y de Género. Es ayudante en los Seminarios del Primer Semestre de su facultad.

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