La mirada de un profesor: Los jóvenes sí creen en la política, pero en aquella que ayuda al prójimo

Waldo Gallegos, profesor de Castellano.

Waldo Gallegos, profesor de Castellano.

Me han preguntado cómo veo a los jóvenes en su participación política desde el tiempo de la dictadura hasta hoy, considerando mi prisma de educador.

Habría que plantear -primero- que como profesor no soy neutro políticamente, cuestión a mi juicio obvia dado el rol social que desempeñamos los docentes. En consecuencia, es bajo esta mirada que aparecen estas líneas.

No pretendo mirar al conjunto de los jóvenes, porque sería peregrino y presuntuoso. Se trata de un mundo heterogéneo como cualquier agrupación humana.

Hay jóvenes que siempre se considerarán “ apolíticos”, lo que es una falacia, pues todos los seres humanos tenemos una visión política, aunque no necesariamente partidista o de bandera; y otros que sí tienen compromiso en este ámbito.

Se dice que los jóvenes son los que empujan los grandes cambios y hay miles de ejemplos de este aserto a través de la historia, por lo tanto es muy difícil que hoy -como ayer- hayan dejado de ser protagonistas.

También es muy difícil cuantificar el fenómeno o -al menos- reconozco no tener datos para ello. Tal vez la cuestión más adecuada es ver de qué manera participan, teniendo hoy más espacios que durante la dictadura cívico militar, pero -también- con menos épica que en ese entonces, porque había un objetivo superior por el cual luchar (la libertad) y un enemigo más concreto contra quien luchar (la dictadura).

En el contexto anterior, puedo decir que el interés de los jóvenes por la política era mayor, pese a que los peligros eran proporcionales. Dicho interés se reflejaba en permanentes discusiones políticas y ansias de saber sobre el pasado reciente por parte de los adolescentes, en medio del trabajo en las salas de clases.

El trabajo poblacional también era mucho más intenso con compromiso orgánico y con adhesiones partidistas, con el convencimiento de que derrotado el dictador, vendría el cumplimiento de los sueños de una sociedad mejor.

Hoy en día se afirma, de acuerdo a la percepción de la calle y de los «sesudos» estudios, que lo jóvenes no están interesados en la política, idea que se ha quedado como una verdad absoluta, aunque ni siquiera es verdad. Están interesados en hacer política, pero no de la tradicional, no la de afección a partidos convencionales ni a la militancia ortodoxa, de centralismo democrático y de falta de espacio crítico.

Hay muchos jóvenes entregando su tiempo en las poblaciones, trabajando de manera inorgánica -pero solidaria- y ese es un trabajo eminentemente político. Es que se ha asentado en ellos la idea de la horizontalidad, de que lo democrático es una forma de vivir y no sólo un concepto abstracto y manoseado hasta el cansancio.

El descrédito se centra en los políticos y no en la política, la molestia surge al no sentirse representados por estos ejemplares, por la corrupción y el convencimiento de que la alegría llegó, pero para unos pocos.

Entre ellos y de manera transversal los políticos de profesión han generado un panorama o una imagen de los jóvenes alejados de la política. Posiblemente estas razones no sólo interpretan la conducta de los jóvenes, sino que también la de algunos adultos, entre ellos quien escribe.

Lo que yo veo como profesor es que, pese a todo, sí hay un segmento social que participa en política, pero la de la calle, la de la población y la de las discusiones profundas y extremadamente críticas del sistema, los que entregan sus tiempos libres a cambio del goce por servir a los otros.

Se trata de jóvenes que quieren estar fuera de este circuito de crisis moral que vivimos, en donde se elige al candidato menos malo o bien al que juega al límite de la ética y que es capaz de mirar cuando alguien grita “sinvergüenza”.

Estos jóvenes comprometidos se interesan en la política, pero en la que está al beneficio de los demás, del próximo prójimo como diría Benedetti, no de la que está inundada de chapuceros y corruptos.

Creo en la fuerza de la juventud para transformar, tal vez con las últimas fuerzas de algunos viejos como yo, esta gran sociedad del espectáculo en donde lo primordial -como forma de vida- es la idolatría al dinero y al tener.

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1 Comment

  1. Jeremias Pastenes 16/12/2017 Reply

    gracias profe waldo. un abrazo

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