Domingo Sánchez Blanco, del Cementerio del Arte (Salamanca, España): “Los artistas entierran sus obras porque quieren deshacerse de ellas»

Aparte de sepulturero de arte ¿eres artista de alguna disciplina en particular?

– Soy un artista, no sé si multidisciplinar o heterosexual o rimbombante… Aunque no esté en la estética de Miguel Herberg, entiendo la esencia de por qué quiere definitivamente deshacerse de sus documentos.

¿Y por qué quiere deshacerse de ellos, según tú?

– Porque le molestan. Porque está aburrido de verlos cuarenta años metidos en un rincón o en un almacén, guardados cogiendo polvo. Mejor los entierra dignamente y que se pudran.

¿Pero estamos hablando de arte? Me parece que hablamos más bien de la memoria histórica de una nación, de documentos políticos que un día podrían ser cruciales…

– Sólo hago mi oficio de sepulturero. Él supongo que quiere enterrar una obra que ha sido un calvario, que es una especie de enredo tremendo. El artista hace una obra y al final tiene que aguantarla toda la vida. Probablemente, Herberg pensó: “Prefiero deshacerme de ella”, esa es la razón.

Bastante contradictorio. No considero que filmar detenidos desaparecidos sea una obra de arte.

– Pero esa es una apreciación tuya…

¿Una apreciación mía?

– Considero que un artista tiene una trayectoria muy grande y lo que él haga y cómo lo haga, es cuestión suya. Hay arquitectos que no eran nazis y han tenido que trabajar para los nazis, pero han hecho -pese a todo- una arquitectura fantástica; lo mismo fotógrafos, músicos. Somos seres humanos y a veces nos toca vivir situaciones límite.

Entonces, según tu opinión, Miguel Herberg fue a Chile a desarrollar su arte a través de filmar prisioneros políticos.

– No quiero entrar en su trabajo y, seguramente, ni siquiera me identifico con su trabajo. Comunista, anarquista, cineasta ¿cómo se mezcla eso? Tengo entendido, aunque sé que hay polémicas sobre si fue él quien filmó a esas personas o no, que todas las personas filmadas salvaron su vida precisamente por eso, por aparecer en un documental llamado “Chile 73 o la historia que se repite”. Si todo eso es cierto, a mí me parece un hecho muy sólido.

No hemos notado una reacción masiva en Salamanca por este acto. Si lo que te pidieran fuera enterrar documentos sobre la Guerra Civil Española, sobre el sufrimiento vuestro durante décadas ¿Lo harías igualmente?

– Lo haría igual, idénticamente igual. Absolutamente.

¿Seguro que no estás un poco incómodo con este entierro en particular? ¿Defiendes este acto porque es lo que te toca hacer?

– No, para nada ¿Por qué no voy a dar cobertura a Herberg en el mausoleo de arte más grande del mundo, donde han enterrado obras artistas como Fernando Arrabal, Esther Ferrer o Juan Hidalgo? Los artistas entierran sus obras porque quieren deshacerse de ellas. En este caso, sólo estamos enterrando películas, sólo un trozo de film.

Un trozo de film que no pertenece a un solo artista, sino a un pueblo entero.

– Pero, al menos, se ha provocado una alarma social, probablemente a partir de un bulo. En Chile se han alterado mucho, pero nadie se altera si no hay una cobertura mediática.

Domingo Sánchez coge una de las bobinas con las cintas de Herberg, que permanecen apiladas en un rincón del camerino para ser expuestas al día siguiente durante la conferencia de prensa. “Mira”, nos dice, “están llenas de polvo, porque estaban guardadas durante décadas en un mismo sitio. Probemos abrirlas”.

Domingo Sánchez intenta abrir una de las bobinas. Una mujer, probablemente su pareja, le grita “¡Domingo, no lo hagas!”. “Que sí mujer, que no pasa nada”. Pero pese a que Domingo parece un hombre fuerte, no fue capaz de abrir la bobina. También nosotros lo intentamos, con el mismo resultado. Parecían estar soldadas.

¿Y aquí no hay dinero de por medio?

– Aquí no hay nadie que mercadee, nadie que se aproveche de esto para revalorizar lo que se va a enterrar, ni tan siquiera aprovechando el impacto mediático que este entierro ha creado. Si incluso me llamó Alfredo Jaar , el famoso arquitecto chileno, directamente desde Nueva York. Me dijo “Dígame el precio de lo que va a enterrar ese señor y yo se lo compro todo”. Enfatizó que quería “todo” el material. Le respondí: “Señor Jaar, sólo soy el sepulturero, hable usted directamente con el señor Herberg y entiéndanse ustedes si quieren”. Herberg se negó a venderle su obra.

 

Justamente en ese momento entra al camerino Miguel Herberg. Quizás por descubrir que un periodista se había adelantado a la conferencia, tal vez porque entendió que queríamos comprobar la veracidad de su material, salió del camerino, como lo describiría Cervantes o Tirso de Molina, “tomando las de Villadiego”, rapidito y sin dar explicaciones. Se fue. No quedaba más remedio, pues, que esperar a la día conferencia de prensa del siguiente.

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