“Les cito hoy por dos razones muy concretas. Y aviso que, para que la prensa no tergiverse mis declaraciones, las estamos grabando, así nunca podrán decir que estoy contando una cosa por otra. Punto uno: Los materiales que esta noche se quemarán en protesta contra la indiferencia, son las obras de mis archivos, archivos que nadie quiere. Punto dos, los materiales que mañana se enterrarán en el cementerio del arte de Morille podrán ser desenterrados si el comité del cementerio juzga las condiciones satisfactorias. Y punto tres, existen copias de seguridad de todos mis materiales y microfilmados de los documentos que comprometen a los Estados Unidos, a la República Federal de Alemania y a Chile, en el derrocamiento y muerte de Salvador Allende. Estos documentos están custodiados en caja fuerte y ante notario, podrán ser entregados al pueblo chileno, insisto, sólo al pueblo chileno, representado exclusivamente por los comités de los ex prisioneros de los campos de concentración de Pinochet. Pero pongo para ello una condición: Sólo serán entregados después que se haya desenterrado hasta la última víctima de Pinochet…y de Franco”.
En este punto de la declaración la sorpresa del público asistente, sobretodo la de los periodistas chilenos, creció hasta el punto en que El Sepulturero tuvo que pedir orden como un juez sin mazo justiciero y el propio Herberg se vio obligado a alzar su carrasposa voz, entre toses y probablemente ciertos murmurados improperios. “¡Chantaje!” Se escuchaba por allí “¡Eso es imposible!” gritaban otros por allá. Finalmente Miguel Herberg logró continuar con su declaración.
“Esta conferencia debió realizarse en la Universidad de Salamanca, que se supone es la catedral de la cultura española, pero que -finalmente- ha demostrado ser la catedral de la incultura y del establishment…de todos modos, con estos actos hemos conseguido, y este es el tema central aquí, buscar el eco mediático que queríamos, sobretodo en Chile…aunque no he recibido más de 200 mails. Unos profundamente agradecidos por mis actos y otros, difamatorios e insultantes, orquestados por una intelectualidad chilena que sólo pretende encubrir su clara colaboración con un sistema represivo que antes atacaron, pero del que hoy reciben dividendos y privilegios… ellos no merecen ni una palabra más de mi parte… pero lo que nadie entiende aquí es que esta es una llamada abierta para levantar nuestra voz contra todos los opresores, tanto en España, como en Chile y en todo el mundo”.
Para entonces era evidente que la prensa chilena se estaba cabreando. La prensa extranjera comenzaba a sonreír solapadamente; pues este señor parecía querer cargar sobre sus espaldas con los males del mundo entero, lo que sonaba oligofrénico y narcisista, aunque también, digámoslo claro, bastante noble y quijotesco.
“Yo quería decir esto en la universidad de Salamanca, pero lo mismo da que lo diga aquí en la Sala Gallo. Cuando don Miguel de Unamuno les dijo a los fascistas de la Guerra Civil Española “venceréis, pero no convenceréis”, se equivocó por completo ¡Es que no sólo vencieron, sino que convencieron! ¿¡Dónde están los desaparecidos de Chile, de España, del mundo!? ¿¡Y seguís creyendo en los gobiernos y votándolos!? Compañeros, que este acto sirva al menos para reflexionar y luego para pasar a la acción ¡Muerte al miedo!”
Al acabar su discurso, se notaba que, pese a su irritabilidad de anarquista viejo y mosqueado, tenía un poco de miedo a las preguntas de la prensa chilena y por eso nunca habló de “conferencia de prensa”. Y no era para menos, como pudo demostrarse de inmediato.
Un periodista chileno que trabajaba para la televisión Suiza, sin intermediar presentaciones ni levantar la mano, lanzó la primera pregunta. En su tono había mucho de teatralidad. Saltaba a la vista que se hacía el indignado más que estar sinceramente enojado o demasiado comprometido con el tema.
Pero para Cultura y Tendencias sus preguntas fueron bastante acertadas y deseamos transcribirlas junto a sus respuestas.
¿Cómo nadie pudo haber aceptado el material que usted recogió en Chile? ¿No será que lo entregaba sólo a cambio de ciertas condiciones?
– Iba a quemar muchos documentos esta noche, pero algunos de ellos no los quemaré, porque sirven para querellarme yo ahora contra todas las instituciones chilenas que me han vilipendiado. Ofrecí en 1992 mis documentos a la Fundación Salvador Allende. La respuesta es una carta que tengo aquí en mis manos y que está firmada por Isabel Allende, hija de Salvador Allende, en donde me responde que ella se va de vacaciones, que vuelve a finales de febrero y que ya podíamos hablar más adelante. Luego, cuando se creó el Museo de la Memoria (chilena) en el 2005, les ofrecí todos mis archivos y las respuestas fueron todas evasivas, desinterés total…
¿Pero no hubo ninguna condición a cambio?
– Mis documentos se encuentran en España y en Italia. La única condición que les puse es que pagaran el precio del transporte ¿Es lo mínimo, no? Y así tengo un montón de respuestas evasivas de organismos chilenos. Las quemaré casi todas esta noche en Morille. Podéis leerlas antes si queréis.
¿Y por qué cree que sus documentos no le interesan a estas instituciones?
– No les interesa porque la izquierda chilena está compuesta hoy en día por gente que trabaja para el establishment; ellos tienen que defender sus sillones, sus intereses y levantan toda esta polvareda para distorsionar otra vez la realidad. No quieren saber nada. Estos intelectuales son los que más protestan, pero tengo todo documentado y ellos lo saben.
Tanto en su blog como en foros de internet le han ofrecido hacerse cargo del material que usted quiere quemar y enterrar ¿Usted por qué se niega a entregarlo?
– ¿Cuándo me lo han ofrecido?
En su blog está escrito…
– (Pegando un fuerte puñetazo en la cubierta de la mesa) ¡Ah, cuarenta años después! ¡Cuarenta años después! ¡Si quieren desenterrarlo, que hablen ahora con el director del cementerio!
Hubo una carta abierta de la Cineteca Nacional de Chile en donde le ofrecían hacerse cargo del material…
– ¿¡Pero es que yo tengo que estar pendiente de las gilipolleces que dice la gente cuarenta años después!?
Pero esas imágenes, más allá que diga usted que tiene copias o no, creo que no sólo le pertenecen a usted, sino que pertenecen también a la memoria histórica de un país…
¿Pero quién se ocupa?
El Museo de la Memoria de Chile, por ejemplo.
– ¡El Museo de la Memoria ha dicho que no se ocupa! ¡Lo tengo por escrito, coño! Ahora lo dicen porque yo he levantado el escándalo ¿Vale? Ahora lo dicen…vamos a ver qué dirán dentro de dos semanas…van a estar muy bien enterrados allí (los archivos, en el cementerio del arte de Morille).
Pero justamente ahora que le están dando las soluciones, usted persiste en hacer esta quema y este entierro…
– A mí no me han dado ninguna solución.
Hay varias soluciones en su blog…es cosa que lea su blog. Hay personas de Chile, de Europa que le dicen que se pueden hacer cargo de su material, que pueden hacer un documental…
– En el blog cualquiera puede decir cosas hasta en nombre del Papa.
Camarógrafos, gente de cine, documentalistas, televisiones…
– Muy bien, que hagan una carta oficial, como las que yo les he hecho al Museo de la Memoria de Chile cada año, por ejemplo, y que me las envíen.
Esta quema de material fílmico me recuerda mucho a las quemas que hubo en el tiempo de los nazis…
– Exacto y en el tiempo de Pinochet también.
¿Por qué estamos cayendo en lo mismo? Eso es lo que no entiendo.
– Bueno, si no lo entendéis lo siento, cada uno puede o no puede entender. Pero hay un hecho: no quemo la memoria de los prisioneros chilenos, sois vosotros, no vosotros como personas físicas, sino las instituciones las que han demostrado durante cuarenta años una total indiferencia. Entonces yo, hoy, que era amigo personal de Allende, voy a quemar 300 fotos de Allende ¡No quemo a Allende! ¡Quemo la indiferencia que tenéis ante su memoria!
Encuentro terrible que se queme material de memoria, sean cuales sean las condiciones que usted ponga…
– ¡No le interesa a nadie! ¿Por qué no lo puedo quemar?
Yo vengo de Suiza para ver esto con mis propios ojos.
– ¿Pero has venido de Suiza con un documento del Banco de Suiza que dice «Yo voy a custodiar estos documentos»?
No, pero mi canal dijo que se hacía cargo de los archivos fílmicos si usted quería.
– A mí no me sirve que escriban eso en un blog o lo digan a través de un mensajero….a mí me sirve un papel con un sello y no he recibido nada de eso…
Bueno, pero usted no tiene derecho a destruir un material de memoria que probablemente ni siquiera le pertenece a usted ya… Existen formas de solución ¿por qué no evitarlo?
Tras dar otro puñetazo en la mesa, Herberg intenta subir aún más la voz, pero el público se ha embarcado en un meta debate al margen de los conferenciantes y los periodistas, como en los viejos tiempos, cuando en Santiago de Chile se discutía de política en el Paseo Ahumada.
Un estudiante universitario que no supera los veinte años grita: “Destruirlo no es una solución”. Un chileno grita: “¡Ni siquiera sabíamos que existía ese material poh! ¿y usted nos castiga a nosotros?”.
Herberg se defiende, alteradísimo: “¿Cuántos libros crees que he publicado sobre la dictadura chilena? ¡Se los he ofrecido a editores chilenos sin cobrarles nada y nunca se han interesado, ¡coño!” Coloca unos cuatro libros sobre la mesa.
¿Pero por qué no se los ofreció al pueblo?, pregunta una mujer del público. Herberg se ha encasquetado momentáneamente en un especie de mutismo.
– A nadie le interesa. Punto.
Un periodista chileno le dice, un tanto más conciliador: “La cosa es que es el patrimonio de un pueblo lo que tiene usted, no puede destruir un patrimonio. Espero sinceramente que tenga copias de todo ese material”.
Herberg, aunque parecía imposible por cuestiones de niveles dialécticos, se indigna aún más: “¿¡Pero es que no habéis escuchado nada de lo que os he leído antes!? ¿¡Queréis fotocopias!? ¿¡Queréis que lo repita para que lo memorizéis!?
Te leo el punto tres de mi declaración: Existen copias de seguridad de to-dos mis ma-te-ria-les, y microfilmados de to-dos mis do-cu-men-tos, que comprometen a los Estados Unidos, Alemania y Chile en el derrocamiento y muerte de Salvador Allende, copias depositadas en caja fuerte y custodiadas por notario, ¡coño! ¿Cuántas veces tendré que repetirlo?”.
Cuando termina esta última perorata una buena parte del público español, sobre todo jóvenes estudiantes de la Universidad de Salamanca, estallan en un aplauso. Miguel Herberg mira a su alrededor como sorprendido de no estar rodeado sólo de enemigos.
Un amigo suyo se le acerca y le dice: “Tranquilo Miguel…tienen derecho a hacerte esas preguntas…”. Herberg levanta los hombros y hace una mueca parecida a la de un niño reprendido, pero se calma.
“Estoy en contacto directo con los auténticos ex prisioneros políticos chilenos, los conozco nombre por nombre, ellos saben perfectamente que este acto no es más que una provocación”, explica.
El ambiente se distiende por un momento, como en esas pausas no pactadas que existen en ciertos debates o comidas familiares conflictivas. Algunos incluso aprovechan para salir a fumar un cigarro, para ir al baño, para beber un botellín de agua.
Herberg enciende el cigarrillo, pero su ex mujer, una señora italiana de porte noble y cabello cano, que ha venido de Italia expresamente a apoyarlo, le dice en voz alta: “¡Non provare ad accenderti ´sta sigaretta!” ( “¡Ni se te ocurra encender ese cigarrillo!”).
Herberg sonríe, como agradecido de que alguien le quiera y apaga el cigarrillo. Se avecina -eso sí- el segundo asalto. Desde el fondo de la sala un periodista español interrumpe…
-¡Señor Herberg!
– ¡Servidor! –(risas del público).
La condición que usted impone es un chantaje…son más de 400 mil las víctimas de la guerra civil española y la de chile creo que superan las cien mil. Desenterrar sus documentos sólo si se hace justicia con todos estos torturados, fusilados y desaparecidos es un chantaje enorme.
– ¿Y a mí no me chantajean con el silencio, con la indiferencia?
Está claro, pues, que como eso no será posible, usted no va a entregar ese material…
Herberg se limita a levantar los hombros, como diciendo, “qué se yo”.
Un cineasta local juega a hacerse el ingenuo. Otro Licenciado de Salamanca.
Yo quizás soy aquí la persona menos entendida en cine, usted es cineasta ¿Me puede explicar si hay alguna diferencia física entre la copia y el original? ¿Esas copias que usted dice guardar serán de la misma calidad, valdrán lo mismo desde un punto de vista técnico, que las que pretende enterrar mañana?
– Bueno, el proceso químico de la película en sí, es bastante duradero, sobretodo en blanco y negro…lentamente se pierde la emulsión, entonces hay que proceder , sobre todo con un tipo de material que se ha rodado hace ya 38 años, a la limpieza y a la manutención: Se limpian las cintas con productos químicos, pero el sonido se “vinagriza”, porque el sonido es un material magnético que va junto a la imagen que se pudre y huele a vinagre …todo esto se puede masterizar en formato digital, pero aquí entramos en un proceso que cuesta dinero ¿Y otra vez tengo que pagar yo de mi bolsillo? ¿Sabe lo que cuesta remasterizar eso?
No, la verdad es que no, por eso se lo pregunto. Si ese material no está remasterizado por falta de presupuesto ¿Qué tipo de copias del material que va a destruir son las que usted guarda? ¿En qué formato están preservadas?
– Bueno, las he remasterizado, y he pagado yo, claro
No entiendo nada y quiero que usted me lo explique ¿Cómo son exactamente esas copias?
– Del material negativo hoy en día se hace un telecine que pasa luego a un máster de una pulgada, y de eso se hacen copias de vídeo como las que por ejemplo se van a quemar esta noche…a mi me sobran 30 o 40 copias, y como no las quiere nadie, pues las quemo… ese el proceso. Si tú tienes un máster, incluso de ese máster hay que hacer siempre un máster de seguridad….el original es siempre la película, esa es la que hay que cuidar químicamente.
Un periodista alemán pregunta: “¿Entonces lo que tú quieres quemar esta noche y enterrar mañana se puede estropear, podrir…?
-Claro, por supuesto…
El público guarda un silencio extraño. La verdad es que estamos todos un tanto confusos. Un estudiante de Salamanca también interviene.
Si usted fue el autor de todos estos documentos, entrevistas y fotos ¿Por qué cree que se alzan tantas voces que quieren quitarle la autoría?
– Bueno… eso ha quedado zanjado en el juicio de Roma de 1975. La RDA (República Democrática Alemana) financió mi trabajo, mi viaje a Chile como documentalista, pero había un contrato firmado por el Partido Comunista Italiano, por mí y por el Gobierno de la RDA, en donde nos distribuíamos el trabajo de montaje y de derechos: La RDA y el PC italiano se quedarían con la distribución y derechos para los así llamados países del otro lado del telón de acero y yo -por mi parte- me quedaría con el material para distribuirlo y hacer lo que me placiera en los así llamados países occidentales ¿Vale? ¿Hemos llegado hasta ahí?
Prosigamos: La RDA y el PC italiano no cumplieron ese contrato, no me mandaron los internegativos de mis filmes y tuve que llevarles a juicio. Lo gané, repito, en Roma, en el año 1975. Yo hice luego mis versiones con ese material y ellos hicieron las suyas…pero luego cae el muro (de Berlín) la RFA (República Federal Alemana) se anexiona la RDA, y con eso se apoderan de todos los laboratorios (cinematográficos) con todos los materiales que ahí habían.
Estamos hablando de los laboratorios que contaban con la cantidad más grande de archivos sobre la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española y otros innumerables conflictos mundiales…entonces ahora ellos (los alemanes), se creen propietarios absolutos de todos esos materiales. Pero ellos sólo tienen derecho a usar ese material en los países socialistas, porque así se había establecido…es decir, creo que sólo pueden usar su material en Corea del Norte.
Sin embargo, yo puedo ocupar el mío donde me plazca , porque a estas alturas ¿Qué país no es capitalista? ¡Así que ellos están invadiendo mi territorio! Y yo me reservo el derecho de llevarles otra vez a juicio, pero aquí no se trata de Miguel Herberg, no se trata de polémicas absurdas y tontas que han quedado ya zanjadas. Se trata de la memoria de los prisioneros chilenos y del derrocamiento de Salvador Allende, así que aprovecho de decir aquí que todas estas personas e instituciones que me han difamado ¡Se van a llevar una querella que te cagas!
¿No se dan cuenta del juego? Ellos quieren que estemos hablando de estas estupideces en vez de lo esencial… ¿Queréis seguirle el juego a la prensa reaccionaria o intentar que resolvamos los problemas de la represión que hubo en Chile y en la Guerra Civil española?
Aquí se alzaron nuevas voces desde el público. Se entendía que el debate era ahora la exageración de querer resolverlo y mezclarlo todo a la vez, la Guerra Civil Española con la dictadura militar chilena ¡Chantaje! ¡Extorsión! ¡Viva Miguel Herberg, el Schindler español! ¡Abajo los fascistas! Y entonces creímos que era la oportunidad para que interviniésemos nosotros.
«Miguel, primero que todo y en nombre de la revista chilena Cultura y Tendencias, queremos disculparnos por el modo y las palabrotas que usaron para tildarlo en ciertos medios chilenos. Independientemente de la postura que uno pueda tener como particular o como medio, no estamos de acuerdo con ese lenguaje vulgar e insultante…(Quién sabe exactamente por qué, pero hubo un aplauso general en la sala…quizás una explosión de emoción, un soltar adrenalina después de tanto debate). Hay una cosa que nos llama la atención de su blog. En él, y no hace más de una semana, Fredy Alonso, portavoz de los ex prisioneros políticos de Pisagua y Chacabuco, le redacta una carta muy elogiosa por el documental que, y dice él textualmente, “unos señores extranjeros” hicieron en los campos de prisioneros de Atacama. No se acuerdan ni de los rostros ni de los nombres de quienes les entrevistaron, sólo saben que muchas vidas fueron salvadas gracias a ese documental, aunque después de que los periodistas se retiraran les dieran una tremenda paliza a cada uno de los entrevistados para saber qué habían contado exactamente a la prensa extranjera. Dice Fredy Alonso que el Museo de Memoria de Chile pasa olímpicamente de ellos. Y que las instituciones chilenas parecen haberlos olvidado completamente».
Aquí Herberg palmotea, apunta al entrevistador y le dice al público: “¿Lo ven, no era lo que yo les decía?”
Sí, pero si me permite continuar, en esa carta Alonso le implora que por esos mismos motivos no destruya, queme ni entierre los pocos documentos fidedignos que puedan quedar sobre esos campos. Pide que se los entregue a ellos. Señor Herberg, usted dijo hace pocos minutos que sólo se entendería con “el pueblo” chileno y con “las víctimas directas” de este genocidio ¿Por qué no les da el material a ellos que precisamente son los ex prisioneros de esos campos, y demás está decir, pertenecen al pueblo chileno?
(Herberg guarda unos segundos de silencio, medita, baja la voz)
– Estoy en contacto directo con los auténticos ex prisioneros políticos chilenos, los conozco nombre por nombre, ellos saben perfectamente que este acto no es más que una provocación. Ellos viven tranquilos sabiendo que esos documentos no se perderán. Conmigo los ex prisioneros están en paz.
— En nuestro país, y supongo que también pasará en otros, nos cabreamos especialmente cuando los extranjeros nos remueven la conciencia, nos desentierran cadáveres o nos encarcelan tiranos (risas del público), como pasó hace pocos años con el caso Garzón-Pinochet. En Chile pudimos escuchar en aquél entonces que por último Pinochet era nuestro tirano local y que no tenían por qué venir a extraditárnoslo ni españoles ni europeos, como si fuésemos críos ¿No cree usted que parte del enojo que hay en su contra por parte de la comunidad chilena sea este especie de paternalismo con el que quiere remover nuestras conciencias, quemando parte de nuestra propia historia?
– Tienes razón, por supuesto que tienes razón- Hice esto con Chile como un pretexto. Podríamos estar hablando perfectamente de Camboya o de la Conchinchina…
Pero hablamos de Chile. En España se vuelve a tratar el tema de la memoria histórica, me refiero institucionalmente. Es sabido que se vuelve a hablar de juzgar a los responsables de las muertes, torturas y desapariciones de la Guerra Civil, porque prácticamente no queda a nadie a quién juzgar y, de quedar alguno, rondaría los 90 años como mínimo. Si lo que usted tuviera en sus manos fueran documentos sobre la tragedia de la Guerra Civil Española, y no sobre el conflicto chileno ¿Los quemaría y enterraría igualmente?
– Por supuesto. He hecho muchas cosas contra España. Si consideráis que he hecho algo contra Chile, pues os equivocáis…en esta sala hay más de veinte testigos que saben lo que he hecho ayudando a Chile. He ayudado a Francia, España y a la conchinchina…hasta a Corea del Norte, para ser muy claro…este un problema universal, no es un problema chileno. Tengo una lista de todas las personas que hay que juzgar en Chile. Y hasta el momento no han juzgado a ninguna de esas personas. No se han metido con ninguna de esas personas…
Quizás sus documentos servirían para eso…Ya no podemos juzgar a Pinochet, pero si usted dice tener una lista semejante…
– Ni a Franco, porque ya se ha muerto…
Un estudiante de Salamanca agrega: “¿Ni siquiera a Fraga? (Manuel Fraga es un personaje español muy conservador y polémico ligado a la dictadura de Franco).
– Pero si a Fraga le han puesto en un altar…¿Por quién están hechos los gobiernos en España? ¿Por quién la Constitución? ¿Quién puso al Rey ahí? El pintor Pacheco pintaba siempre a Franco dándole el biberón al Rey ¿Dónde están esos cuadros? ¿Quién nos puso a esa gente ahí? Y la gente va y les aplaude. Si Unamuno se equivocó, no solamente vencieron, sino que convencieron. Todo el mundo está convencido aquí de las mentiras oficiales y, lentamente, esa información pasa de generación en generación. Mientras nosotros, los testigos, nos vamos muriendo y…si nadie quiere mis documentos ¿Por qué tengo que guardarlos yo? ¿Soy yo acaso el armario de la historia?
Miguel Herberg se pone en pie, enérgico y nos conmina: “¿Que os parece si nos vamos a Morille a quemarlo todo?” Una chica joven grita desde el público “¡Hiuhuuuuuu!”. Nos ponemos en pie, cogemos nuestras cámaras y grabadoras.
Herberg y los organizadores comienzan a quitar los rostros pegados en la pared. Uno a uno, Pinochet, Allende, Frei, Schnaider, Aylwyn, Jarpa, Jaime Guzmán, el Cura Hasbún y muchos, sobretodo muchos rostros anónimos, quizás alguno de ellos desaparecidos para siempre, que se dirigen -nuevamente- al entierro, a la hoguera, al olvido.