El 28 de octubre se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Animación. En Chile la actividad es promovida por Asociación Internacional de Cine de Animación, Asifa, entidad sin fines de lucro que tiene más de medio siglo de existencia.
El capítulo chileno, que funciona desde hace cinco años, es encabezado por la realizadora nacional Vivienne Barry. Se trata de una pionera de la animación en el país, creadora de la premiada serie infantil de la TV de los años 90 “Tata Colores” y ganadora en la última versión del Festival de Cine de Valdivia con el largometraje “Atrapados en Japón”, que cuenta la historia de seis periodistas chilenos que, en los años 40, son invitados por el gobierno nipón y se quedan sin poder salir de la II Guerra Mundial.
Barry estudia en Alemania y al regresar al país nunca creyó posible trabajar en animación, no era un ámbito desarrollado. Pero las cosas se fueron dando una tras otra. No sabe si fue por suerte o por casualidad. La artista tiene a su haber, cuatro series infantiles, cinco cortos y un largometraje.
Ha dado clases y realizado talleres. Escribió un libro de animación y tuvo un programa en la señal de pago Artv. Es una apasionada por su trabajo y ha dedicado su vida a la animación. Además, es periodista.
Dice no haber estudiado cine y que lo aprendió en la práctica “echando a perder”. Ha tomado varios cursos de guión y ha viajado mucho, aprendiendo su oficio y promoviendo su trabajo. Todo ello le ha permitido ser jurado en muchos festivales de animación de gran renombre.
¿Cómo observas el desarrollo de la animación en América Latina, en general, y en Chile en particular?
-En términos generales, la animación en el mundo ha tenido un gran avance y desarrollo desde que, en los años 2000, aparecen las técnicas digitales. Antes de eso, todo se hacía en formato cine, lo cual era más caro y difícil por el arriendo de los equipos.
Hoy, en cambio, lo puede hacer cualquier persona con una cámara de fotos que grabe videos en buena resolución e, incluso, se puede con el celular. Por otro lado, hay más interés porque en todos los festivales de animación del mundo se reciben diez veces más películas que antes.
En Chile pasa lo mismo, pero a menor escala. Lo otro que ayuda al desarrollo de la animación en el país es que ahora hay escuelas de cine y animación que antes no habían y ya tenemos animadores profesionales.
Cuando comencé, aquí no se hacía nada, sólo habían dibujos animados y de lo que yo hago, stop motion, no lo hacía nadie. Por aquel entonces la animación sólo se usaba en publicidad y, por los altos costos que implicaba, no había animación de autor.
¿Y cómo ves el tema de los guiones, que siempre se ha dicho que hay una carencia?
– En este tema creo que también se ha evolucionado. Los fondos audiovisuales ahora incluyen una categoría de desarrollo de guión o re escritura. También hay capacitaciones en este sentido y en las escuelas se enseña, pero -claro- todavía falta.
De hecho, la animación necesita guiones muy especiales porque tiene la facultad de condensar y expresar ideas, de usar los símbolos y transmitir las cosas de manera distinta a como lo hace un actor o un guión convencional. Los guionistas de animación deben considerar todos esos factores al momento de escribir y no hacer monitos que pongan en escena una idea que se podría hacer con actores, por ejemplo.
¿Cuáles son las áreas en las que más se puede apreciar el desarrollo de la animación?
– Especialmente en lo relacionado con 3D, en las escuelas están aprendiendo animación digital. Para hacer stop motion, por ejemplo, al ser más lento, hay que tener más paciencia. Tampoco se enseña y si se hace es un ramo electivo. Las personas que hacen stop motion en el país, generalmente, han sido alumnos míos de talleres personales que he realizado, pero no son muchos. El stop motion lo aprendí en Dresden, Alemania, que está al lado de Praga, cuna de toda esta animación y ahí estudié con los mejores maestros.
¿Cuál sería el sello chileno que se debe aplicar a la animación para hacerla más conocida y competitiva?
– Para mí la única manera de salir y darse a conocer a nivel mundial es potenciando lo local y propio de nuestra cultura, sus valores y raíces. Temas infantiles o series animadas son casi siempre los mismos en cualquier parte del mundo.
En cambio, pienso que una manera de llamar la atención y que se pudiera competir y estar a la altura de Disney o Pixar es buscar temas locales y autóctonos.
¿Cómo ves la recepción de la gente en Chile al trabajo que están efectuando los realizadores locales?
– Sin haber estudiado mucho el tema, creo que en los últimos años el festival “Chilemonos”, por ejemplo, ha hecho una gran labor para dar a conocer el tema de la animación y hay trabajos que han tenido una gran aceptación entre el público. Pero aún falta mucho. Por ejemplo: que la televisión pública emita animaciones.
¿Existe mercado para los jóvenes que estudian animación?
– No creo que en Chile exista la capacidad para absorber la cantidad de jóvenes que egresa cada año. Desde mi experiencia, puedo decir que es bien difícil vivir de la animación en nuestro país, además las empresas que lo hacen son muy pocas.
Ustedes son la versión chilena de Asifa Internacional, entidad que reúne a los profesionales de la animación en todo el mundo desde hace casi cinco décadas, ¿cómo ha sido la experiencia de poner en marcha este capítulo?
– La verdad, hoy somos pocos los integrantes. Espero que vaya aumentando y con este Día Internacional de la Animación podamos darnos a conocer y motivemos a más animadores a que se integren. Eso sí, Asifa no es una institución que entregue beneficios económicos. Es al revés, uno es el que tiene que mover la animación en el país.
Lo interesante de Asifa es que goza de mucho prestigio internacional, no tiene fines de lucro y ofrecen varios talleres en diversos lados del mundo, lo que te permite conocer y estar en contacto con animadores de todos lados. Este organismo, que fue creado por Norman MacLaren, el padre de la animación, se ha dedicado a promover este arte.
Lo nuestro no va por el lado comercial, es más por las redes que se generan entre personas que aman la animación. Si un grupo logra organizarse, puede viajar y conseguir muchos beneficios, pero no económicos.