Nora Fernández lleva casi dos décadas presentando la obra “SurRealismo” en casi todo el mundo. Desde su natal Mendoza son muchos los lugares en que su monólogo ha emocionado a los más diversos públicos.
En el espectáculo, la actriz interpreta a una mujer política, a una mujer paralítica y a una mujer que le habla crudamente a su pareja, entre otros personajes que -con textos profundos- no sólo deslumbran por la versatilidad, sino que plantean un intenso panorama de la situación actual de la mujer en América Latina.
La obra escrita por la propia actriz describe los defectos y virtudes del ser femenino, llegando también a estremecer a los hombres, como lo ha podido comprobar en carne propia. Después de cada función se da el trabajo de despedirse del público, el que le demuestra con afecto la marca que deja en ellos.
Muchas personas se vuelven fanáticas del efecto que produce. Fernández ha conocido a personas que han visto la presentación más de cuarenta veces.
Generalmente, no necesita grandes promociones. Siempre la obra funciona como un secreto a voces. La ductibilidad de Fernández y la innegable calidad del texto bastan para transformarse en un silencioso fenómeno.
Durante el año 2000 la obra se presentó en Santiago durante varios meses a tablero vuelto. En esta oportunidad se repite el intenso fenómeno.
Iba a reponerse sólo los viernes y sábado de febrero, pero debió extenderse hasta el sábado 19 de marzo en Teatro Bellavista. Ahora recorre varios lugares del país, hay que estar atentos…
¿Cómo explica el éxito de esta obra?
– No tengo una explicación científica o sociológica. Lo único que sé es que noche a noche siempre actúo a sala llena, con gente que incluso se repite la obra varias veces. Creo que muchos si sienten representados, proyectados, con el hecho de que alguien se refiera a eso que les ocurre, pero que –al parecer- no se habla abiertamente.
Además, esta obra siempre ha tenido un Ángel de la Guarda desde que la estrenamos: la respuesta del público es espontáneamente positiva y, sobre todo, porque es una obra en la que soy muy feliz haciéndola.
¿Siempre ha tenido una recepción similar?
– Es curioso. Siempre ha sido igual. Y sin publicidad. Es como un golpe directo al estómago del marketing.
¿De dónde viene el nombre “SurRealiamo”?
– Si bien me gusta el nombre porque juega con la idea de la corriente surrealista, esa que sublima la realidad, en verdad lo que implica este nombre es un nexo lúdico entre la revisión de nuestra realidad sudamericana, de habitantes del sur, con todos sus “ismos”, centrándome particularmente en la mujer.
¿Esta obra ha sido igual o ha evolucionado desde 1994, primer año en que se presenta?
– El texto no ha sufrido cambios importantes, pero sí algunas variaciones.
Llama la atención cómo la obra mezcla correctamente elementos de teatro y de café concert…
– Le tengo respeto al “café concert”, hay muchos maestros en el tema, quienes cantan –yo no canto- y tienen contacto directo con el público. En mi obra sí hay un nexo estrecho con la gente durante el espectáculo, pero le daría un matiz más brechtiano. Es una búsqueda estética para encontrar un desarrollo más efectivo de los personajes.
Lo que sí profundiza mucho es en el sentido del humor…
– Es que es una vía muy efectiva. El sentido del humor, en el fondo, es una actitud de amor, da alternativas de salvación. Cuando uno tiene un desarrollado sentido del humor con uno mismo, por ejemplo, hay muchas más vías para sacar las miserias, verlas y corregirlas. Lejos, mucho mejor que el sentido de la culpa, que busca siempre un castigo y, en eso, –definitivamente- no hay amor.
Dice que no participa de teleseries porque juegan mucho con el estereotipo de las mujeres. ¿Cómo trabaja para hablar de diversos tipos de mujeres sin caer, precisamente, en ese mismo riesgo?
– Las teleseries son los espacios televisivos que más llegada tienen con los públicos masivos. Si se ocuparan como un real medio de cultura, podrían ser muy útiles y positivos. Yo, por ejemplo, no conozco ninguna mujer, pero ninguna, que sea tan buena o tan mala como las que aparecen en las telenovelas. Es decir, las personas, los seres humanos de las teleseries se limitan a ser hombres o mujeres buenos o malos.
La vida real no es así. La gente se equivoca, causa daño, pero no porque sea mala necesariamente. Hay miles de factores que hacen que las personas sean complejas. Y son, precisamente, esas complejidades las que las telenovelas esquematizan de una forma totalmente superficial.
¿Cuál es el método creativo que usa para “SurRealismo”?, ¿Cómo trabaja cada personaje?
– Estuve en muchos lugares durante mucho tiempo observando, anotando y leyendo sobre cada una de las mujeres que personifico. Por ejemplo, para la mujer política, estuve tres meses en el parlamento. Lo primero que veo es el estereotipo de ellas, lo típico. Luego observo sus sutilezas, lo humano tras todo el traje y la careta.
Y ahí surgen muchas conversaciones que me permiten recoger sus problemáticas, matices y contradicciones, que son las que –finalmente- más nos identifican. Esas contradicciones que si se abordan con sentido del humor, son perfectamente visibles e, incluso, motivo de alegría.
Algo bastante fuerte se da, por ejemplo, con el personaje de la mujer parapléjica, que dice: “yo no soy enferma, soy así”. Esa frase desarma con crudeza el estereotipo con que se le mira…
– Me he percatado de que, de todos los personajes que interpreto, éste es el que hace los planteamientos más profundos y serios. Aunque, ojo: tiene también un profundo sentido del humor. Durante seis años di clases de teatro y expresión corporal a personas con capacidades diferentes, experiencia que me permite vivir un proceso sentimental y emocional muy fuerte.
Somos criados a no confiar en lo diferente, a no vivir experiencias propias, distintas. Por eso somos miedosos en todo: en el pensamiento, en las seducciones, en las acciones. Tenemos la idea de que “no, a mí no me puede pasar nada diferente…”
¿Cree que la problemática de la mujer es la misma en Latinoamérica?
– Pienso que en el mundo. Creo que uno de los pecados más grandes de la humanidad ha sido esta discriminación contra la mujer. Lo curioso es que el machismo es un sistema promovido por la mujer, por madres y esposas que colaboran a que el círculo continúe. Y esa práctica le ha hecho tanto daño al hombre.
No puede ser “humano” que una persona no llore si sufre, que no dé un beso si se enternece con un bebé o con un gatito, manteniendo siempre las diferencias, porque no somos iguales. Tampoco somos iguales entre las mujeres.
¿Siente que con esta obra las mujeres salen con una visión distintas de sus problemáticas?
– No sé. Creo que los hombres y mujeres pueden entender que con esta obra se quiere proponer una mirada, que entiendan que quien está arriba del escenario es una par, no una gurú, que propone hablar. No es una obra feminista. Hay hombres que han llorado conmigo, una vez que la función termina. Y eso ha sido algo muy potente y fuerte.