Libro “Compases al amanecer”, el cuarto propio de Germán Marín

Esta propuesta literaria de Germán Marín es una preciada llave que permite adentrarse a varios de los rincones que conforman su memoria.CompasesAlAmanecer3333

Él mismo lo dijo hace más de una década: “Los recuerdos son habitaciones cerradas, unidas por puertas con llave. Al final se entra en una creyendo encontrar y tomar el recuerdo, pero luego descubre que más allá hay otra y otra”.

Eso es exactamente lo que mejor resume “Compases al amanecer”, compendio de veinte intensos cuentos, pero también una curiosa manija para atreverse a cruzar varios dinteles en la profunda historia del escritor.

El título del libro es un guiño bohemio, una cerrada de ojo al recuerdo de un antiguo programa radial en el que los boleros y el tango, entre medio de avisos de negocios de barrio, conformaban la imagen perfecta de lo que el investigador Oreste Plath alguna vez llamó “El Santiago que se fue”.

Alumno de Borges en Buenos Aires y de Pinochet en la Escuela Militar, Germán Marín no sólo ha regalado buena y potente literatura en un ambiente en el que la creatividad no hace nata precisamente, sino que –mejor aún- ha compartido crudeza con quienes han querido seguirlo, desde que publicó su primera novela en Chile, “Círculo vicioso”, al poco tiempo de regresar del exilio, a comienzos de los años 90.

GermanMarinEvaristoCultural4444La situación no deja de ser curiosa, porque si bien Marín ha abierto sus espacios propios a través de la literatura, sus fronteras personales han sido infranqueables y obsesivamente ermitañas.

No da entrevistas muy seguido, su estado es conocimiento de muy pocos cercanos y su propia producción de cuentos y novelas forma parte de un autor claramente de culto.

Su juventud se desparramó por Santiago y Buenos Aires. El exilio, años más tarde, lo viviría en México y España. Sus latidos internos lo llevaron como participante de la revolución cultural proletaria a la China comunista.

“Más de una vez digo en broma que no he cambiado de países sino que solamente de cuartos, porque de un país a otro siempre he hallado una habitación reducida donde me dedico a escribir. La literatura me lleva a una suerte de ensimismamiento, de claustrofilia”, ha dicho alguna vez.CompasesAlAmanecer2222

Y es que desde los doce años empezó a salir solo al mundo. La separación de sus padres abrió una brecha de necesidades que buscó saciar en la vida misma.

Dentro de un período de incertezas, quiso buscar el rigor, la estructuración de un orden interno, y creyó que iba a encontrar eso en la Escuela Militar. No sólo no lo encontró. Terminó expulsado por mala conducta, no sin antes tener como capitán de compañía a Augusto Pinochet.

Cual Vargas Llosa y “La ciudad y los perros”, de ese mundo aún casi castrense puede verse con claridad en la novela “Las cien águilas”, pero también surgen claros atisbos en las historias de “Compases al amanecer”.

Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, ciudad a la que llegó a los 18 años. Haciendo las veces de lo que sería un DJ, trabajó poniendo música es una disco porteña.

Fue allí donde la casualidad quiso que la mismísima Ava Gardner lo eligiera para bailar un tango. En la ciudad de la furia, como cantaban los Soda Stéreo, Marín fue también alumno de Borges. En la amplia bohemia santiaguina, en tanto, hizo muy cercanas migas con Pablo Neruda, Enrique Lihn y Raúl Ruiz.

CompasesAlAmanecer1111Todos estos intensos vestigios surgen juntos, revueltos, dispersos y mezclados en “Compases al amanecer”. Miradas, reflexiones, discusiones, vueltas de tuerca, desarraigos, paradojas. Todo ese laberinto que conforma la memoria.

“La única manera de volver al pasado es, como se sabe, a través del recuerdo”, dice uno de sus personajes en el relato “La invitada”. He ahí la llave maestra con la que se puede abrir la sorprendente puerta que ofrece este potente libro.

Y es que sólo así parece posible adentrarse hasta el más íntimo cuarto propio de un reconocido claustrofílico.

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