Libro “Voces de Chernobil”: Los horrores del error humano

La literatura que hace la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich es simple, directa y con un tono cargado a lo humano. Sin usar palabras rimbombantes o rebuscadas, relata y retrata el sufrimiento de las viudas, hijas/os, madres, padres y hombres que sobreviven a la explosión de la central nuclear de Chernóbil, el 26 de abril de 1986.

Para muchas personas, incluida la autora, se trata de la mayor tragedia en la historia del siglo XX que -entre otras cosas- deja sin hogar a medio millón de personas y cuya energía explosiva es sólo comparable con cien bombas atómicas de Hiroshima.

Las consecuencias de la radiación nuclear continúan y se sufren hasta el día de hoy. Pero lo paradójico es que la población cercana a la central sentía orgullo al mirar día a día las chimeneas humeantes de una fuente de energía que no se utilizaba con fines militares, sino que era de la “buena”, de la “pacífica”, de esa que es un “aporte”.

Y es que Alexiévich no hace un libro sobre Chernóbil, sino que sobre esas voces de personas anónimas, de esas que no les interesan a los grandes medios de comunicación y a las que el poder opta por mantener ocultas bajo un estricto secreto.

Los hechos

“El 26 de abril de 1986 una serie de explosiones destruyen el reactor y el edificio del cuarto bloque energético de la Central Eléctrica Atómica (CEA) de Chernóbil, situada cerca de la frontera bielorrusa. Es el mayor y más grave desastre tecnológico del siglo XX.

Ese mismo día, horas más tarde, se registran niveles elevados de radiación en Polonia, Alemania, Austria y Rumanía. El 30 de abril en Suiza y el norte de Italia. El 1 y 2 de mayo en Francia, Bélgica, Países Bajos, Gran Bretaña y el norte de Grecia. El 3 de mayo en Kuwait y Turquía.

Las sustancias gaseosas y volátiles se dispersaron por todo el planeta. El 2 de mayo se registra su presencia en Japón, el 4 de mayo en China, el 5 en India y el 6 en Estados Unidos y Canadá.

Bastó menos de una semana para que Chernóbil se convirtiera en un problema para todo el mundo”.

Así, con estos antecedentes comienza la obra de Alexiévich cuyo gran mérito es ser la voz de los que no tiene voz y dar a conocer al mundo los horrores que sufren los humildes pobladores que por generaciones han habitado el límite entre Ucrania y Bielorrusia, lugar en cuyo corazón se levantaba la aciaga planta energética.

Lo que no se ve

En estas poco más de tres décadas post Chernóbil se ha estudiado mucho el efecto del plutonio, estroncio, uranio y cesio en las personas, en las máquinas, en los animales y en la flora y fauna.

Pero muy poco se ha dicho sobre lo que sienten, piensan, sufren o viven, posterior a la tragedia, esos miles de seres humanos. Es un quiebre que marca sus vidas y las de sus descendientes para siempre. Un suceso que rompe lazos familiares y de sangre. Un acontecimiento que no se logra entender o dimensionar si no se lee este trabajo.

Son esas voces que hablan a través de la pluma de esta periodista, las importantes. Para ellos la ciencia no es más que tragedia y dolor, que trae sufrimiento, exilio y malformaciones.

La desolación e incomprensión de sentirse desterrado por un enemigo que no se ve, no se huele, no se escucha, pero que está ahí en el aire que respiran, en la tierra de pisan, en el agua que beben.

El eco de esas voces que señalan, sin pensarlo siquiera, que «esto es peor que una guerra» pues en un conflicto armado se sabe contra quien se lucha y se ven sus rostros. El plutonio, en cambio, es un enemigo silencioso y mortal. Y lo peor es que llegó para quedarse.

“Voces de Chernóbil” es un libro que debería ser el leiv motiv de los ingenieros, físicos y teóricos de la energía nuclear aunque sea de la “pacifica”, de esa que es un «aporte» a la humanidad.

Las consecuencias son demasiado terribles y duraderas como para olvidar lo sucedido. Es una oportunidad para que cuando se hable de utilizar la energía nuclear en Chile, los dirigentes y máximos líderes tengan este libro, estos relatos por sobre las demás carpetas en su escritorio y sea material de consulta constante para todos los involucrados.

La energía nuclear no es buena o mala. Pero su principal problema es que está manipulada por hombres que, dada su condición de imperfección, cometen errores. Y es ahí donde radica el peligro.

“Voces de Chernóbil” es, en definitiva, un libro imperdible. La cruda realidad que retrata su autora en cada uno de sus libros la hizo merecedora del Premio Nobel de Literatura 2015.

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