Con poco más de 165 páginas y doce capítulos, la edición 1 de “La historia secreta de Chile” sigue batiendo récords de ventas y generando debates. Aún con las cenizas de un brasero quemante, producto de lo que generó con la primera entrega, Jorge Baradit insiste y vuele «al ataque» con una exitosa segunda parte.
A sus 46 años y con varias novelas en el cuerpo, en las que ha coqueteado sin pudor con lo que “podría haber pasado en la historia chilena”, Baradit entra con estos libros al paraíso de los ránkings, conoce el lado brillante de las superventas en un mercado humilde como el chileno, pero dice que no se vuelve loco.
“Mis herramientas de narrador han sido las que han participado de este fenómeno”, explica. En la prensa algunos historiadores medio perdidos lo atacan por lo que no ha hecho y otros, más calmados y con los pies en la tierra, le plantean sus críticas pero no lo destrozan.
Mal que mal, el gran aporte de Baradit ha sido abrir una ventana para que a la historia le entre un poco de luz. Los árboles academicistas no dejaban ver el bosque de lo cotidiano, lo callejero, lo del hombre común.
Lo otro que hace Baradit es darle importancia a la historia, porque ahora se habla de ella. La tarea recae en otros actores para seguir enriqueciendo ese relato que no nos tiene que juntar obligados, pero sí nos puede hacer conscientes de que que las diferencias son parte de la riqueza y no de un problema.
Profesores de historia, historiadores y medios de comunicación deben recoger el guante que con cierta crudeza, pero con astucia, lanza Baradit con sus libros leídos por niños, jóvenes, adultos, personas de edad, de clase popular y media-alta, hombres y mujeres.
¿Cómo te enfrentas a este desafío que te plantea la editorial cuando te invitan a escribir de la historia no contada del país?
– Lo que más preocupó fue no generar un mero anecdotario. Mi intención siempre ha sido desarrollar los contextos en cada uno de los relatos incluidos. Si bien me interesa el impacto, que forma parte de la estrategia para llamar la atención, quiero que la gente a través de un titular atractivo entre a un área historiográfica mayor.
Me tomé de algunas teorías históricas que plantean que Chile entra en crisis cada cuarenta años. Puede que no sea tan así, pero suena bien. Por ejemplo, de 1810 a 1850 se origina la rebelión de la Sociedad de la Igualdad que es aplastada; luego en 1891 surge toda la crisis con Balmaceda y el salitre; después en los años 30 se da todo el período anárquico que vive la organización política, una nueva Constitución, gobiernos que se suceden; en 1970 está toda la problemática que termina en el golpe de Estado; hasta que llegamos al 2010 y surge la intensidad de los movimientos sociales.
Con todo esto, que –como te digo- no es tan ajustado porque queda fuera, por ejemplo, la aparición de Diego Portales y el alzamiento conservador, uno puede darse cuenta de una especie de Día de la Marmota en Chile: la necesidad de que las clases más populares del país alcancen mejores estándares de vida.
En ese sentido, parece que este sector de Chile demora tres generaciones en rearticular sus redes, sus nexos, su capacidad de organización, hasta alcanzar cierto grado de acercamiento al cielo y luego caer aplastado por el “peso de la noche”. Chile es como un Sísifo en ese sentido…
Ahora el éxito obtenido es algo que no lo esperaban. Sin embargo, se da: miles de re-ediciones vendidas, semanas en el primer lugar de ventas, la segunda edición recién aparecida… ¿Cómo lo tomas?
– Siempre dejé en claro que la perspectiva del libro es la de un escritor. Y pareciera que ese enfoque explica su éxito. No soy periodista ni historiador, probablemente eso tenga un valor. Como narrador manejo ciertas herramientas emocionales que -aplicadas a la historia- funcionan para explicar lo bien que nos ha ido…
Te tenían harta fe, eso sí, porque te incluyeron en una colección de historia…
– Sí, pero desde el prólogo yo subrayo que la perspectiva es la de un escritor. Creo que ese es el enfoque que finalmente logra el éxito. Porque si bien los libros se incluyen en una colección de historia, insisto, soy un escritor. Creo que mis herramientas de narrador han sido las que han participado de este fenómeno.
Hay que decir también que todo esto se da en un contexto en el que la historia chilena ha sido muy mal contada…
– Creo que nuestra historia no sólo ha sido curada de una manera bien pobre y excluyente, dejando aparte a la mayoría de los chilenos. Es una historia en la que no se cuenta qué paso con los antepasados, los primeros exponentes de los grandes oficios, por ejemplo. Hay muchos nobles y pocos obreros.
No te sientes un poco como el tuerto en el país de los ciegos, parodiando la cita de Borges que destacas en una de las publicaciones…
– Sin ninguna duda… El hecho de que un escritor de ciencia ficción haya sido el que sacuda un poco la historia de Chile habla más bien del país en el que estamos.
Pero frente a eso estoy tranquilo: no es mi intención contar la gran historia de Chile. Quiero subrayar algunos aspectos no tocados en esta disciplina, en el afán de traer nuevas piezas frente a un rompecabezas que claramente no está completo.
Si revisamos el primer libro, podría resumirse bien con lo que quieres mostrar de Prat. Por mucho tiempo su figura se ha pintado como un símbolo de la derecha, pero lo cierto es que su vida es bastante más progresista de lo que se cree. De hecho, su tesis de abogado es una severa crítica al orden elitista y poco democrático de la ley electoral de su tiempo…
– Totalmente de acuerdo. Cuando en TVN hubo esa encuesta del “chileno del siglo”, la izquierda se abandera con Allende y la derecha con Prat. Incluso algunos grupos conservadores lo han propuesto para ser tratado como beato. Y la verdad es que su vida está muy lejos de eso.
Prat no era de la aristocracia, como abogado defiende casos que nadie quería tomar por sus lecturas morales –como aquél hombre de ascendencia pobre que no lo dejan casarse con una viuda de buena familia y mayor que él- y hacía clases en escuelas de poblaciones de obreros. O sea, practicaba una vida valores totalmente progresistas.
Para mí Arturo Prat estaba castigado por la élite al mando de una nave vieja como la Esmeralda. Siento que Prat resume muy bien este manejo utilitario que se le ha dado a la historia de Chile, como una promotora de valores conservadores.
Y una rápida revisión del libro 2, en tanto, nos lleva a la figura de O´Higgins con quien siento que has sido un poco injusto, porque también ha sido manipulado. Tuvo una vida compleja de situarse en la élite, pero no ser considerado nunca uno de ellos, les quitó derechos y terminó abdicando y vive en el exilio. El problema es que Pinochet se sentía muy identificado con su figura y eso, obviamente, cargó su nombre negativamente…
– Sí, es un personaje trágico. A veces se me ha pasado la mano con él, es cierto. Pero siempre llegó tarde y llegó mal, tenía cierto olfato pero no supo leer bien las cosas.
Es un emancipador de primera hora, un comprometido con la causa independentista, un bravo que combatía al lado con sus soldados, no desde la montaña.
O´Higgins caducó los títulos de nobleza, pero convertirlo en la única gran figura de la Patria es muy discutible. Su estilo de autoridad fue el miedo.
En todo caso es todo un tema éste de la historia chilena, te has metido en las patas de los caballos. El lugar común tiene algo de cierto: la historia la hacen los vencedores…
– Sí, es un tema intenso. Soy de los que piensan que la historia la inventan los historiadores. Los hechos son neutros: alguien muere y punto o alguien gana una batalla.
Pero ahí viene la interpretación que se hacen de estos acontecimientos. Y ahí viene, necesariamente, una exclusión. Se cuentan unas cosas, pero se acallan otras. En el fondo el problema no es ese. El asunto es que en Chile el poder siempre ha estado en los mismos grupos.
En otros países el poder se ha compartido entre varios sectores, entonces, la historia se va contando desde diversos matices. En Chile eso no ha sido así. No hay una sola historia y por eso ha costado poner en el ruedo las otras varias historias de Chile que deben contarse…
Como que nuestra historia también se contó de manera muy rápida y en poco tiempo, se quiso totalizar muy luego…
– Con sus 200 años Chile es un país muy joven aún y en esa dinámica se buscó que la historia fuera una rápida amalgama de sus habitantes, hubo la idea de hacer un relato unificador instantáneo, una imposición fuerte de una supuesta identidad común.
Por eso creo que el relato ha sido tan elegido y orientado a la homogeneidad, inventando una nación con ciertos valores y relatos comunes. Y ese ha sido el error principal y más grave.
De paso, en ese relato forzado e inventado, se te dice que la esencia de Chile son sus instituciones, por lo que si tú criticas las instituciones, estás haciendo caer al país. Esa idea falsa ha servido para confundir, porque se incluye en esa institucionalidad -por ejemplo- a la iglesia, en circunstancias de que el Estado es laico.
Y también para mentir, porque se esconden muchos crímenes debajo de la alfombra. Las personas son más importantes que las instituciones, lo contrario deshumaniza.
Pero parece que la fórmula tarde o temprano termina por pisarse la cola…
– Ah, claro… La historia de Chile es un manual motivacional de autoayuda diseñado para construir un relato artificial de un pueblo joven que necesitaba autoafirmarse. Como ejemplo, una sola paradoja: “Chile es uno” y se meten en el clóset las distintas etnias, sus costumbres y lenguajes.
Lo bueno es que en este debate que se ha generado a partir de tu aparición ha habido de todo: historiadores que te critican e historiadores que te valoran…
– Es que esta discusión se está dando hace rato en otros países, nosotros nos demoramos en llegar. Por eso algunos han reaccionado mal, se trata de las primeras reacciones. En todo caso no busco reemplazar relatos, quiero proponer otros, esos que no han sido contados ni compartidos.
Lo que debería ocurrir es que se generaran espacios de debates, para que los historiadores vean por qué en los colegios los ramos relacionados a esta disciplina están mal considerados y así vayamos calibrando respuestas, que nos vayamos conociendo.
No he buscado nunca proponer algo que no soy. No soy historiador y he participado en varios debates universitarios con varios de ellos. Como dices, algunos han entendido la vocación popular de mi propuesta y otros no tanto, pero lo bueno es que aquí estamos, hablando de historia de Chile en la televisión, algo que no pasaba desde hacía mucho.
Un punto interesante es que te han cuestionado datos incompletos, pero no te han dicho que tus tópicos son falsos…
– Sí, es algo muy importante. Me cuidé mucho de eso. Sentí que me iban a dar primero por ese lado, si es que no decía la verdad.
Pero, como te señalaba, todo eso se está pisando la cola hoy, seguir con ese tipo de modelo ya no se puede mantener…
– Por supuesto. Esta idea de que Chile es uno se cae a pedazos… Es un proceso intenso y también moderno, las redes sociales han permitido construir relatos extraoficiales, fuera del discurso monolítico, es algo que hoy las personas están viendo a diario.
La política, la economía, los empresarios, todos tienen un tejado de vidrio preocupante y amenazador, la institucionalidad no ha servido para mantenernos unidos, más bien profundiza un orden en el que no hay espacios de diálogos más democráticos.
Este aparente despertar que vive la sociedad es algo generacional? Porque no se dio en los 90, cuando esa juventud al parecer se acomodó rápidamente a la idea del consenso y del Chile “moderno”…
Sí, estoy de acuerdo. Quienes vivimos y crecimos en democracia tenemos una experiencia tan desprovista de derechos básicos que la transición realmente nos pareció que trajo la alegría. Pero para quienes no tienen esa experiencia, les parece que nuestros grados de aceptación colindan con lo despreciable y son capaces de pedir más, de luchar por más.
No les tienen miedo a nada, no creen en eso de la democracia en la medida de lo posible. Nosotros le entregamos un cheque en blanco a la concertación en agradecimiento por salir de la dictadura, pero las nuevas generaciones ya dieron de baja esa forma de hacer política.
Y qué te dice la gente, esas personas que hacen fila para que les firmes un libro…
– Lo principal es que se han sorprendido al entretenerse con una materia que siempre les ha parecido árida hasta ahora. Han agradecido que las dinámicas narrativas utilizadas les hayan permitido entender temas que les eran lejanos y complejos de la historia.