Un libro sorpresivo y diferente. El autor, experto en religión y cosmovisión aborigen, entrega en 190 páginas una orientación de cómo entender el sentido psicológico y moral de la tradición mapuche, analizando sentencias y miradas que van demostrando la profunda y dialogante relación existente entre naturaleza y ser humano.
“Ya que es tan corto el tiempo que vivimos, ¿no tendríamos que venir a vernos?”, “Al hombre malo no se le tiene compasión”, “Me iré a la tierra, donde uno se hace gente”, “A lo bueno se le sigue el rastro” o “Así, sin más, no se trepa la araucaria”, son algunas de las sentencias mapuches que Mora explica, contextualiza su sentido e interpreta como un guía.
Se trata de un lazo intenso con ese país que es condenado al olvido, que se esconde bajo la alfombra de un obsesivo desarrollo y no se mira como otro ante el cual relacionarse y aprender. Es, sin duda, una propuesta valiosa, que abre almas y espíritus.
Cabe consignar que las miradas mapuches trasuntadas en las palabras del libro permiten contar con un espejo distinto desde donde mirar la vida y entender mejor el significado de las cosas y de las relaciones humanas, lejos del artificial caos que genera la modernidad.
El autor presenta en este trabajo, que ha tenido varias ediciones en distintos sellos editoriales, una profunda investigación desde la oralidad, desde el estudio in situ. Análisis que han sido también un descubrimiento autobiográfico, puesto que como muchos de los mapuches de la Colonia o la República, la familia del autor cambió su apellido a algún hispano cristiano.
Muchos apellidos se perdieron junto a su historia. El autor no quiso eso y se esforzó por seguir la madeja paterna, local y aborigen, que comparte con una raíz materna europea y pirata. Es precisamente el esfuerzo que debiera hacer Chile como país. Juntar las piezas del rompecabezas con el que se arma cada día.
La sociedad chilena parece embobada en el olvido de su origen (que el autor llama con gracia y precisión «alzheimer ontológico»), sin embargo, hace falta un aspecto bastante clave que el libro sugiere: «Uno no percibe una gran palabra ni con los ojos ni con los oídos, sino con un alma y un corazón al nivel de lo que es revelado y con una conciencia esclarecida por una misma luz».