El poeta Manuel Silva Acevedo (Santiago, 1942), Premio Nacional de Literatura 2016, es un representante fundamental de la generación de los 60. Con una obra sólida y -para mi gusto, espléndida- posee un manejo notable del lenguaje y de la lírica, además de una gran sabiduría para tratar múltiples tópicos, entre ellos el erótico.
En “Monte de Venus”, por ejemplo, nos encontramos con el poema “Último”:
¿Qué habrías hecho para apoderarte de mi oído
y mi sangre y mis hundidos huesos parietales
y mi soledad de ropa sucia
y mis palpitaciones y bramidos
como trenes subterráneos estremeciendo el mundo?
Cada texto del autor exhibe un cierre magistral, pudiendo ser unitario o serial. Un libro emblemático de la poesía chilena en ese sentido es “Lobos y ovejas”, del cual todos los poetas de nuestra generación -los 80- aprendimos mucho, respecto a cómo estructurar un libro-poema:
«No seré nunca más prenda de nadie
Mucho menos de ti
pastor dormido contra el árbol
No debiste confiar en la oveja mendiga
No debiste confiar
en mis estúpidas pupilas aguachentas
Serás víctima de la oveja belicosa
Ya no habrá paz entre pastor y oveja
Se engaña el pastor
Se engaña el propio lobo
No seré más la oveja en cautiverio
El sol de la llanura
calentó demasiado mi cabeza
Me convertí en la fiera milagrosa
Ya tengo mi lugar entre las fieras
Ampárate pastor, ampárate de mí
Lobo en acecho, ampárame».
“Terrores diurnos”, otro de sus poemarios más importantes, fue un libro casi clandestino, autoedición prologada por Enrique Lihn: propuesta poética valiente, transgresora, cuando era complejo escribir de ciertos temas o -mejor dicho- vivencias padecidas bajo dictadura.
También es un grande y generoso amigo, que siempre está presente en las lecturas de los poetas más jóvenes y de los que veníamos tras su generación generosa. Compartieron también su forma de ser Waldo Rojas, Gonzalo Millán, Óscar Hahn, Hernán Lavín Cerda, Floridor Pérez, Hernán Miranda Casanova, Jaime Quezada, Omar Lara y Oliver Welden, entre otros.
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Manuel vivió el “in-xilio”, como el investigador chileno Grínor Rojo llama al exilio interno. Quizás más duro y radical que el externo, dado que en el Chile de la época todo era miedo y -claro- terrores diurnos y también nocturnos.
Como dijo el poeta nacional Thomas Harris en un post de Facebook, Manuel escribió desde el subsuelo, dostoievskianamente y calló durante algunos años. Pero siempre estuvo ahí su lírica inaugural y profética para mostrarnos el camino a los poetas de nuestra generación.
Su obra transita entre lo profético/político, lo erótico y un giro hacia lo espiritual, desde que -como él mismo lo señala- leyó “Encuentros con hombres notables” del autor francés George Gurdjieff, moviéndose hacia la pasión católica, siempre desde una perspectiva humanista y esperanzadora.
Un poeta “sottovoce”, pero con una fuerza lírica como pocos. Hay que leerlo, no ignorar las voces que nos han precedido y enseñado a escribir como hoy se hace. Manuel Silva Acevedo es uno de los más notables en esa labor.
«Hay un lobo en mi entraña
que pugna por nacer
Mi corazón de oveja,
lerda criatura
se desangra por él
Por qué si soy oveja
deploro mi ovina mansedumbre
Por qué maldigo mi pacífica cabeza
vuelta hacia el sol
Por qué deseo ahogarme
en la sangre de mis brutas hermanas
apacentadas
Me parieron de mala manera
Me parieron oveja.
Soy tan desgraciada y temerosa
No soy más que uno oveja pordiosera
Me desprecio a mí misma
cuando escucho a los lobos
que aúllan monte adentro
Yo, la oveja soñadora,
pacía entre las nubes
Pero un día la loba me tragó
Y yo, la estúpida cordera,
conocí entonces la noche
la verdadera noche
Y allí en la tiniebla
de su entraña de loba
me sentí lobo malo de repente».
(*) La autora es poeta y narradora, autora de los libros «Mujeres del mundo: uníos» (1984), «Elefante» (2008), «Vida de perras» (2000) y «Amiga mía» (2003), entre otros. Junto a Lilia Calderón y Thomas Harrys ha participado en dos notables libros de recopilación poética nacional: «Veinticinco años de poesía chilena: 1970-1995» y «Antología de poesía chilena». El año 2016 compitió junto a Silva Acevedo por el Premio Nacional.