Los vimos temprano. Recién habían abierto el acceso, el mediodía del sábado 1 de abril, y ya estaban ahí, con sus poleras negras, pegados a la reja del escenario principal del Lollapalooza Chile, en el Parque O’Higgins de Santiago.
Por suerte, no estaba tan caluroso; algunas nubes y un poco de viento daban pequeños alivios, cada cierto tiempo, por ese ropaje oscuro que tenía una palabra en común: Metallica.
Todos los que ingresamos en ese momento los observamos, a la misma hora que suena el cañón del cerro Santa Lucía y las sirenas de los cuerpos de bomberos de muchas comunas. Ahí estaban, impertérritos, sobre la elipse que cada septiembre recibe las pisadas marciales de miles de botas, casi diez horas antes de que comenzaran a tocar, guardando las primeras filas.
Eran los integrantes de la familia Metallica, los que nunca fallan, los que tuvieron que ver durante el día las presentaciones de La Pozze Latina, Lucybell, Cage the Elephant y Rancid, antes de gritar rockeramente cada tema del cuarteto de trash metal estadounidense más famoso del mundo.
Cuando comenzaron los acordes de “L’Estasi dell’Oro” de Ennio Morricone -parte de la banda sonora del más grande clásico del spaguetti western de todos los tiempos, “Il buono, il brutto, il cattivo”, de 1966 dirigida por Sergio Leone- las poleras negras ya abarcaban varias decenas de metros alrededor del escenario.
Y ellos sabían que las breves imágenes del “Feo”, interpretado por Eli Wallach, corriendo eufórico entre las tumbas de un cementerio de caídos en la guerra de secesión, eran el prólogo de la actuación de James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo.
Interpretados los primeros temas, su vocalista agradeció la invitación al evento y valoró la posibilidad de formar parte de la variada oferta de estilos musicales que ofrece el Lollapalooza. Y también reconoció a sus seguidores: “The Metallica family is here…”, dijo James, aludiendo a que ellos sabían perfectamente cómo seguir el show.
Pero no se quedó allí y supo mirar al futuro, agregando: “and to the new family members, follow us!”. Fue exactamente lo que hicieron los miles de asistentes ese día: los siguieron desenfrenadamente.
De acuerdo a los organizadores, 160.000 personas asistieron a los dos días del festival. Y el sábado 1 de abril, de los 80.000 un alto porcentaje iba por Metallica, como se aprecia en la fotografía aérea presentada en el sitio web de Lollapalooza Chile.
Es una imagen impresionante. Los otros miles estaban al interior de la cúpula, que fue el escenario de los DJ, con sus propias reglas, sacrificios y recompensas.
Las transmisiones televisivas también batieron récords: fueron seguidas en promedio por 1.890.000 personas. El streaming tuvo 223.000 usuarios únicos, con un peak en la presentación en la cúpula del DJ Martin Garrix, a las 22 horas del domingo, de 72.000 usuarios conectados, seguido por el show de Metallica, con 62.000.
Habían pasado más de siete años desde la primera vez que los vi en vivo, un veraniego martes 26 de enero de 2010, en el Club Hípico de Santiago, y seguían siendo extraordinarios, extremadamente profesionales y con la fuerza de un tsunami; como si cada uno de sus 24 años de historia les diera más energía y virtuosismo.
Y los chilenos hemos sido testigos de su evolución, porque estuvieron en sus inicios aquí, el 4 de mayo de 1993, en el velódromo del Estadio Nacional. Y regresaron también en mayo de 1999, en la pista atlética del Estadio Nacional.
El Lollapalooza 2017 los trajo de regreso por quinta vez, tres años después de su último concierto en suelo nacional, el 27 de marzo de 2014, en el estadio Monumental. El pasado fin de semana, el sonido, la iluminación, los efectos especiales fueron de una calidad excepcional.
Por supuesto que disfruté todos los temas, pero mis preferidos siempre serán los clásicos: “One”, “Sad but true”, “Fuel”, “Master of puppets” (¡que durante muchos años de soltería usé en mi celular para despertarme cada mañana!), “Seek & destroy” y el temazo con que terminaron, “Enter sadman”.
“Say your prayers little one/Don’t forget, my son/To include everyone…”. Y sí, todos fuimos incluidos.