Serie «House of Cards»: El crudo encanto del poder

Corría el año 1996 cuando John Doe fue elegido el mejor villano del año en los premios MTV. El personaje interpretado por Kevin Spacey en “Los siete pecados capitales”, fue uno de los más comentados de la temporada, merced al thriller dirigido por David Fincher.

Doe era un personaje imponente, pero no físicamente, sino por lo que decía, por su actitud, por la mirada de Spacey que helaba tanto a Brad Pitt como al espectador.

Corre el año 2013, cuando Francis Underwood se da cuenta que le pusieron freno a toda su ambición. El candidato que él apoyo salió elegido presidente de los Estados Unidos, pero no le dieron el rol que esperaba en la administración norteamericana: ser secretario de Estado.

Underwood también es un personaje imponente no por su condición física, sino por lo que dice, por su actitud, por cómo mira a la cámara mientras se dirige al espectador. Spacey nuevamente se hace grande, por segunda vez con David Fincher en la dirección, pero esta vez en la pantalla chica.

El 1 de febrero de 2013 Netflix, plataforma on line de películas y series, estrena la primera temporada de “House of Cards”, serie producida por Fincher, quien a la sazón es ya un mítico realizador con intensas películas como “El club de la pelea” y “Zodiaco” a su haber. Para esta nueva serie, se reserva el piloto y se ubica detrás de las cámaras.

Como rey del show, el doblemente oscarizado Kevin Spacey se hizo dueño de Francis Underwood que le calza como anillo al dedo: un político ambicioso, codicioso, egoísta, con ansia de venganza y con la dosis precisa de humor negro, mala leche y sarcasmo que muy bien caracterizan a este actor, ya sea en papeles cómicos tipo “Quiero matar a mi jefe” o en sus famosas imitaciones que se multiplican en Youtube, donde se ríe de próceres de la actuación como Jack Nicholson, Cristopher Walken y Al Pacino.

La trama viene de la original del mismo nombre que emitió la BBC en Inglaterra, en los albores de la década de los 90. Como gancho, presenta -además de los dos nombres mencionados- a la eficiente Robin Wright (la recordada Jenny de “Forrest Gump”), como la esposa de Underwood.

Y figura también Beau Willimon, guionista nominado al Oscar 2012 por la intrigante “Secretos de Estado”, con George Clooney y Ryan Gosling como protagonistas. Aunque al finalizar la cuarta temporada, decidió bajarse del barco.

En la serie, con claros elementos shakespearianos, Spacey se roba las miradas con su andar vengativo sobre los hombres más poderosos de Estados Unidos.

Con diálogos solemnes -a veces sencillamente imposibles, aunque poderosamente adictivos- va fraguando su ascenso al poder por el lado oscuro de la fuerza.

El intérprete de “Belleza americana” mira a la cámara, sonríe pícaramente mientras sus ojos muestran confianza en que logrará llevar su andar a buen puerto. Como dirían los españoles, Spacey nos observa cachondamente buscando la aprobación.

En realidad no la necesita y le da igual, da por descontado que sus actos dan para gozar con su forma de ser, con su cruzada. Piensa que, al final, todos caen en sus garras.

Y tiene razón. Con un carisma arrollador, superior a otros ejemplos de este estilo, como Bruce Willis cuando rompía la cuarta pared y miraba a la cámara en “Luz de luna” o más recientemente Don Cheadle en la comedia “House of lies”, Spacey atrapa tal como hizo su John Doe o su Verbal Kint en la ingeniosa y adictiva “Los sospechosos de siempre”.

Con esta serie, Netflix marca a fuego su entrada al Olimpo del mundo de las series. La plataforma on-line se hace de una dupla que trabajó tras las cámaras en “La red social”, con Fincher como director y Spacey como productor ejecutivo, para dar una señal potente del poder con el que cuentan.

US$60 millones de presupuesto y doce capítulos en su primera temporada. Quienes aún no se abonaban a Netflix, pudieron ver el piloto de la serie gratis, por si les gustaba. La jugada resultó de oro, la mayoría que vio la muestra, se incribió en la plataforma.

En cuanto a la versión original inglesa, es posible encontrarla en la web. La propuesta es obra del guionista Michael Dobbs, quien fue parte del equipo asesor de Margaret Thatcher y que, por cierto, se basó en ese conocimiento para dar vida a Francis Urquhart.

El personaje, brillantemente interpretado por Ian Richardson, también mira a la cámara como Spacey, pero que con su acento y humor british marca una clave distinta a la versión estadounidense.

La trama es similar, pero mientras Spacey habla sobre políticos ficticios, Richardson habla mirando un retrato de la “Dama de Hierro”. Es que pese a la brillante factura de Netflic, pese a los dos Oscar del protagonista, pese a tener a un director que arrastra una gran grupo de fans y pese a ser uno de los grandes hitos de las series, en atrevimiento, desencaro y frescura, los ingleses se llevan la victoria.

El consejo: ver ambas versiones. No habrá arrepentimientos.

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