Sobre robots, prestamistas y taxi boys: Tres historias sobre el cajero automático

Una información en un sitio web de un banco contaba lo siguiente: «John Shepherd-Barron era un escocés que trabajaba para De La Rue, empresa que por entonces fabricaba máquinas de contar dinero. Su trabajo estaba en Londres pero vivía en el campo. Solía ir los sábados al banco -que abría de 9 a 12:30- para sacar el dinero de la semana. Una vez en 1965 llegó tarde por un minuto y empezó a preguntarse como obtener dinero sin necesidad de ser atendido por una persona. La idea le vino de una máquina expendedora de chocolate y pensó que podría funcionar del mismo modo» (1).

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La historia del surgimiento del cajero automático tiene una épica y un tono de progreso social muy marcado. Por suerte en el colegio primario nos enseñan que no siempre en las historias los buenos son tan buenos y los malos tan malos.

El escritor mexicano Juan Villoro, el ensayista francés Alain de Botton y la cineasta argentina Verónica Chen -por ejemplo- han encontrado rasgos de ansiedad, remembranza y prostitución en torno a la existencia de cajeros automáticos.

Cajeros3333El primero de ellos se encuentra en el libro «Ansiedad por el estatus» (Taurus, 2004). En el capitulo 5, titulado «La dependencia», de Botton escribe sobre la ansiedad de los empresarios por generar rentabilidad en sus empresas y para tal fin es necesario achicar el costo humano.

«El cajero automático fue instalado en una sucursal del banco Barclays en Londres en 1968 y, al año siguiente, se instaló por primera vez en el agujero practicado en la pared de una sucursal del Manhattan’s Chemical Bank. Díez años después, había cincuenta mil cajeros automáticos en el mundo y en el año 2000, un millón. Técnicamente impresionantes, esas máquinas no supusieron ningún motivo de celebración para los cajeros humanos. Como las cifras no tardaron en demostrar, un automático podía realizar el trabajo de no menos de 37 empleados y no solía ponerse enfermo» (2).

Tal vez se pensó en la forma mas rápida para que el ciudadano no pierda su tiempo en la cola de un banco, pero el asunto es bastante paradójico: uno podría pensar que gana tiempo, pero -desgraciadamente- también se pierde trabajo humano.

El otro que escribe sobre cajeros es Juan Villoro. En su libro «Hay vida en la tierra» (Anagrama, 2014) uno de sus cuentos se titula «El prestamista» y cuenta la historia de un compañero de primaria que manejó las finanzas de sus compañeros hasta la llegada del cajero automático en México.Maquetación 1

«¿Te acuerdas de cuando llegó la máquina?, me preguntó Tulio. Llevábamos treinta años sin vernos y me remitió al pasado con esa pregunta. Nuestra mayoría de edad coincidió con un invento que transformó las costumbres. Me refiero a la instalación en México de los primeros cajeros automáticos, asombro que sucedió en 1972 o 1973 (…)  cuando apareció la máquina. El amigo que resolvió nuestra economía en la preparatoria se encontró con un adversario industrial. Hoy en día el país tiene cerca de veinticuatro mil cajeros automáticos. ¿Habrá veinticuatro mil personas como Tulio, capaces de prestar sin otra usura que el interés para seguir prestando? Seguramente, pero no son tiempos de atenciones personales» (3).

Como bien enfatiza Villoro, la «máquina» es un sistema informático incapaz de generar ningún tipo de empatía o sensibilidad como si lo hacia Tulio en otro tiempo, otro lugar y otra costumbre.

Y por último, la realizadora argentina Verónica Chen en su película “Vagón fumador” se le ocurrió usar los cajeros automáticos porque son lugares muy tranquilos. En una nota a un diario ella explica:

Cajeros5555«Cuando empecé a pensar en el film solía volver de mi trabajo de edición caminando a mi casa en la madrugada y siempre veía los cajeros iluminados y vacíos en las avenidas (…) pensé que eran el escenario ideal para presentar al protagonista masculino, que allí dentro cobra el dinero por su trabajo y también puede ser visto haciendo lo suyo» (4).

En un mundo donde el lenguaje universal es el dinero o el amor, cómo no pensar al cajero automático como la unión perfecta de ambos.

Las tres historias giran alrededor del cajero automático desde distintos lugares: el ensayista francés augura la desigual lucha de clases con las máquinas, el escritor mexicano se acerca a su adolescencia para contarnos que hoy día no es tiempo de atención personalizada para manejar dinero y la cineasta argentina le da otro sentido, ofreciendo placer en un espacio en donde su función es dar dinero.

El surgimiento del cajero automático es una respuesta a la ansiedad de los ciudadanos de hacerse de efectivo o realizar trámites fuera de horario bancario. Hasta ahí todo bien; lo desalentador se vislumbra hoy en día, viendo cómo poco a poco las máquinas sustituyen el trabajo humano a paso redoblado y sin enfermarse.

Quizás como consuelo y siguiendo las palabras de Villoro, nos queda a nuestro favor que las historias no las cuentan los robots, sino los humanos.

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Citas:
1.https://www.bbva.com/es/noticias/educacion/educacion-financiera/historia-de-los-cajeros-automaticos/
2. Alain de Botton. Editorial Taurus, (2004)
3. Juan Villoro. Hay vida en la tierra (Anagrama, 2014)
4.https://www.pagina12.com.ar/diario/espectaculos/6-6179-2002-06-12.html

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