Jorge Lanata vino al mundo en septiembre de 1960 y quizás eso no sea para nada un dato menor. El clásico espíritu rebelde de aquella década (para muchos, la que de verdad cambió la historia del siglo que se fue), se le corporizó desde muy joven a este hombre que cambió la forma de tratar las noticias aquí en Argentina.
Talentoso, corrosivo, discutido, audaz, el irreverente periodista nacido en Sarandí se ha convertido en un referente ineludible a la hora de hablar del nuevo periodismo.
Hoy se encuentra en la cresta de la ola con su programa televisivo “Periodismo para todos” y con su programa radial “Lanata sin filtro”, desde los cuales denunció las irregularidades de la familia Kirchner con nombres, apellidos e investigaciones.
No tuvo reparos para dar cuenta del socio más cercano del fallecido ex presidente Néstor Kirchner de lavado de activos, en los que el ex mandatario tendría clara responsabilidad. Y por si fuera poco, siguió una madeja para descubrir cómo desde la Casa Rosada salían bolsos llenos de dinero hacia bóvedas personales de la familia que gobernó Argentina durante más de una década.
“Cómo hubiera sido lo que no fue”
Sus primeras “armas” periodísticas las hizo en la ya desaparecida Radio Belgrano y en la recordada revista El Porteño, que fue un soplo de aire fresco dentro de la densidad del Proceso Militar, como aquí en Argentina se conocen los años de dictadura.
Era un semanario que trataba los temas de manera bien diferente a lo que se hacía en ese momento y hasta se daba el lujo de indagar en el “inabordable” tema de los Derechos Humanos. En dicha revista, Lanata ejercía como jefe de redacción y escribía en la reconocida separata “The Posta Post”, que fue el germen de lo que sería su posterior gran éxito, el diario Página/12.
Con letras góticas, al estilo del clásico The New York Times, la sección citada tenía un subtítulo evidentemente sarcástico, pero decidor: “Todo lo que los demás medios saben, pero no se atreven a publicar”.
Hijo de un dentista y de una señora que desde que Lanata tuvo 5 años vivió postrada en una silla de ruedas, el destacado periodista resume también en su fuero interno una compleja historia de relaciones y afectos.
Hace muy poco tiempo, él ya teniendo 55 años, supo que fue adoptado. “No sé cómo podría ser para ustedes descubrir, en plena madurez, que muchas de sus respuestas se convierten en preguntas: la mayoría de ustedes saben de dónde vienen; yo me pregunto, ahora, cómo hubiera sido lo que no fue”, escribe en su reciente libro “56”.
Aprendió a leer desde muy pequeño, hecho que le permitió disfrutar de la biblioteca de un tío a cuya casa fue a vivir cuando a su madre adoptiva le descubren una lesión cerebral. Hace algunos años ella murió y -como pocas veces- se vio al duro Lanata esbozar un evidente gesto de tristeza en su rostro.
De su padre adoptivo, en tanto, el comunicador guarda pocos, pero intensos momentos, fue una relación difícil, lo que podría servir como un predictor de los desencuentros de Lanata con el poder.
Con el tiempo logró reconciliarse con esa imagen, sobre todo cuando valora que “siempre acompañó a su esposa, la mayoría de la gente que conozco, seguramente, la hubiera internado, desentendiéndose”.
La muerte de ellos le dejó una profunda huella. Quien fuera su imagen materna pasó tres décadas en silla de ruedas “pero jamás cambió su alegre humor”, recuerda el periodista.
Su figura paterna, en tanto, murió de un cáncer a los huesos, lo que posibilitó un último tiempo de mayor conversación entre ambos. “Cuando lo internaron guardó tres cosas en su bolso: un reloj, su pijama y varios ejemplares del `Página 12´. ¿Sabés lo que eso significó para mí?”, rememora con emoción Lanata.
Página 12 vio la luz el 26 de mayo de 1987, hace tres décadas, y es considerado uno de los mejores golpes a la cátedra, comparado con La Opinión, quizás el de mayor impronta en la historia del periodismo argentino.
El “Página”, como se hizo conocido, surgió en medio de un clima político profundamente enrarecido. El gobierno de Raúl Alfonsín transitaba por su tercer año y medio de gestión, comenzaba a resquebrajarse inexorablemente a partir de la irregularidad del Plan Austral (duro proyecto económico puesto en vigencia en 1985) y de los planteos militares que tuvieron su punto más alto un mes antes de la salida del Página/12.
Durante la Semana Santa del año 1987 un grupo uniformado denominado “Caras pintadas” se alzó en contra de la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, las que buscaban cerrar las investigaciones judiciales acerca del Proceso.
El diario de Lanata y Ernesto Tiffenberg, el segundo a bordo, introdujo un estilo absolutamente novedoso, con las noticias más importantes desarrolladas desde la portada, un chiste-editorial a cargo de los humoristas Rudy y Paz también en primera página y un enfoque diverso de la realidad, profundizando en áreas que los otros medios tenían relegadas como educación y cultura, lo que fue forjando un grupo de seguidores incondicionales desde su primera edición.
“Eso fue un vértigo, tenía 26 años”, recuerda Lanata. A la versión argentina de la revista Rolling Stone le confesó el momento exacto en que se dio cuenta de lo que estaba haciendo: “Pasábamos con Tiffenberg por Callao y Corrientes y de repente escuché el canto de un canillita: ´Clarín, Nación, Página/12` y ahí se me cayó todo: Hicimos un diario, loco… ¡Fuck!”.
El diario se armó con periodistas que no encajaban en las redacciones habituales, el mismo Lanata los instaba a renunciar en encuentros de bares, a lo que se adosaron firmas de columnistas de la talla de Juan Gelman, Osvaldo Soriano, Eduardo Galeano y Horacio Verbitsky, entre otros.
Para Lanata, sin embargo, la verdadera riqueza del diario no estaba en esas consulares figuras de la cultura trasandina. “Me dí cuenta después que la fuerza de ´Página/12` estuvo en la formación de equipos propios, lo que originó investigaciones incuestionables”, comenta.
Y cuando Lanata dice “estuvo”, no es gratuito. Su relación con el éxito editorial y periodístico que ayudó a fundar fue intensa, pero no duró más de siete años. El voluntarioso Página, con el tiempo, pasó a formar parte de los mismos ambiciosos holdings al que pertenecen los diarios más conocidos de Argentina.
De hecho, cuando en 1997 el diario celebró su décimo aniversario, su fundador fue ignorado a la hora de nombrar a los que participaron en su proyecto. No hubo cosa más hiriente para el duro periodista.
Identificado con la izquierda, aunque hoy su perfil es cada vez más independiente y liberal, Lanata adquirió mayor notoriedad durante el gobierno de Carlos Menem, momento en el que las investigaciones que llevó adelante destaparon varios casos de corrupción en una administración muy poco transparente.
La TV, la prensa escrita, el cigarro…
Su paso a la televisión en 1995 fijó la fecha exacta en que la opinión del público y de sus colegas en torno a su persona se polarizó definitivamente. Aquí en Argentina a Lanata se lo ama o se lo odia, sin término medio.
En radio adquiere mayor notoriedad desde el año 1993 conduciendo Rompecabezas, diariamente de 6 a 9 en la transgresora FM Rock & Pop, que dos años más tarde abandonó para volcarse definitivamente a la TV, dejando atrás todo el impacto de otro espacio radial, atractivo e irreverente por demás, llamado Hora 25.
Desde las pantallas de América 2, los domingos a la noche (día y horario inhabitual para programas políticos) se puso al frente de Día D, espacio que lentamente también llegó a convertirse en un suceso. A sus seguidores de siempre se sumaron personas que no lo conocían y descubrieron en él a alguien que le cambió el formato a este tipo de envíos, caracterizados por aburridas y largas mesas con invitados.
La desinhibición comienza en su vestimenta (poco formal), a su actitud (tuteo a todo el mundo, fumando mientras conduce) y se extiende a los informes que prepara o coordina (siempre prolijos y bien editados) sobre los casos de corrupción que envolvían y envuelven a la Argentina.
De más estaría aclarar que hubo muchos intentos por “levantar” o cancelar su programa en los años de Menem, sobre todo teniendo en cuenta que el dueño del canal, el empresario textil Eduardo Eurnekian, era íntimo amigo del mandatario. La difícil convivencia con Lanata terminó a fines de 1996, cuando no se le renovó el contrato a él ni a su equipo.
En agosto de 1999, a dos meses de la elecciones que consagrarían a Fernando de la Rúa, regresó nuevamente a las pantallas de América 2 (ya con otros dueños), para hacer su clásico Día D en forma diaria a las 21 horas. Luego condujo Detrás de las Noticias, un formato similar al que sólo le cambió el nombre, porque sus acompañantes, el horario, el día, el canal y, sobre todo, sus convicciones y críticas al gobierno de turno, se mantuvieron igual.
Todo ese espíritu se trasuntó de manera perfecta a otro proyecto periodístico exitoso de Lanata: la revista “Veintiuno”, que por los complejos caprichos conceptuales del periodista cambió de nombre a “Veintidós” y luego a “Veintitrés”, la revista “del siglo que viene”.
Se trataba de una publicación sin contemplaciones contra la corrupción esté donde esté, sacándole el jugo a sus obsesiones: Menem, los políticos, los negocios truchos y la corrupción en la administración pública.
Atractiva, perfectamente bien escrita, profunda, abierta a la autocrítica y con una sección de “Cartas al director” de varias páginas en donde Lanata abre un verdadero consultorio con sus lectores, la revista pasó momentos de dulce y agraz, tanto en lo económico como en lo periodístico. Hasta que tuvo que salir de ella.
Lanata suma en su carrera publicación de libros de novelas, cuentos y reportajes; documentales; colaboraciones en revistas y medios internacionales. Hasta publicaciones caras y fashion como la revista “Ego”, a través de la cual se ligó al mundo de los empresarios exitosos.
A mediados de los años 2000 fundó otro diario, “Crítica”, con el cual vuelve a poner los dedos en la llaga, pero que debe vender. Actualmente está a la cabeza de “Periodismo para todos” (Canal Trece), pero también en una fase en que comienza a enfrentarse a sus propios fantasmas.
El año 2015 se sometió a un complejo transplante de riñón, ya que debía hacerse constantes diálisis. La operación fue exitosa y le obligó a cambiar varias cosas de su vida personal. Primero, conocer su verdadero origen. Y segundo, dejar de fumar.
Con respecto a lo primero, él plantea en su reciente libro que «mis preguntas intuían un secreto que busqué sin proponérmelo casi toda mi vida (…) Esto soy ahora, nacido nuevo de preguntas».
Sobre su asidua preferencia por el cigarro, claramente era algo que formaba parte inquebrantable de su forma de vida. Allí donde no le dejaban fumar, se retiraba indignado. Por años en sus programas fumaba mientras hacía entrevistas. Lanata fue siempre él, su circunstancia y su cigarro.
Ha reconocido también su condición de adicto a la cocaína, aspecto que siempre le sirve a sus enconados enemigos para sacárselo en cara cuando hay que enfrentarse a sus investigaciones.
Pero como el “Ciudadano Kane”, el irreverente periodista del sur del mundo se convierte lentamente en un ícono. Decir que Lanata es el último revolucionario del periodismo en la Argentina puede ser discutible y hasta sospechoso. Pero debe reconocerse que es algo no muy lejos de ser verdad.
* Eduardo Bolaños, Buenos Aires, Argentina/ con información editada en CyT, Santiago, Chile
* Foto principal/ Prensa El Trece