Con más de una década de existencia, a la compañía independiente LaFamiliaTeatro no le gusta el camino fácil. Desde sus comienzos han optado por una línea de trabajo basada en lo que Eduardo Luna, su director, denomina “la problemática fundacional del individuo: la escisión entre el ser natural y cultural”.
Uno de sus más destacados montajes es “La niña astronauta”, que con más de cuatro exitosas temporadas, vuelve a presentarse durante los fines de semana de julio, hasta el día 23, en el Anfiteatro Bellas Artes. Las funciones reciben un aporte voluntario por parte de los asistentes.
Luna subraya que el trabajo de la compañía “corresponde a un minucioso y acabado proyecto de realización, que incluye investigación del arte escénico en general, cuestionando el oficio al extremo y llevándolo a una práctica que se distingue tanto en forma como en contenido”.
Egresado de la Universidad de Chile, el actor y director cuenta con historia y prestigio. “La condena” (2004), “María: confesión lúcida de motivos” (2006), “La infanta difunta” (2007) y “La virgen de hierro: testamento de un criminal” (2008), son algunas de sus puestas en escena .
Y el prestigio vino de la mano del Festival Internacional Santiago a Mil del año 2007, oportunidad en la que fue destacado como uno de los cuatro directores jóvenes de mayor relevancia del certamen.
«La niña astronauta» reflexiona en torno al mediático caso de Nicole Aravena, una niña de Villa Alemana que falleció en el año 2006 producto de una extraña enfermedad a la piel.
De las obras que han llevado adelante, ¿cómo explicas la evolución que ha tenido el grupo y de qué manera se relacionan esos trabajos con el desarrollo que va adquiriendo la compañía en el tiempo?
– Nuestro primer estreno como LaFamiliaTeatro fue «La condena», una obra inspirada en el mundo de Franz Kafka. En ese momento estábamos cursando el tercer año de teatro en la Universidad de Chile y gracias a lo hecho con ese montaje accedimos al Festival Internacional Santiago a Mil, lo que se repitió por tres años consecutivos. Imagínate, con sólo 22 años ya estábamos haciendo giras y en la prensa se decía que éramos los «niños genios» del evento.
En ese contexto surgieron ciertas facilidades para funcionar, pero también dificultades relacionadas con nuestra inmadurez para enfrentarnos a todo lo que se nos vino. Claramente ocasionó quiebres y pérdidas al interior del grupo. El año 2009 logramos reestructurar la compañía con algunos de los integrantes originales y varios integrantes nuevos.
A partir de ese momento, surgieron los proyectos «Cuando Juana conoció a Robert Wilson», un creador norteamericano cuyo trabajo es reconocido a nivel mundial. Y «La doncella de Orleans» de Frederich Schiller, cuya belleza plástica la llevó a recibir varios premios y reconocimiento de la crítica y el público.
Eso determinó una línea de trabajo más madura y desde ahí pensamos el teatro en una estrecha comunión con el espectador, a partir de problematizaciones en torno al lenguaje, la cultura y el mercado.
“La niña astronauta” se centra en un caso verídico, ¿cómo se relacionan desde un género de ficción con los temas que surgen de la realidad? ¿Cuál es el trabajo que hacen ahí hasta la puesta en escena?
– Lo primero fue acercarnos con mucho respeto por la familia y al recuerdo de Nicole. Luego, generamos una documentación exhaustiva y responsable que nos fuera acercando al personaje y su historia. Somos una compañía que, en general, trabaja con relatos y producimos historias. Pero una de nuestras motivaciones es, precisamente, cuestionar los relatos oficiales. Esos que cuentan la historia de Chile sólo a partir de una cantidad acotada de sucesos.
Por lo mismo, nos dedicamos a indagar en los márgenes, en los lugares desde donde emergen voces que dan luces más certeras sobre quiénes somos y cuál es nuestra situación histórica. Y el caso de Nicole fue ampliamente mediatizado gracias a la intervención de programas de TV tipo «Hola Andrea» o entidades como Fundación La Vaca.
Al final, no hicieron nada por ella y luego la obviaron. Eso habla de un modus operandi que necesitábamos abordar creativamente en la puesta en escena. El paso al montaje fue construido a base de la escritura de escenas a partir de documentos periodísticos y de ficciones personales, que luego fueron nutridos gracias al trabajo de los actores.
¿Hay, entonces, el desarrollo de un punto de vista crítico con la realidad?
– En esta ocasión, pusimos en valor los dispositivos presentes en la construcción de nuestra realidad y cómo éstos influyen en lo cotidiano. Creemos que existe la construcción de una realidad simulada, en la que los medios de comunicación juegan un rol importante, y es esa la historia oculta que transmitimos a los espectadores.
En la obra, por ejemplo, Nicole deposita su esperanza de existir para otro -fuera de su habitación- a través de una entrevista que se le realizó, es decir ella virtualiza su intento por trascender en el mundo.
Como grupo de creadores, pretendemos ser críticos con nuestro contexto y la evolución comunicacional que experimentamos, en la medida que dicha evolución y virtualización de la experiencia sirve como dispositivo de poder institucional.
¿De qué forma se genera el proceso creativo para darle cuerpo a las obras en el grupo?
– Las metodologías de creación al interior de LaFamiliaTeatro tienen estrecha relación con las necesidades específicas de cada montaje.
Hemos pasado de la creación colectiva y la experimentación con obras como «Cuando Juana conoció a Robert Wilson», hasta modelos más convencionales basados en la interpretación de textos previamente escritos, tal como nos ocurrió con «Todas las aves».
Nos importa que la obra devele por sí misma lo que requiere para ser llevada al escenario. Nos distingue en nuestros montajes una profunda preocupación por la creación de mundos estéticos que puedan dialogar con el espectador, no reduciendo la experiencia a lo ya conocido, sino que ampliando una suerte de registro subjetivo que le permita vagar en la fauna de la percepción como un niño.
Creamos espacios de reflexión y también espacios plásticos cuyo objetivo fundamental es dar cabida a lecturas de percepción más complejas, sin dejar de contener formas cercanas al espectador.
¿Cómo evalúan la trayectoria que ha tenido «La niña astronauta» desde su estreno el año 2014?
– Nuestra primera temporada en Sidarte fue una instancia de exhibición que nos dio luces de lo potente del trabajo. Por una parte, logramos un importante marco de público que luego nos llevó al teatro Palermo de Puente Alto, al Centro Cultural Gabriela Mistral de Villa Alemana y en la sala Sergio Aguirre de la Universidad de Chile, bajo el marco del Festival Internacional Santiago Off.
Por otro lado, Sebastián Silva -actor de la obra- recibió la distinción a Mejor Actor de Reparto en los premios “7° Los Contadores Auditores Awards”, entregados en el Centro Cultural Matucana 100, además de ser considerado uno de los actores del año 2014, por medios como Soloteatro y Gaceta Blackout.
Siempre buscamos ofrecer la mejor experiencia teatral del año para quienes nos vayan a ver. Por lo mismo, cada aspecto de la obra ha sido pensado y trabajado con un alto nivel de rigor y una creatividad notable. Algo por lo que vale la pena correr…