Once para el 11: Once personas reflexionan en torno al día que sigue marcando la historia de Chile

Un nuevo 11 de septiembre en el calendario. La fecha que marca el fin de la democracia en el país y el comienzo de una larga dictadura continúa influyendo el devenir nacional.

De hecho, hoy parece incorrecto sólo hablar de «golpe militar» para contar qué ocurrió ese día. Cada vez suena más fidedigno hablar de «golpe cívico-militar», porque los uniformados hicieron la tarea sucia que muchos civiles organizaron e instigaron.

En casi tres décadas de recuperación democrática, ya son dos las generaciones de jóvenes que se han formado en los colegios bajo el nuevo contexto sociopolítico. Se suman con su mirada y sus puntos de vista a lo que el país siente por esta intensa, compleja y polémica fecha.

Cultura y Tendencias le pidió a once personas que reflexionaran sobre el 11 de septiembre. La mayoría son profesionales de diversas áreas, incluyendo a una joven estudiante. Se trata de hombres y mujeres, algun@s conocid@s y otr@s definitivamente no.

Se les pidió que respondieran dos preguntas. Tuvieron total libertad para hacerlo. La idea fue indagar, proponer una reflexión desde distintos espacios, edades y miradas.

Queda muy claro que el 11 de septiembre es un día que sigue marcando la historia de Chile.

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Preguntas realizadas:

1. ¿Qué se debe hacer para superar el 11 de septiembre como fecha divisoria en el país?

2. ¿Cuánto crees que falta para eso y desde dónde debieran surgir los primeros gestos?

 

1. Francisco Ortega, escritor.

1. No se debe superar, nos debemos hacer cargo de esta fecha. Aquellos que dicen que hay que dar vuelta la página son quienes tienen algo que esconder. El 11 de septiembre no se va a superar mañana ni dentro de cinco años, falta mucho y sobre todo falta voluntad. Y dejar de hablar con lugares comunes.

2. Al menos un cambio generacional y para eso mínimo una década. Dejar de pensar que hay que dar vuelta la página como si nada. No sé cual debiera ser el primer gesto, pero a mí me gustaría que viniera de las Fuerzas Armadas, que quitaran los retratos de Pinochet y Merino de los cuarteles y los borraran de su historia, desde la perspectiva de héroes que hoy les dan.

 

2. Ignacia Salfate Del Río, estudiante 3o Medio, Colegio Alcántara de La Florida.

1. Ver la verdad y generar opinión. Ahora en la asignatura de Historia en la Enseñanza Media (3°), está incluida la época de la dictadura con muchos detalles que anteriormente no se veían, hasta incluso sobre la Dina y los informes de la CIA, el neoliberalismo.

A partir de esa posibilidad, se ha podido dar un debate entre nosotros, conocer más, generar una opinión con argumentos, sin hablarle al viento y ha sido súper importante porque se ha dado en un ambiente de tolerancia.

Aunque suene raro, la intolerancia no se puede tolerar, hay que respetarse unos con otros, no pasar a llevar. Creo que ante esta fecha lo que hay que subrayar es escucharnos y entendernos, ver los distintos puntos de vista y no llegar a la violencia.

2. No creo que exista un momento exacto en que eso pase. Siempre va a haber gente que no piense lo mismo que yo o que, simplemente, se encierre en sus ideas. Lo que considero un paso adelante es el hecho de que la educación cívica está de vuelta en los colegios.

Se trata de algo muy importante, ya que una formación en este sentido desde la adolescencia va a permitir la inculcación de valores, el acceso a información ciudadana y el respeto entre distintas miradas. Con eso, creo que es posible un ambiente de respeto, sin divisiones. En cuanto a los adultos, es difícil que cambien su pensamiento más divisorio, se han formado en un ambiente de polarización constante y así es difícil comprender otras perspectivas.

 

3. Miguel Vera Cifras, musicólogo, director programa radial Holojazz.

1. Creo que las fechas divisorias definitivamente jamás se superan, si entendemos por superación una extinción del conflicto. Son cicatrices que siempre están ahí, porque algo queda debajo de la costra. El asunto es aprender a vivir con ellas, pues lo mismo que nos separa también nos une, como el río Mapocho que divide y vincula a la ciudad de Santiago en dos partes.

Hay que revisar la premisa: ¿qué es superar? Pues si superar es eliminar la división y el conflicto, entonces se trata de una tarea inoficiosa y siempre infructuosa. No se ha terminado la división entre Carreristas y O’Higginistas pese al tiempo transcurrido. En cambio, lo que en efecto sí ha ocurrido es que el país ha terminado por incorporar esta división como parte de su fisonomía.

Es como el diálogo que se da en el jazz. Ahí no se rehúye el conflicto (el chase de jazz), sino que se incluye en un marco de conversación e improvisación, recogiendo las posturas individuales y procurando que formen un mismo cuerpo, pese a sus diferencias y contradicciones. Sin borrarlas ni ocultarlas, sino incorporándolas como partes del mismo fluir jazz juntos.

2.Una posición cómoda -no conflictiva- diría que sólo el paso del tiempo cura las heridas, pero eso tampoco es cierto; también se pueden enconar más aún. Y eso sí es grave. Lo vemos en los conflictos étnicos o culturales en Europa o Estados Unidos. Pienso en el conflicto religioso en Irlanda o en el problema racial en Norteamérica.

Entonces, hay que hacer cosas para ventilar la herida, que es la única manera de formar la costra y de que la cicatriz se vaya estableciendo e incorporando. De ahí que la política, la política en todo el mundo ha sido construir esa memoria y apelar a una sana discusión sobre el trauma que los conflictos dejan; la presencia de una distancia crítica que no rehúye los sentimientos vivos aún presentes es necesaria; porque rememorar significa de alguna manera volver a vivir y, generalmente, nadie desea volver a experimentar el trauma, pero si no lo hacemos la costra del discurso y la educación, el autoconocimiento como país y los protocolos éticos, no se forman.

Y en todo este proceso el mundo de la cultura es el espacio de cura quizá más importante. El análisis psicosocial de las formas en que procesamos esto, donde de seguro encontraremos el impulso de restregar la herida junto con el de acogerla, abrazarla y acompañarla en su cicatrización.

La música y el arte, en general, son relevantes en esta tarea. Y por cierto que el jazz puede contribuir a esa misma causa, como la música entera.

4. Alex Stócker, artesana.

1. Creo que jamás dejara de ser una fecha de división y no hay nada que hacer al respecto. Aún seguimos discutiendo y abanderándonos por O´Higgins o por Carrera. Chile es un poco así. Podrá pasar mucho tiempo y no va a dejar de ser una fecha de división. Se trata de un hecho demasiado marcador. Para bien y para mal. Según mi punto de vista, en este caso es para mal.

Quizás cuando no quede nadie vivo de quienes hayan estado ese tiempo amaine algo la confrontación. Más bien estoy convencida de que en cien años más, en alguna mesa de almuerzo de domingo va a haber alguien discutiendo sobre este día en el que los chilenos fuimos arrastrados a dos flancos en la historia.

Dejando aparte los terribles hechos y sus nefastas consecuencias, es una fecha que nos representa, porque eso somos: un país que ha estado dividido siempre.

2. Sería lindo y sanador saber que los que aún niegan lo que sucedió o los que siguen justificándolo tuvieran un gesto de humanidad. Un gesto claro, por ejemplo, es que dijeran dónde están los detenidos desaparecidos. Pero eso no va a suceder. Quizás una muestra así implicaría un bálsamo para quien aún busca y espera. Mucha gente ha muerto sin saber qué pasó o dónde están los restos de sus seres queridos, lo que sólo ha acrecentado la división.

De hecho, se ha vuelto normal hablar sobre los reos de Punta Peuco. En ese país no se habla de los monstruos que son, se invoca equivocadamente la idea de los Derechos Humanos en torno a sus figuras, dicen que están cumpliendo con la justicia, que hay que mirar hacia el futuro.

En rigor, creo que perdimos la oportunidad de hacer una verdadera justicia. No creo que haya ningún gesto venido de ninguna parte que pueda unirnos como país, somos una sociedad fracturada por la falta de justicia. Sólo el tiempo hará algo por aminorar esta fisura, esa constante sensación de que estamos en dos bandos.

 

5. Andres Fielbaum, ingeniero matemático, vocero de Izquierda Autónoma.
1. El 11 se mantiene como una fecha histórica porque el legado de la dictadura sigue presente en nuestro modelo económico, educacional, de pensiones y en general en la política. El ciclo neoliberal que comenzó con el golpe de Estado ya va encaminado a convertirse en el de más larga duración en toda la historia de Chile independiente.

Nunca antes hubo un retroceso democrático tan grande, pues incluso en la transición las principales discusiones políticas han estado restringidas a los grandes grupos empresariales, excluyendo a la inmensa mayoría del país.

El 11 dejará de estar tan presente cuando comencemos a dar vuelta esta situación, partiendo por justicia y verdad en las violaciones a Derechos Humanos, pero sobre todo cuando el sistema político permite que haya verdadera deliberación democrática respecto a cómo nos organizamos como país. Dicho en corto: mientras no tengamos espacios para discutir en serio la continuidad de las AFP, el rol hegemónico de la educación y salud privadas, entre otras, el golpe de Estado seguirá doliendo a diario.

2. Esa discusión está íntimamente ligada al proceso político que vive el país. Los estudiantes, las feministas, la coordinadora No+AFP, entre otros, han sido capaces de convocar a cientos de miles. Si esto deviene en fuerza política, ŕompiendo por ejemplo la altísima abstención, será un paso adelante.

Hay luces que permiten tener esperanzas que esto ocurra en el mediano plazo; los primeros gestos deben venir desde el mundo político en general, abriéndose a la posibilidad de reformas que expulsen al mercado de los derechos básicos.

 

6. Claudia Stern, cantautora.

1. Creo que serìa bueno hacer del 11 de septiembre un Día de la Educación para la Paz, en la cual se hicieran actividades que inculcaran la resolución no violenta de conflictos, los derechos humanos y el respeto a la diversidad.

Enseñar a los jóvenes a respetar las diferencias, argumentar correctamente sus opiniones y practicar la empatía. Usar ese día para aprender a debatir, reflexionar, hacer música, teatro, poesía, artes plásticas.

En relación a la historia, creo que debe haber información clara y verídica en los libros de historia de Chile en los que se hable de la dictadura sin eufemismos y se pongan testimonios de diversos protagonistas de ese momento histórico, para que los alumnos puedan entender la complejidad de ese momento político y los factores que provocaron la profunda división del país.

2. Observo que los jóvenes no tienen tanta carga emotiva en relación la la dictadura, sin embargo las generaciones anteriores seguimos profundamente marcados por los dolores del pasado. Por supuesto que es responsabilidad de todos poner de nuestra parte para sanar las heridas, pero es importante el rol del Estado y en especial del ministerio de Educación, quienes pueden entregar material que ayude a la formación de jovenes tolerantes y reflexivos que se conviertan en ciudadanos activos y protagonistas del destino de la sociedad a la que pertenecen.

Por otro lado, desde mi rol como cantautora, puedo decir que me parece muy importante el aporte que los artistas podemos hacer desde el escenario, promoviendo la paz y la reflexión respecto a los problemas sociales que observamos.

 

7. Felipe Vergara, periodista y analista político. Candidato a diputado por Los Lagos (partido Ciudadanos). 
1. Me parece fundamental que se enseñe como parte de la historia y no del presente. A modo de ejemplo, nadie en mi época me inculcó odio a González Videla y su Ley de Defensa de la Democracia o «Ley Maldita». Era simplemente historia; hoy no.

Me atrevería a decir, además, que la gran mayoría de los que hoy polarizan el 11 ni siquiera vivieron la dictadura y se sirven de esta fecha como excusa para expresar su descontento actual.

Es momento de sincerar y unificar el discurso. Como tema prohibido cada uno fue llenando los vacíos de la historia con mitos adornados en el tiempo. La historia tiene subjetividad, pero nunca a estos niveles.

2. Ya no es tema de gestos, es un tema de educación tanto cívica como humana. Cívica para lograr poner en contexto el tema. Latinoamérica vivió entre los años 70 y 80 bajo muchas dictaduras, sin embargo, en Chile el tema se sigue viviendo de forma mucho más intensa, posiblemente por la estabilidad democrática de los gobiernos posteriores.

Pero también es momento de generar una educación más humana, no se puede seguir festinando con aquellos que sufrieron la dictadura, escuchar en jóvenes que «los torturados fueron pocos» o que «bien muertos están» es una falta de deferencia con nuestra propia historia que no tiene parangón, como tampoco aquellos que se sirven de la tragedia para defender causas totalmente anacrónicas.

 

8. Alia Trabucco Zerán, escritora.

1. Creo que la idea de “superar” el golpe es engañosa. Si bien han pasado varias décadas, el Chile actual está determinado por ese hito, por los 17 años de dictadura y las décadas de post-dictadura donde se profundizaron las políticas económicas neoliberales inauguradas por los Chicago boys.

Buena parte de los conflictos de hoy nacen de ese pasado: el tema del aborto, por ejemplo, que tantas ronchas sacó en los últimos meses, fue una batalla que buscaba devolverle a las mujeres un derecho que ya tenían antes de la dictadura.

Y podría seguir enumerando: la privatización de la educación y de los fondos de pensiones, la mercantilización de la salud, el modelo extractivista, el inmenso poder del Tribunal Constitucional a la hora de garantizar que los amarres ultraconservadores sigan vigentes. Todos estos temas han resurgido en los últimos años como ámbitos de profunda insatisfacción y a esa insatisfacción subyace un cuestionamiento de la herencia de la dictadura y de la post-dictadura.

Entonces, lejos de “superar” ese momento histórico, creo que estamos pasando por una intensa reevaluación. Y lo que parece estar en juego en este proceso es el relato. Qué fue la transición. Qué significó para el país. Cuáles han sido sus consecuencias. E irónicamente los más interesados en consolidar un relato triunfante de la transición han sido los representantes de la derecha. Porque, claro está, es su legado el que está en juego, es su modelo económico el que está siendo cuestionado.

De lo contrario, ¿por qué Sebastián Piñera quiere, con urgencia, fundar un museo de la democracia centrado en la transición? Lo que quiere Piñera, ansioso al constatar la emergencia de voces críticas en el país, es fijar sobre la pared su relato, que es peligrosamente similar al de la vieja Concertación.

2. Creo que ya pasó el tiempo de los gestos. Las políticas de derechos humanos en Chile fueron insuficientes y el daño que eso generó ya está hecho. Pero más allá de este tema, delicadísimo, creo que el anhelo por “superar” el 11 de septiembre es peligroso. ¿Se le dice a Alemania que supere la Segunda Guerra? ¿Se les dice a los palestinos que superen la ocupación?

El tiempo sigue pasando, desde luego, nacen generaciones que no tienen recuerdos directos de la dictadura, pero la dictadura sigue ahí porque su legado sigue presente. Recién ahora Chile está pasando por un cuestionamiento más profundo de esa herencia.

Por otro lado, creo que es importante trazar una historia muchísimo más larga de Chile. El autoritarismo en nuestro país tiene sus raíces mucho antes del 73 y precisamente contra ese Chile, hacendal y patriarcal, surgieron proyectos maravillosos y radicales como el de Violeta Parra o el de Carlos Droguett.

Así que no me gusta la palabra “superar”. La historia es muchísimo más compleja que eso y está llena de torceduras. Habrá que ver, eso sí, qué pasa en los próximos años. Porque junto con la evaluación viene un proceso aún más importante: imaginar otro futuro.

 

9. Lorena Marchant, profesora de Historia.

1. La respuesta debiera ser muy fácil, superar los obstáculos y dificultades que suponen  sobreponerse a una crisis político social como la acontecida el 11 de septiembre de 1973.

No obstante, rápidamente, nos damos cuenta de que las consecuencias de este quiebre político no son de carácter cuantificable, porque la carga emocional y humana que trajo consigo no es medible. O  porque, simplemente, no hemos sido capaces de acoger correctamente el dolor de las víctimas.

¿Qué se debe hacer? Mirar hacia adelante, avanzar, perdonar, tener la capacidad de proyectarnos y tirar líneas del país que queremos ser. O sea, contribuir a construir un sistema jurídico-político que impida tenazmente volver a caer en una crisis como la acontecida.  Debemos  profundizar la reflexión y el análisis de  los hechos históricos para transmitir un relato  y una visión equilibrada del período 1973, que permita tener como resultado una perspectiva lo más ajustada a la realidad posible.

A través de la educación de las futuras generaciones, debemos crear una conciencia colectiva que tenga como baluartes el respeto a los Derechos Humanos, la tolerancia, la diversidad y la diferencia de opinión. Debemos aportar ideas y tomar acción, desde todos los ámbitos del quehacer nacional, para crear una idiosincracia que esté sustentada -fundamentalmente- en el respeto a los valores cívicos.

Debemos construir una sociedad más justa, con igualdad de oportunidades para todos, para que nunca más visualicemos una ideología política cómo única alternativa legítima para crear una sociedad más igualitaria, ni la violencia como un medio aceptable de alcanzar aspiraciones políticas. Las bases de esta sociedad más justa deben estar por sobre el gobierno de turno, por sobre las ideologías políticas, debe ser una política de Estado.

Debemos seguir buscando las fórmulas  de reparar  el daño causado, reconociendo que se ha avanzado.  No podemos quedarnos atascados en el pasado, lisa y llanamente porque los procesos de reconciliación toman décadas en decantar , dado que hay  -por lo menos- dos generaciones de personas que se han visto involucradas directamente en los hechos.

2. Hablar de los «primeros gestos» significa  reconocer  que no se ha hecho nada durante estos últimos 27 años,  para dar por superado nuestro emblemático 11 de septiembre 1973. Tal vez es más apropiado plantear que  las acciones tendientes a lograr la reconciliación  no han sido suficientes y que siempre  se puede hacer más, visualizándose en ese qué tareas y cuáles  obstáculos tenemos  pendientes.

Es justo plantear que se han acometido  grandes esfuerzos en pro de la búsqueda de verdad y justicia, reparación, reconocimiento, indemnización y reconciliación  respecto de las víctimas de violación de los Derechos Humanos. Pero  siento que es tiempo de que  las personas afectadas por la violencia política y  sus familiares den   señales de que los esfuerzos de reconciliación  han sido fructíferos y tomen  la  decisión de comenzar a perdonar para poder avanzar y mirar hacia el futuro con  esperanza.

Porque si no, cada 11 de septiembre seguiremos perdiendo de vista el frente y  nos veremos obligados a seguir mirando por el espejo retrovisor, reviviendo  la violencia y  la odiosidad.  Creo que nos tomará unas décadas más hacernos cargo de los obstáculos  que tenemos que vencer para superar el significado de esta fecha en cuestión.

 

10. Rudy Wiedmaier, músico y cantautor.

1. Es cierto que dos generaciones en democracia han completado su educación formal pero no así la del espíritu. Y es en esos terrenos como sociedad en los que estamos en el descalabro. La gran crisis de Chile  está anclada en su emocionalidad resquebrajada. Heridas que se niegan y por negarlas, se imposibilita su cura. Eso es lo que la clase política y la tecnocracia no quieren entender.

Podremos mejorar las carreteras, aumentar el crecimiento, tener acceso a la tecnología, todos esos índices que a la burocracia le encanta exhibir. Pero mientras no evolucionemos en lo relativo a la humanidad mas profunda, a la educación cívica, a construir verdaderamente una sociedad educada y desarrollada en lo cultural, en su apreciación del arte, en el ámbito de los afectos, la solidaridad y el desarrollo del mundo espiritual, los valores sagrados de la existencia, una cosmovisión arraigada en el respeto a la naturaleza y a los derechos del otro – entre otros valores potentes – sólo seremos una cáscara vacía por muy lustrosa que ésta luzca.

Es imposible superar en tan poco tiempo una brutalidad tan monstruosa como fue el golpe de Estado del 73 y la dictadura. La herida no sólo no ha sanado, sino que el tratamiento y la medicina no fueron los más adecuados. Muchos con buena intención desde la Concertación –otros por oportunismo y arribismo político y económico- tendieron puentes con la derecha, cediendo más de lo razonable muchas veces. Todo aquello ha sido estéril.

La derecha chilena no ha querido aprender nada de la historia reciente. No ha aceptado ninguna responsabilidad en los horrores cometidos. Para ellos, fue necesario. Su mirada del mundo y de la sociedad es espantosa, reaccionaria, egoísta, fría y calculadora. Son unos hipócritas que asisten a misa y pontifican a todo Chile lo que es correcto y lo que no, pero traicionan su propia palabra empeñada a cada segundo. Roban, explotan, abusan y mienten descaradamente.

Se llenan la boca con la Patria –les encanta– pero cuando se trata de construir una en la que todos quepamos con similares derechos y deberes, inmediatamente mueven sus fichas para impedirlo. Y sus fichas son el capital y las armas, por supuesto.

Sus valores culturales, su relación con los trabajadores, su idea de la educación, la sexualidad, la movilidad social y la cultura es de una estrechez obsesiva, casi psicopática, peligrosa. No se puede construir un país digno y justo con ellos. Si se dieran condiciones para una situación similar al 73, no dudarían en volver a asesinar impunemente a quién no piensa como ellos o a quienes perciben como una amenaza a sus intereses.

Ellos son capaces de hacer lo que nosotros nunca. Y en eso, nos llevan una ventaja insalvable, pavorosa. Nosotros no viviremos para ver un país distinto a este que presenciamos día a día. Aún así, luchamos desde el progresismo y la esperanza como si fuera la primera vez. Nuestros muertos así lo reclaman. Y nuestros hijos y nietos también, por supuesto.

2. La historia de Chile es cíclica. Volvemos siempre a las matanzas del pueblo por parte de la clase dominante. Es realmente perturbador tomar plena conciencia de eso. Es muy difícil construir una sociedad diferente cuando, en el caso de Chile, un gran porcentaje de la población se identifica con  valores tan conservadores, sino directamente fascistas.

Con todas las evidencias en la mesa de las violaciones a los Derechos Humanos, los crímenes y el enriquecimiento ilícito de Pinochet, aún hay gente que lo defiende. Este país es más facho de lo que uno puede creer a primera vista, así es que gestos desde ese lado yo no espero ninguno. Ya hubieran surgido, por lo demás. Y no sólo no ha sido así sino que se han hilvanado desde la derecha todo tipo de justificaciones de los crímenes de la dictadura.

Y la derecha chilena, además de terca, es profundamente ignorante y provinciana. Es como la derecha de la derecha del mundo entero. Nos tocó el «premiado». Sólo nos queda construir humanidad y dignidad desde los espacios cercanos: el barrio, las organizaciones gremiales, los sindicatos, los centros culturales, la parroquia, las juntas de vecinos, el grupo de rock, el centro de padres.

Pero hay que tener claro una cosa: es una tarea titánica y en la que no sólo se enfrenta a un enemigo muy poderoso, ladino y traicionero, sino que también a un pueblo que ha sido coaptado por los valores del consumo, la industria del retail, el arribismo y la telebasura. Un pueblo que quiere parecerse a su amo. Y aquello, a ratos, hace que la lucha por cambiar nuestro país sea muy desgastadora, siendo fácil caer en la desesperanza. Pero yo pienso que aún en las épocas más oscuras de la humanidad surge siempre el viento del amor y la creación. Esa brisa de nobleza y hermandad, ese destello del ángel que habita entre nosotros, la chispa divina.

Mi tarea como artista -modesta, pero sincera- es mantenerla encendida un poquito que sea. Que no se apague nunca, día tras día, aún en medio de la tempestad del egoísmo y la apatía, para contribuir así en algo beneficioso a la época que me tocó habitar, al país que amo, a mi gente y -de paso- mantenerme vivo y lúcido para los que más quiero: mi familia, mis hijos, los amigos del barrio de siempre.

 

11. Pía Moscoso, abogada, académica Universidad de Atacama.

1. Lo dijo antes Nelson Mandela: “Nadie nace odiando a otra persona por su raza, historia o religión. La gente aprende a odiar. Si se aprende a odiar, entonces también se puede aprender a amar”.

El año pasado, en julio, publiqué una columna en el Mercurio Legal sobre la ideología de la violencia que aún insiste en pervivir en Chile. Entonces, como ahora, resulta evidente que los procesos políticos se apoyan convenientemente en el contexto histórico-cultural que mejor se acomoda a una perspectiva de realidad.

Por cierto, no podemos ni debemos negar el pasado. Debemos buscar las formas de recomponer el daño y más aún debemos asegurar que nunca más volverán a producirse las condiciones y ni a reproducirse los hechos más lamentables de nuestra historia. Pero así como somos capaces de aprender, tenemos el deber moral de construir el futuro de Chile asumiendo que es responsabilidad de todas y de todos.

Pretender que el futuro de Chile está determinado, según qué posición política adoptemos es un error. Los prejuicios y preconceptos que se encuentran alrededor del 11 de septiembre de 1973 interpretan y juzgan la historia afectando el presente y amenazando la reconstrucción social de tal forma que impiden una sociedad tolerante de pensamiento, inclusiva e igualitaria en dignidad y derechos.

La historia como objeto cultural no puede pretender quedarse en un racionalismo materialista y egoísta, actuando absolutamente instrumentalizada al servicio de una ideología.

Es un contrasentido negar una síntesis ideológico-social inclusiva a partir de una verdad absoluta en base al desconocimiento del otro. Si fuéramos más conscientes del paradigma de sociedad en el que nos encontrábamos en 1973 y en el que nos movemos actualmente seríamos a la par de críticos, más resilientes y tozudamente optimistas a fin de alcanzar mejores soluciones de bien común.

2. No puede pedirse a la víctima más gestos que aquellos que en su indemnidad esté en condiciones de entregar.Pero no todo Chile puede sentirse ni actuar como víctima. Los gestos, por tanto, deben venir de afuera: de las nuevas generaciones.Es necesario un recambio generacional en la política.

Como profesora universitaria tengo el privilegio de convivir con seres humanos plenos, inteligentes y valientes; que día a día renuncian a vivir en el espacio psíquico de la violencia para tratar de construir, a veces utópicamente, pero siempre en base a un sueño un futuro mejor, más humano, más inclusivo y más colaborador.

Estas nuevas generaciones se sienten responsables de movilizar el conocimiento y el servicio, pero también deben tener sólida formación en derechos y en responsabilidades. Necesitan recuperar espacios para practicar la ética profesional y el compromiso. Son la mejor amalgama entre identidad nacional y globalidad. Sobre cuánto tiempo falta para superar la división que genera esta fecha, sólo decir que el futuro de Chile es ahora.

Todas las disciplinas del conocimiento, así como todas las formas culturales, arte y belleza deben tributar armoniosamente a nutrir desde la temprana niñez – y especialmente en la juventud-  los fines de convivencia y de paz social.

 

** Imagen principal:»Incendio en La Moneda 11 septiembre 1973″. Flickr. SantiagoNostálgico.

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