Documental “Guerrero”, la poderosa reconstrucción interior de Manuel Guerrero hijo

Es viernes 29 de marzo de 1985 y se escucha con fuerza en la radio la voz de Petronio Romo. Los tambores de la emisora resuenan característicos con la frase “¡Urgente, el diario de Cooperativa está llamando!”.

La noticia da cuenta del secuestro de tres profesionales del partido comunista: el sociólogo José Manuel Parada (34); el artista plástico Santiago Nattino (60) y el profesor Manuel Guerrero (36).

Al día siguiente, el mismo medio de comunicación informa al país el hallazgo de tres cadáveres cruelmente maltratados en el sector de Quilicura, cerca del aeropuerto internacional Comodoro Arturo Merino Benítez. Se trata de Parada, Nattino y Guerrero. La historia recuerda el hecho como el “Caso degollados”.

Desde aquel día la vida cambia para esas tres familias y para un país entero. Un joven de catorce años, por ese entonces, asume un rol importante tras la tragedia. Es Manuel Guerrero hijo, quien se transforma en un vocero que clama justicia y verdad, junto con organizar marchas estudiantiles y protagonizar eventos masivos contra la dictadura.

Sin embargo, su vida vuelve a dar un giro inesperado una noche al volver a su casa. Es retenido en la calle, le ponen un cuchillo en el cuello y lo amenazan para que abandone toda actividad “subversiva”. A los pocos días, Manuel sale al exilio rumbo a la entonces República Democrática Alemana (RDA).

Una historia para seguir contando

El jueves 3 de agosto de 2017 se estrena en todas las salas Miradoc del país el documental “Guerrero”, sobre la vida de Manuel Guerrero Antequera, dirigida por Sebastián Moreno.

El trabajo aborda una biografía tan interesante como potente, en la que no faltan el terror, la venganza, el desarraigo, la sanación y el amor. Es la historia de un hombre que desde sus primeros años de vida ya sabe de secuestros y torturas de su padre, debiendo vivir un crudo primer exilio en Hungría.

Como si eso fuera poco, luego pasa a la historia como víctima de uno de los hechos más impresionantes y atroces que se recuerden de la dictadura cívico militar de Augusto Pinochet.

“Guerrero” es el honesto relato en primera persona de un adulto que, a través de las imágenes de archivo y de la visita a los países donde vive su niñez, se transporta al dolor y a la rabia que, sin embargo, evoluciona en un ser humano sin odio, con una mirada propositiva, pero con el horizonte perfectamente claro para distinguir lo verdadero de lo falso.

Desde su estreno hasta ahora, la propuesta audiovisual sigue pasando por salas y festivales nacionales e internacionales, formando parte del circuito educativo como material audiovisual. Es, definitivamente, una historia que se sigue contando.

No sólo un apellido

Para Sebastián Moreno, el premiado documentalista que deslumbró el año 2006 con “La ciudad de los fotógrafos”, la historia de Manuel Guerrero hijo es actual e intensamente universal.

“Cómo él termina transformado en la persona que es hoy, después de haber atravesado todo ese desierto del terror, no habla sólo de esos años, también están hoy los niños del Sename -por ejemplo- atravesando sus propios horrores y experiencias como ésta los pueden ayudar a encontrar caminos de salida”, explica.

Y, por cierto, el título del trabajo no sólo se refiere a un apellido. Hace honor también a una actitud, a una opción de vida.

“Él es un guerrero espiritual que se va formando y que, a muy temprana edad, debe tomar decisiones que cambian su vida. Si bien el relato se hace a través de un viaje exterior, por los lugares donde vive su exilio, se transforma también en un viaje interior, espiritual y místico, desde donde hace una introspección y revisa lo que ha sido su proceso de sanación”, explica Moreno.

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Manuel Guerrero Antequera: “En Chile hoy se ve cierta falta de referentes”

Punto vital en tu historia es cuando, tras la muerte de tu padre, decides asumir un rol activo de lucha. ¿Cómo fue ese proceso y cómo se sigue dando?

– La idea fue tratar de estar a su altura, teniendo yo catorce años. Seguir el ejemplo de ese héroe, de este mártir. Claro, siendo muy niño me veo exigido por alcanzar una meta compleja, pero permite aferrarme a la vida desde la rabia.

Lo que busqué en esa época, como queda expresado en el documental y que me sorprende mucho a la distancia, fue venganza. Toda mi generación estaba siendo masacrada, nuestros padres estaban siendo degollados, estaban quemando vivos a los jóvenes, entonces lo que veíamos era que había que poner fin a la dictadura ya, con todas las formas de lucha posibles y hacia eso me dirigí.

Con el tiempo, habiendo vivido la caída de los socialismos reales, habiendo participado en un proceso de democratización en la propia RDA justo en los años que cae el muro, habiendo ocurrido la transición a la democracia en Chile a través de un plebiscito, sigo pensando en la tremenda entrega que tuvo mi generación y la de mi padre frente a proyectos que hoy deben ser revisados desde la izquierda, que es donde me identifico políticamente.

Hay que mirar hacia el futuro muy inspirado con lo que fue nuestro pasado, con un piso básico que son los Derechos Humanos, una democracia participativa, el cuidado de nuestro planeta, un reconocimiento a los pueblos indígenas, al feminismo. Se abre una serie de temáticas que ya forman parte de nuestra generación y de las futuras. Y ahí es donde yo veo el legado interesante que me deja mi padre, ahora yo también siendo papá.

En ese sentido, el título del documental no sólo es un apellido, también hay un guiño a una búsqueda constante en la que pareces estar…

– De todas maneras. La lectura que hace Sebastián muestra la lucha de este niño frente a los horrores de la dictadura, al adolescente frente a la realidad de la Guerra Fría, al adulto que retorna a Chile y rearma su vida. Es decir, se la pasa guerreando, pero atraviesa por distintas fases para –finalmente- convertirse en un guerrero de paz, en uno que asume su historia, pero que trata de construir no desde la victimización, sino que desde la comunidad.

¿Has podido compartir impresiones con quienes han visto el documental?

– Sí, hay un canal emocional con el cual enganchan rápido.

En Valparaíso, por ejemplo, en el teatro Condell, un niño de quince años, a boca de jarro, me pregunta qué sentí cuando me dicen que habían encontrado a mi padre degollado.

Bueno, hay que ser adolescente para preguntar eso, pero me lo tomé con mucha seriedad, delicadeza y profundidad. Me trasladé al momento y luego de explicarle lo que había sucedido, también le comenté cómo logré salir de ahí y hoy ser profesor universitario, formar una familia, seguir viviendo, dedicarme a la neurociencia.

Al salir del conversatorio Sebastián me comenta que ese niño había perdido a su padre hacía seis meses. Entonces ahí uno ve cómo la gente engancha con la película más allá de lo histórico, con sus propios procesos de vida y pueden encontrar ahí puntos de apoyo.

¿Cuál es tu mirada del Chile de hoy? ¿Volverías a vivir acá con tu familia?

-Sí, mil veces. Hay muchas ganas de hacer cosas, hay mucho ánimo de participar, aunque se ve cierta falta de referentes.

Hay una herida grande en lo que tiene que ver la ética de las organizaciones, de los partidos políticos, de los negocios. Hay cansancio y bronca en las personas respecto de la realidad dura que les toca vivir. Hay bastante agresividad social, lo que también llega a la vida personal y eso tiene efectos a nivel de salud mental.

Veo a una sociedad en problemas, pero que se está sacudiendo, que bota las caretas. Esta crisis puede ser positiva y nos enfrenta a la realidad. Y ahí, está todo por crearse. Somos todos necesarios, pero nadie es imprescindible.

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