Tanto el concepto de América como la idea de América Latina corresponden a visiones ajenas a la identidad propia de esta zona y obedecen más bien a las diversas lógicas de amoldamiento que recibe durante la etapa colonial, para servir de mejor manera a los intereses de los dominadores.
Primero los europeos y luego la élite criolla conforman esa cáscara «moderna» en la que subyace una sólida y aún ebullente realidad colonial, por más que se quiera esconder, ocultar o negar.
Y es que harto difícil es la cosa para este pueblo al sur de Estados Unidos, como cantaban Los Prisioneros. América Latina no es «descubierta» por Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492. Todo este «inmenso jardín» que describe Nino Bravo existe muy bien con los pueblos que viven en el valle Anáhuac (territorio azteca), en Abya-Yala (actual Panamá) y en Tawantinsuyu (territorio inca).
Lo que ocurre a partir de la citada fecha es la expresión dominadora de una modernidad surgida en la Europa del siglo XVI, que enciende su propio proceso de desarrollo a costa de este -para ellos- «nuevo continente».
Desde la Universidad de Duke (Estados Unidos), el investigador argentino Walter Mignolo analiza el recorreido del continente a partir del hecho del «descubrimiento» con su intenso y atractivo libro “La idea de América Latina” (Gedisa, 2007), publicación en la que el intelectual articula un punto de vista distinto y potente.
¿Cómo es posible que un hecho casual, es decir, encontrarse frente a un continente nuevo sin saberlo -como les ocurre a los europeos- se transforme en el poderoso motor de una época?
– En 2002, Gavin Menzies publica en Inglaterra el libro “1421: The year China discovered the world”, que genera una serie de discusiones en torno a quién es el primero que descubre América. Sin embargo, una afirmación así es una atribución étnocéntrica y una imposibilidad epistémica. Simplemente los chinos operaban sobre un orden del espacio conocido que no era el de los griegos ni los romanos. Punto.
No tenían por qué hacerlo ni estaban atrasados porque no lo hicieron. Eso no tiene nada que ver con la capacidad tecnológica e intelectual de los chinos, sino que más bien denota el limitado eurocentrismo de Menzies y sus seguidores.
Es posible que los navíos chinos, unas veinte veces más grandes que las carabelas de Colón, hayan cruzado los mares y los océanos a diestra y siniestra en los siglos XIV y XV. Es posible que hayan desembarcado en las costas de una masa de tierra que recibe, a partir de 1504, el nombre de América. Si esto es así, sin duda contruyen cartas de navegación.
Pero ni lo uno ni lo otro autoriza a afirmar que China “descubre” América y que construye un mapa mundi igual al de Ortelius, sólo que la posición de los continentes invertida (America a la derecha y Asia a la izquierda). Afirmarlo así, como descubrimiento y atribuirles tal mapa, significa incluir a China en la narrativa europea y “reconocer” a los Chinos por ser capaces de concebir el espacio de mares y tierras como los ellos, sólo que antes.
Con todo esto, la respuesta a su pregunta reside en la construcción de un relato -a partir de Cristóbal Colón y Américo Vespucio- que se impone globalmente en los procesos confluyentes de una radical transformación epistémica -o del ensamiento- y económica que ocurre en el siglo XVI, debido a la emergencia de los circuitos comerciales del Atlántico y a la fundación histórica del capitalismo como lo conocemos hoy.
Además, esa confluencia está motivada por el gran deseo y la gran frustración de la cristiandad Occidental, después de haber perdido su centro, Jerusalén, en la derrota de las Cruzadas, aspecto que motiva su deseo de expansión para compensar la derrota.
En fin, la confluencia entre control epistémico y el control económico en la expansión de Occidente es la principal explicación al hecho de que una casualidad se haya transformado en el paradigma dominante hasta hoy.
¿Es posible emular ese mismo impacto, al revés? ¿Existe alguna posibilidad de que, entendiendo que todo el «descubrimiento» del nuevo continente fue más bien una «invención», pueda surgir un discurso tan poderoso como el que ha marcado estos más de 500 años?
– Realmente, esa es «la pregunta del millón». Para empezar, ubicarnos en uno u otro paradigma es crucial. Si nos ubicamos en el paradigma del descrubrimiento, nos ubicamos en el de la verdad y la objetividad sin paréntesis. Si nos ubicamos en el paradigma de la invención, estamos ya en el de la verdad y la objetividad entre paréntesis. Ambos pertenecen al biólogo chileno Humberto Maturana.
En el primer caso, operamos a partir de la afirmación: así pues es el mundo y nos arreglamos a partir de ese hecho. El segundo comienza por la negación. No, el mundo no es como parece ser, fue construído así por tales actores, instituciones, intereses, propósitos y -a partir no del reconocimiento del “así afirmativo del mundo” sino del “así fue construido por tales y cuales por tal y cual razón”- nos ubicamos en la negación, a partir de la cual comenzamos otra historia, metafórica, epistémica y política.
Ese es el punto de partida del pensamiento des-colonial. La negación des-colonial parte de la negación de las tecnologías de colonialidad.
Ahora bien, tal punto de partida afecta y afectó al resto del planeta, no sólo a América, a partir aproximadamente de mediados del siglo XVIII. La expansión de Occidente llegó a India, desde finales de dicha fecha. A Africa del Norte y Africa Sub-Sahariana después de Napoleón. Aun quienes no fueron colonizados de la misma forma, como China o el Sultanato Otomano, se vieron interferidos por Occidente y -en esa interfencia- surgieron Irán e Irak. En fin, podríamos seguir la lista.
Lo que cuenta es que no sólo hay una “modernidad at large” -a lo largo y a lo ancho- sino que va junto con la colonialidad. No el colonialismo sino la colonialidad, es decir, la lógica que subyace a los diferentes momentos y lugares donde el colonialismo occidental se ubica hasta 1945; y que luego continúa haciéndolo de otro modo: con asentamientos militares, control financiero y difusión mediática.
Lo importante es que por necesidad se generan respuestas de todo tipo. Un tipo de respuesta fue y continúa siendo la respuesta descolonial co-existiendo con la asimilación, el rechazo marxista o nacionalista, la re-articulación de Islam, etcétera.
¿Y qué se puede hacer, entonces, ante la necesidad intrínseca de generar identidad propia en este continente?
– Creo que se está haciendo, la verdad. Si no, el planteo de mi libro no hubiera sido posible. O hubiera sido una posibilidad teórica. América -desde el Sur al Norte- se forma demográficamente en la época llamada colonial por los habitantes originarios, en su diversidad; las migraciones europeas en su diversidad -castellanos y portugueses en América del Sur, ingleses en la del norte, holandeses en el Caribe- y por la diversidad de poblaciones de Africa, distribuidas entre los dominios imperiales europeos durante la colonia y los estados moderno/coloniales y uni-nacionales. Estos últimos formados y manejados por la élite latina, que deja de lado las naciones formadas por afro-descendientes y las naciones indias co-existentes desde la colonia.
La elección de Evo Morales y de Barack Obama a la presidencia no son circunstancias casuales en su momento. No sólo vota por ellos indios y afros, respectivamente, sino blancos también. Y sus proyectos no son ni han sido sólo para indios y afros, sino para todos, para todas las naciones que conviven en los Estados. Ambos casos están enraizados en la historia colonial de las Américas, aún cuando Estados Unidos haya pasado de su pasado colonial a su presente imperial.
El problema ahora es la des-identificación y sus consecuencias. Este proceso ya ha comenzado. Se está constituyendo la Unión del Sur y no la Unión Latinoamericana. Ello debido a la redistribución geo-política de la cual México pertenece ya más a la América del Norte. Por otro lado está la cuestión de que la “latinidad” de indios y afros no es la misma que de la población de descendencia europea o mestiza.
Para las naciones indias, el continente es Abya-Yala, no América Latina. Los afros continentales han empezado a hablar de La Gran Comarca, una territorialidad que atraviesa los estados nacionales “latinos”. Las comunidades afro en Colombia y Ecuador, por ejemplo, forman comunidades co-existentes con las comunidades de los blancos y blancas “latinas”. En fin, una de las consecuencias es el proceso hacia la constitución de estados pluri-nacionales, como está ya escrito en las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador.
En ese sentido, su planteamiento es que la construcción lógica de los pueblos antes del 12 de octubre de 1492 es a partir de la coexistencia de opuestos, sin que uno niegue al otro, todo lo contrario a la postura europea que -finalmente- domina el continente. Habla incluso de «dualismos complementarios». ¿Por ahí cree que va la alternativa, entonces?
– No se trata de opuestos, sino de diferencias que co-existieron por 500 años en relaciones diferenciales de poder. Ya no es posible hablar de una “pureza” india o afro. Y en cuanto a la población de descendencia europea, no sólo la convivencia con afros e indígenas ha operado en su diferencia con Europa, sino que la historia colonial misma.
Tampoco se trata aquí de “dualismo complementario”. Hablo de ello para referirme solamente a la cosmología quechua-aymara que, a diferencia de la cosmología europea, se constituye mediante la complementaridad: femenino-masculino; luna-sol; en vez de oposición. La nueva Constitución de Bolivia asume la co-existencia de la democracia liberal y la democracia de ayllu. Esto es la forma originaria europea-colonial en la construcción del Estado moderno/colonial y la forma originaria india, desplazada y negada a partir de la colonial.
El debate sobre los estados pluri-nacionales es el proceso que ya no es alternativo, sino que simplemente es. Puesto que si decimos “alternativo” aceptamos ya que la norma es el Estado moderno/colonial y luego hay alternativas. Se trata de un vuelco en el sentir y el pensar. Por ahí creo que está yendo la cosa. Y ya no hay modelos. Sólo horizontes.
Con su libro pasa una cosa muy particular: habla de historia, pero no es necesario remitirse al pasado para entenderlo: basta con encender la TV y ver cómo la modernidad y la colonialidad se enfrentan en Siria, Irak y en Afganistan, por citar algunos ejemplos…
– Efectivamente, además de ilustrar las formaciones y transformaciones en América dentro del concierto global, esa es la intención. Lo que usted menciona son ejemplos de la pervivencia de la colonialidad, esa lógica de control colonial o matriz colonial de poder que se forma en el proceso de conquista y colonización de América, que se expande a partir de ahí.
Fíjese que en esta tesis la modernidad se forma históricametne en el siglo XVI y en el Atlántico, no en la Europa de la Ilustración. Ha sido señalado ya varias veces cómo Hitler aplica al hombre blanco europeo todo un aparato de control que había sido antes aplicado sólo a la población no europea…