Película “Amores perros”: Honestidad brutal

La extraordinaria película mexicana “Amores perros” rezuma honestidad. Descarnada, profundamente humana y feroz. Si bien son muchas las metáforas que rondan esta creación –algunas sólo posibles de descifrar por sus autores- el amor como centro de las relaciones humanas adquiere un valor desgarrador y único.

Así, el director Alejandro González Iñárritu muestra un panorama que puede parecer desolador, pero como bien dice Serrat “nunca es triste la verdad; lo que no tiene es remedio”.

En la cinta el amor es un objeto de transacción, pues se haga lo que se haga siempre habrá un desencuentro, un desengaño, un final trágico. El director sugiere que en el amor entre seres humanos, así como en el de los hombres con los perros, siempre se pierde. No hay espacio posible para ganadores. Y el telón de fondo para tres historias de amor fallidas, crueles y feroces es Ciudad de México, el famoso DF, con una visión diametralmente opuesta a las novelas de Televisa.

González muestra la pobreza de Latinoamérica en su visión más cruda, más dura e inmisericorde. Sin embargo, no hay que dejarse engañar: dicho recurso es el menos atractivo de la película. Más bien se huele que se trata de un elemento “comercial” que facilite acercarse al público estadounidense y europeo.

Alejandro González Iñárritu.

El director, en tanto, defiende con fuerza su elección: “Cuando me preguntan por qué la película es tan dura, yo contesto que es muy difícil contar un cuento de hadas viviendo en México”. Lo concreto es que, tal como lo hizo Walter Salle en “Estación Central” (1998), la miseria latinoamericana –en dicho caso brasilera- siempre “vende bien” en los países desarrollados.

El ritmo de “Amores Perros” demuestra que González proviene del mundo de los video clip. Ese vértigo constante le debe mucho al citado formato y puede anotarse como uno de los grandes méritos de la película, principlamente en la primera historia (son tres, que se entrelazan).

El episodio que muestra a un tipo dispuesto a matar a su hermano por el amor de una mujer es excepcional. Es, sin lugar a dudas, la historia mejor lograda e –incluso- no resulta aventurado pensar qué hubiera pasado si la película se hubiera concentrado en su totalidad en este cuento. El ritmo, las actuaciones, lo potente del guión, es muy superior a las otras dos historias que forman parte de la película.

Flores y palos

Mas, “Amores perros” no solamente ha recibido flores, sino que también ácidas críticas. En Argentina, por ejemplo, una interesante polémica provocada por el comentario de un crítico de la revista “El amante cine”, provocó la lúcida intervención de los lectores del magazine y de los propios creadores de la película.

El columnista Alejandro Lingenti calificó de “misógino, conservador y reaccionario” al filme. Acusó a González Iñárritu de moverse sólo dentro de los valores del dinero y de la constitución cristiana de la familia.

El crítico subrayó que la cinta está llena de estereotipos y que su estética le debe mucho a MTV, desdeñando de esta forma, el pasado de cineasta publicitario del mexicano. Incluso, estigmatizó la película como de derecha, “denunciando” que González Iñárritu es simpatizante de la Alianza por el Cambio, una coalición conservadora que llegó al gobierno en México.

La crítica es interesante, pero algo simplista y acude a argumentos que poco tienen que ver con el arte, convirtiéndose –al final- en una reacción histérica ante una película. Sin embargo, el público de “El amante cine” no dio ventajas y respondió indignado ante el comentario de Lingenti, produciéndose un sabroso debate acerca no sólo del filme de marras, sino que de la realidad latinoamericana.

“No sé a qué partido político está afiliado González Iñárritu, pero tengo claro que “Amores perros” es una gran película; sé que Leonardo Favio es peronista, movimiento que no me simpatiza, pero tengo en claro que su cine es de lo mejor que se ha hecho en Argentina”, precisó un lúcido lector trasandino.

“Es una desgracia, Lingenti, que el mundo sea lo que es y no lo que a uno le gustaría que fuera, pero acá donde nos tocó sobrevivir hay gente que vive de la lucha de perros, mujeres maltratadas, jóvenes que además de su brillante carrera de cajeros de supermercados salen de caño (con pistola) para completar la plata del mes, gente que por dinero es capaz de cualquier cosa y ex revolucionarios transformados en parias”, escribió otro lector de “El amante cine”.

Guillermo Arriaga.

La crítica sacó roncha allende Los Andes, lo que motivó a Guillermo Arriaga, autor del argumento de la cinta, a redactar una sincera carta a la revista. “Durante años he realizado trabajos que promueven la formación de sindicatos, la organización cooperativa, los planeamientos sociales. Nunca de los nuncas, quien conoce mi trayectoria pensaría que escribí una película reaccionaria y conservadora. No es misógina. Es nihilista. Punto. Muy pronto aprendí que la principal característica de un personaje debe ser la paradoja. Me dan hueva los personajes de una sola pieza”, enfatizó Arriaga.

El guionista confesó que sus únicas influencias han sido literarias: William Faulkner, Juan Rulfo, Hernando Téllez, Jorge Luis Borges y Pío Baroja. Negó, asimismo, influencias de Tarantino al igual que el director Alejandro González Iñárritu, a quien se le ha comparado hasta la majadería con el creador de “Pulp Fiction”.

La paradoja

Si algo bueno salió de la polémica reseñada es que ayuda a aclarar los leit motiv de “Amores perros”. Quien vea la película descubrirá la paradoja de la vida como motivo central de las historias. Y ese sí es uno de los elementos más atractivos.

Además, el director de esta cinta ha subrayado que hace “un cine honesto, con todo el poder y la fuerza que pudiéramos meter; creo que ahí radica el éxito de la película: Es honesta. No pretendíamos hacer una pieza para el mercado mundial, pero justamente por eso se ha vuelto universal”.

Otro factor importante que cruza las tres historias narradas es el dolor, que está presente en toda la obra y en muy diversas formas. González Iñárritu sostiene que “me importaba mucho el silencio y la sombra de esta historia. El dolor no es sólo para los pobres, el dolor es para todos. El azar es cabrón y no mira a quien se lleva. No todo el dolor es de pobreza, hay otras clases de angustia”.

Así, la paradoja, el odio, el dolor, la injusticia social y –principalmente- el amor son los componentes básicos de esta cinta imprescindible. Una película sin concesiones, cruda, dura, compleja, pero exquisitamente honesta. Una honestidad brutal, eso sí.

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