Dio sus primeros pasos en un registro cercano al pop independiente, pero su inquietud artística no dejó de evolucionar hasta ubicarse en el ámbito de la lírica. También en sus inicios estuvo en la interpretación del vibráfono, pero luego derivó exclusivamente al canto.
Esperanza Restucci es un espíritu inquieto. Algo que el tenor y profesor José Quilapi entendió perfectamente, orientándola hacia un repertorio clásico.
Con la decisión tomada, se especializó en Alemania, país en el que no sólo investiga a los artistas germanos, también los oratorios de Bach y los románticos Schumann, Schubert, Brahms y Mozart, entre otros.
A su regreso a Chile se encuentra con el trabajo especializado de Helios, agrupación que cultiva la música barroca desde el año 2012. Así, junto a Raúl Orellana en el violín, Luciano Taulis en violagamba y Camilo Grandi en clavecín y con ellos desarrolla un trabajo que Restucci califica como “de música sublime”.
Lleva adelante también una tarea como independiente, en cuyo contexto sitúa la producción del disco «Latino klassik», producción en la que la artista investiga e interpreta música clásica hecha en América Latina, junto al pianista André Marques (brasileño, quien toca en el grupo de su compatriota Hermeto Pascoal).
El disco recoge trabajos de Carlos Guastavino, Alberto Ginastera, Héitor Villa-Lobos, Federico Heinlein y Simón Díaz, entre otros.
¿Por qué el barroco como elección para desarrollar un proyecto musical?
– Si bien la música clásica es un contenido de alta cultura en un país como Chile, creemos que se trata de un trabajo que se tiene que hacer. Toda sociedad requiere contenidos culturales sublimes. Para eso debemos trabajar con altos estándares de calidad, pero también con vocación de formar audiencias, lo que requiere -a su vez- mucha energía.
La música clásica traspasa barreras de edades, tiempos, épocas. Sus compositores buscaron re-vincular al ser humano con algo superior, a través de la música. Por eso es que es una inquietud universal, que debe estar presente siempre en la cultura.
Claro, en Chile no existe mucho desarrollo de este tipo de música. Hay pocos espacios –además- para desarrollarla. Pero es algo que se necesita.
Nuestro país está falto de hábitos de alta cultura, en los que se ofrezca un espacio de descanso, de contemplación, de vida interior en medio de la vida cotidiana, cosas que se logran con este tipo de arte, ya sea a través del canto lírico, un cuarteto de cuerdas o una orquesta.
La idea es llegar a que la gente necesite esta experiencia.
¿Y cómo ha sido la recepción del público a la propuesta junto a Helios?
– Me parece que Chile está ávido de contenidos culturales y artísticos distintos a los que se han venido entregando hasta ahora. En ese contexto, debe reconocerse -eso sí- que la cartelera clásica está enfocada desde un ámbito muy elitista.
Lo que hacemos junto a Helios busca romper ese prejuicio de que la música clásica es para gente extremadamente seria. No. Esta música es para toda la gente que quiera disfrutarla. Nosotros entregamos una conexión entre la gente y la belleza, esa es nuestra tarea.
La buena recepción del público nos hace ver que sí quiere ver este tipo de propuestas. Que sí le llega, que sí le gusta y que sí la necesita.
¿Y el barroco se inserta bien en esta búsqueda?
– A mí me parece que con la música –en general- y el barroco -en particular- se pueden establecer cambios importantes. Antes, el arte musical estaba muy centrado en generar una conexión con lo divino.
El barroco va haciendo esa experiencia algo más humana, incluye sentimientos y emociones más cotidianas. Conflictos personales, amor, desamor, tormentos o escenas religiosas que se manifiestan con emociones intensas. Todo eso hay que trabajar con una interpretación respetuosa del compositor.
Mira, estoy leyendo un libro de George Steiner que dice «La música es lo mejor que entiende el alma». Nuestro trabajo es hacer que la música esté presentada de la mejor forma posible, de manera que se pueda dar esa conexión con el público.
No se trata sólo de una interpretación pulcra, técnica o virtuosa. Hay que ser capaces de cumplir con el deber moral de comunicar lo que el compositor quiso transmitir en su obra, porque en la medida que se es fiel a eso, el público más se da cuenta. Y más lo siente.
He visto muchas veces que las presentaciones son muy grandilocuentes o se enfatiza mucho la impronta de los divos, todo lo cual es un intenso error de lo que debiera ser la música clásica. Los artistas más sublimes, son humildes. Y es la humildad lo que le llega a la gente.
Por ello, clave es cómo se transmite este arte que es -esencialmente- sublime. Si se logra llegar al alma, se ha cumplido con el deber.
Es interesante el plano de «misión» con el que relatas tu tarea en la música.
– Definitivamente, creo que el camino del músico es un reencuentro, una reconstrucción. Uno se va uniendo a cosas. El arte musical es eso, re-vincularse con algo que está fuera del tiempo real.
En mi caso, debo trabajar con una partitura escrita en el siglo XVIII. No tengo la posibilidad de conversar con Vivaldi para saber qué quiso enfatizar o a qué debo prestar atención al interpretar.
Claro, hay primero una dinámica técnica, que implica saber leer una partitura, entender el texto y también entender el contexto. Las arias pertenecen a una ópera, a una obra mayor, entonces debo conocer el entorno completo de esa creación.
Pero también el intérprete debe hacer algo propio con todos esos elementos, apropiarse de la composición.
Y en ese punto ¿no se ven hoy muchos excesos en las puestas en escena clásicas, en las que se subrayan mucho las individualidades, el divismo? ¿Parece que hay mucha industria y poco arte?
– Sí, puede ser. La técnica no debe estar sobre el contenido y la belleza. Hay mucho de eso, poca sensibilidad y mucha técnica. O tecnología, que es uno de los factores importantes de bloqueo y dependencia en el ser humano.
La esencia nunca va a estar en ese tipo de propuestas. Hay más interés en los aspectos vanidosos y no en el arte. Es una dinámica en la que siempre ha habido conflicto. Cuando tú tienes un gran talento o don, te sientes orgulloso.
Pero ante eso, los maestros místicos griegos decían a los discípulos que estudiaban escultura, por ejemplo, “cuidado con la vanidad, eso mata el arte”. En la música clásica hoy pasa algo similar decía Claudio Arrau: tras recibir tantas adulaciones como “maestro, maestro”, el siempre planteaba “no hay maestría, hay trabajo”.
En la música clásica hay que irse depurando en cada esfuerzo, es uno de sus misterios. María Callas también plantea lo mismo. Humildad y trabajo. La grandeza del arte va por ahí.
Ahora, cabe subrayar que tú has hecho música popular también, tienes experiencia en ambos tipos de música…
– Sí, es cierto, entiendo ese lenguaje. La música popular es más sensorial, busca una invitación distinta, más de disfrutar el momento. Con la música clásica, en general, y el estilo barroco en particular, se produce un efecto diferente. Tiene la misión de elevar el alma, es una invitación más mística.
Hay también un aspecto personal en todo esto: tengo muy poca afinidad con la electricidad, me cuesta trabajar con instrumentos enchufados. Creo que el arte musical debe mantenerse dentro del ámbito de los instrumentos “naturales”, porque mantienen un vínculo con la naturaleza, cómo se emite y de cómo se hacen los instrumentos.
De dónde vienen, de qué árbol están hechos. Hoy los instrumentos eléctricos son industrializados, pero los otros son hechos por un luthier, que es un artesano. Pueden haber veinte violines y la sonoridad va a ser diversa en cada uno.
Incluso, la manera en que se interpreta es distinta en cada músico. Hay todo un mundo de cualidades que no se encuentran en el sector eléctrico. A mí me interesa más lo cualitativo que lo cuantitativo.
Son búsquedas diversas y conociendo ambos mundos, la verdad es que me quedo con éste….
¿Cómo surge «Latino klassic», disco centrado en la música clásica de América Latina?
– La verdad es que resulta muy grato percatarse de que , en este aspecto, hay un patrimonio muy intenso en la región, con una interesante lista de compositores. Este camino me interesó mucho estando en Alemania. Me vi cantando música clásica en alemán, en inglés, en italiano, en latín y dije… cuándo en mi idioma.
Así fui descubriendo temas y compositores, hice una conexión muy directa desde l idioma. De ahí me interesó desarrollar un repertorio que hice muchas veces en Europa, con una positiva recepción. Para llevarlo a cabo me contacté con André Marques, pianista de Hermeto Pascoal, con quien somos amigos desde hace mucho tiempo.
Incluimos temas de Carlos Guastavino, Alberto Ginastera, Héitor Villa-Lobos y Federico Heinlein, entre otros. También nos atrevimos a sumar «La tonada de luna llena» de Simón Díaz. La hicimos en clave lírica, un poco ad líbitum. Juntamos la raíz folkórica con esta presentación lírica.
** Fotografías de Esperanza Restucci: Gabriel Schkolnick