Actriz Liliana Ross: «Para hacer teatro no se puede dejar de ser empresario”

Liliana Ross es hija de las mejores tradiciones teatrales del país. Con casi cinco décadas en las tablas, también fue una de las primeras heroínas de las primeras experiencias de las teleseries chilenas. Su rol como “La Colorina” le permitió  la entrada por la puerta ancha al mundo de la actuación televisiva.

La misma novela luego fue adquirida por la gigante Televisa y el papel que interpretó Ross fue asumido por Lucía Méndez. El autor del guión, el prolífico Arturo Moya Grau, siempre reconoció en Liliana Ross a una de sus musas preferidas.

El domingo 10 de junio de 2018 la exitosa actriz falleció en su hogar a los 79 años. En Cultura y Tendencias guardamos un gratísimo recuerdo de ella, porque la entrevistamos para nuestra edición en papel número 13, justo en el momento que llevaba ya varios años sin apariciones televisivas, a pesar de haber formado parte del elenco de una poderosa telenovela como «Machos». 

A esas alturas, Liliana Ross optó enfrentar el futuro con decisiones propias, en vez de estar esperando el telefonazo del productor o productora de turno. Buscó por el mundo buenas y atractivas obras de teatro y comenzó a cumplir “el sueño del pibe”: vivir de las tablas.

Primero fue con “Brujas” y luego le siguieron -entre otras- “Miss Patria”, «Closer», «Los monólogos de la vagina» y “Sinvergüenzas”, versión libre de “Full Montly”, polémica pieza que incluyó cinco desnudos masculinos que remecieron el mojigato ámbito de los medios de comunicación chilenos.

Acusada de “comercial” y “empresaria” por un sector de actores, Ross asumía ambos epítetos con tranquilidad. Sabía que estaba en lo correcto y mantuvo su conciencia tranquila. Fue algo muy fuerte decir que, como actriz, pudo sacarse el peso de la televisión y hacer lo que realmente le gustaba.

A continuación, publicamos en formato web la entrevista publicada en mayo del año 2001. La conversación estuvo a cargo de nuestra editora Barefca Abusleme Peña.

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Usted es considerada la “Reina Midas” del teatro hoy…

– Ja, ja, ja.. Me divierte mucho ese concepto…

Con toda la suerte de críticas y envidias que ese comentario conlleva…

– Por supuesto. Además de la descalificación, porque en Chile tener éxito en el teatro es hacer mal teatro, contrariamente a lo que se piensa en cualquier parte del mundo. En otros países se respeta el éxito porque se reconoce que al obtenerlo, hay un gran trabajo de fondo.

¿Cómo toma todas estas reacciones?

– Tranquila. En esta actividad la dinámica indica que por un éxito tienes dos o tres obras a las que le ha ido más o menos no más. Y yo ya estoy demasiado grande -como dicen los argentinos- o vieja -como decimos aquí- como para hacerme expectativas ilusorias.

El teatro es una lotería. Obviamente una se la juega para que lo que se presente a la gente sea lo que está necesitando. “Sinverguenzas”, por ejemplo, debió su éxito a que correspondió a una necesidad que tocó dos fibras claves de nuestra realidad: la cesantía y el humor chileno para enfrentar las desgracias. Y “Closer” también hizo lo propio, en el sentido de cuestionar las relaciones de pareja en los adultos jóvenes, con toda su falta de compromiso.

¿Le han extrañado las críticas a su éxito?

– No mucho, porque a mí hace tiempo que la prensa me puso la etiqueta de “comercial”. Desde que hicimos “Brujas” con la Rosita Nicolet o con “Miss Patria”. A pesar de todo, no tengo una visión mala del periodismo. No creo que sus reacciones obedezcan a malas intenciones, sino que a una falta de especialización en los temas culturales, aunque ese es un mal del país.

Los colegas, lamentablemente, también han caído en eso, aunque para qué estamos con cosas: así son las reglas del juego. Me encantaría hacer una obra con 23 espectadores, como lo hacen algunos grupos, pero no puedo darme ese lujo, pues desde hace dos años que puedo decir que vivo del teatro. En el fondo, el tema es qué rico poder decirle a la televisión “puedo prescindir de tí”. Es más, donde más he ganado dinero en mi carrera ha sido en las tablas.

En medio de los comentarios contrarios, se enfrascó en una atractiva discusión epistolar por “El Mercurio” con Enrique Lafourcade…

– El intercambio de ideas con él surgió en un programa de TV en el que se hablaba de la situación cultural del país. Él habló contra la incultura del pueblo, lo que a mí me molestó y le dije que lo consideraba un arrogante, porque no podía criticar a la gente que que no tiene el privilegio de acceder a la cultura como él. Las personas en el estudio me ovacionaron. Y durante cuatro meses la gente me paró en la calle para felicitarme.

Creo que quedó con la bala pasada y criticó, sin verla, “Los monólogos de la vagina”. Lo que ha sido una lamentable constante: muchas personas han hablado mal de la obra sin siquiera ir al teatro. De hecho, algunas personas anónimas enviaron cartas a la prensa aludiendo a conceptos morales, firmadas -supuestamente- por actrices como Amparo Noguera o María Cánepa, pero que estaban mal escritos, lo que sirvió para descubrir la farsa.

¿Y cuál es el criterio con que elige estas obras que tan revuelo causan?

– El principal: que a mí me provoquen algo. Si cuando las leo siento que ese algo que me toca conmoverá al público, no lo pienso más. Es algo intuitivo que actúa en mí y que luego le doy una vuelta más racional.

Además de montar y dirigir, usted intermedia en la venta de los derechos de “Sinvergüenzas” en Perú y Puerto Rico, cosas nada de habituales en el ámbito teatral. Ha congeniado el teatro con el ámbito administrativo…
– Es que creo algo fundamental: quienes hacemos teatro no podemos dejar de ser empresarios. Me lo dijo Nissim Sharim cuando hicimos “Brujas” en el Ictus. “Me doy cuenta que una obra debe tener una mentalidfad empresarial”, me confesó. Y eso para mí fue lógico y evidente, pues siempre fui alumna de 7 en matemáticas y en esa área existe una frase hecha que yo siempre repito: Los hombres mienten, todo miente, menos los números…

¿Porqué cree que estos dos conceptos son contrapuestos en Chile?
– Porque se cree que los artistas son unos despelotados que sólo andan por los bares, que son bohemios, que no se saben administrar y en cierto casos eso puede ser verdad. Pero los actores, por ejemplo, con la TV han aprendido finalmente a enfrentar negociaciones en las que se saben sacar ventajas y han aprendido a cobrar lo que valen.

Hay todo un cuento parecido a lo que existe en Hollywood, obviamente, guardando las proporciones, pero que sirve para ayudar a los artistas a manejarse en los puntos que no sean sólo su inspiración. Una cuando trabaja en el arte sabe que se está en la cuerda floja. La idea es, al menos, saber dónde se va a caer…

¿Cree que existe un boom del teatro femenino?

– El teatro siempre es una respuesta social. Y el hecho de que hayan más obras que abordan nuestra temática se relaciona con el mayor protagonismo que las mujeres tenemos hoy en el mundo. Escritoras o dramaturgas, por ejemplo, antes habían dos o tres. No te olvides que la represión y las dictaduras son siempre machistas. Por eso. cuando resurge la apertura, aparecen todos esos temas no enfrentados. Y la situación de la mujer es uno de esos tópicos.

¿Existe discriminación en el ámbito teatral?

– En la televisión claramente. Si bien pueden haber productoras mujeres, las decisiones las toman siempre hombres, con criterios que permanentemente no comparto. Y en el teatro, también. El hecho de crear mi propio cuento fue una una respuesta a eso: no depender de que alguien me llame. Porque, además, si te llaman, es por varios otros motivos que el artístico.

En cuanto a sueldos, las mujeres todavía ganamos menos que los hombres, casi el cuarenta por ciento menos. Me acuerdo que en la obra “Miss Patria” hacía a un personaje que decía esto mismo y el teatro se venía abajo con aplauso estruendoso… Eso demostraba que la frase es una realidad del porte de un buque

Y usted, con su trayectoria y experiencia, ¿cómo ve el teatro hoy? ¿Mejor o peor que antes?

– Lo observo bien. En cuanto a la calidad de los actores, países con amplio desarrollo actoral como Argentina y Uruguay, nos ven con un alto nivel. La televisión, increiblemente, nos ha hecho muy bien, ya que nuestra TV es creativamente tan pobre, que la gente necesita otras cosas.

La TV no sólo repite los formatos y los esquemas, con esa cosita de chabacanería que ya aburre, sino que los rostros y los nombres. A la gente, entonces, le están atrayendo las cosas más vivas, con formas distintas, y eso nos ha permitido ir ganando más espacios.

¿Y cómo aprecia el desarrollo actoral de las nuevas generaciones?

– Bastante bien. Piensa que hace cuarenta años sólo habían cinco o seis buenos actores, y unas tres o cuatro compañías. Las salas se podían contar con los dedos de una mano. Yo veo teatro desde los 10 años, pues vivía en el centro y me recorría todos los estrenos que habían.

De esa realidad, a lo que ocurre hoy, es un mundo de diferencia. Sólo en 1999 hubo 187 estrenos, buenos o malos, pero que significa que más de cien grupos están trabajando, es algo increible. Soy bastante optimista y positiva al ver el nivel de los actores jóvenes, hay un muy buen sustrato.

¿Cómo ve la práctica televisiva de incluir constantemente a rostros jóvenes, sin mayor preparación que un par de tallercitos de actuación, desplazando a actores y actrices de gran trayectoria?

– Mira, con respecto a eso yo siempre mantengo la calma y le doy tiempo al tiempo. Todo cae por su propio peso. Talentos naturales para la televisión en toda mi vida he visto casos con nombre y apellido: Carolina Arregui y Sonia Viveros. Ahora, para el teatro se necesita formación y allí no hay dos palabras. Un rostro joven de televisión no resiste ese desafío.

Usted participó en un congreso de mujeres que trabajan en el ámbito artístico, efectuado en Cuba. ¿Hay similitud en las problemáticas por las que cruzan o son muy diversas?

– Los problemas de los artistas son muy similares en Latinomérica. El principal, y que se repite en casi todos los países, es la inexistencia de un sistema previsional efectivo y la falta de seguridad laboral. Un actor o una actriz, por lo general, tiene pan para hoy y hambre para mañana. Curiosamente, el único país que no tiene ese problema era el anfitrión: Cuba.

A lo mejor ganan poco dinero, pero los actores y actrices viejos en ese país no están cesantes ni abandonados de salud. Existen varias alternativas para ellos: radioteatros, teatro infantil, teatro para la tercera edad o, por último, el sindicato los ubica en algún puesto administrativo. El concepto del respeto al artista es algo muy fuerte y eso no lo tenemos en el resto del continente.

¿Qué otra cosa se habló en Cuba?

– Lo otro fue eso que tú me preguntabas, el desplazamiento que en el ámbito televisivo se hace de los profesionales más viejos por las caras nuevas. En ese punto no soy tan dramática, aunque comparto el fondo del problema. Sin embargo, en general, asumo que la TV es para las caras bonitas. Uno puede hacer un efectivo y decente papel secundario y de apoyo, pero es una situación que sucede en todo ámbito laboral.

Ahora, claro que me encantaría que las teleseries en Chile se abrieran y abordaran también temas más adultos y menos adolescentes. Por ejemplo, qué le ocurre a una mujer de mi edad que descubre que su marido tiene una amante joven, que sus hijos se le fueron, que está sola y que no tiene profesión. Espero ver eso algún día en nuestra televisión.

Usted es, además, dirigenta del gremio teatral en Chile. ¿Se ha avanzado en mejorar la situación de los actores en los encuentros que han sostenido con parlamentarios?

– Sí. Con el Sindicato del Arte (Sidarte) nos hemos estado reuniendo con una comisión del Senado que estudia nuestra situación previsional y ya hemos logrado que por mayoría se apruebe la idea de analizar profundamente nuestro caso.

Si bien muchas veces se ha dicho lo mismo, creo que en esta ocasión la cosa va en serio. En cierta manera, los actores han sido utilizados por la política durante las elecciones, y creo que ahora es la ocasión de emplazar este tema con seridad.

Lo bueno es que sólo dos senadores votaron en contra, cosa que me da mucha curiosidad. Me pregunto cuáles habrán sido sus extrañas razones para hacerlo. Una vez Sebastián Piñera nos recibió cuando era senador y bromeó cuando íbamos entrando, diciéndonos “Ah, aquí llega el teatro al senado”. Yo le dije “No nos molestes tanto que hay harto teatro en la política” y él, muy irónicamente, me constestó con astucia “Sí y mucha política en el teatro”.

A lo mejor, lo que para Piñera era sólo un juego de palabras y una broma, para otros de ese sector constituye un verdadero temor. Quizás esos dos que votaron en contra le deben tener susto a la política en el teatro, lo que hoy en día es algo completamente anacrónico.

* Video tomado de Youtube/ Se trata de un capítulo de la serie «Retrografías», co-producción de Duoc UC y Canal 13 Cable.

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