De las once casas donde Neruda debió esconderse cuando en 1949 el gobierno de Gabriel González Videla lo persiguió, un porcentaje importante perteneció a un cirujano dentista, el doctor Luis Cuevas Mackenna. La historia se detalla en uno de los últimos libros que publicó el reconocido periodista y escritor José Miguel Varas el año 2003.
Bajo el nombre de «Neruda clandestino», el autor relata la increíble aventura de cómo el poeta (que más de dos décadas después sería homenajeado con el Premio Nobel), debió vivir en la clandestinidad, hasta salir de Chile por un paso fronterizo alternativo, a caballo, con una larga barba y con una de sus obras monumentales bajo el brazo: “Canto general”.
El libro es una investigación intensa pero amena, que cuenta con la pluma destacada de Varas escritor, pero también con la mirada inquieta del Varas periodista que, además, conoció al poeta y narra por ello más detalles de la aventura, con antecedentes de primera mano.
El gobierno de Gabriel González Videla había llegado a La Moneda gracias al decidido apoyo del Partido Comunista. Fue tan evidente esa colaboración, que el mandatario no se limitó para hacer constantes gestos de compromiso con la colectividad de la hoz y el martillo; en tanto que el propio PC no dejaba de prodigarle actos de fidelidad.
Uno de ellos fue la solicitud a Neruda de que le hiciera un poema al candidato, frases que se transformarían en el himno de la candidatura del presidente conocido por su constante sonrisa, su jamás ocultado amor por La Serena y por su típico final de todo comentario: “pues, hombre”.
De Arica a Puerto Williams se escuchó el verso “Y el pueblo lo llama Gabriel”, que el propio vate escribió con la confianza de apoyar la causa de su partido. Sin embargo, ni los tres ministros comunistas que por primera vez llegaban a ocupar cargos en un gobierno chileno pudieron cambiar la decisión que González Videla ya tenía: separarse del PC apenas pudiera.
La contingencia se presentó rápida: en 1948 se vivían intensos comienzos de la Guerra Fría y el presidente chileno no titubeó en señalar que la tercera guerra mundial entre Rusia y Estados Unidos era cosa de meses, por lo que había que actuar en consecuencia.
A partir de ese momento, persiguió cada acción comunista bajo el pretexto de sostener que eran intentos de la URSS para desestabilizar los intereses estadounidenses en la región. “Chile debe colaborar con su poderoso vecino y cuando empiece la guerra estaremos con ellos”, dijo el mandatario.
Neruda, a la sazón, era senador de la República y asumió una trinchera de total oposición al gobierno. Fue lo mejor que pudo haber ocurrido para González Videla, quien movió los hilos necesarios desde 1947 para enfrentarlo y perseguirlo. Hasta que la justicia lo desaforó, declarando que Neruda debía ser enjuiciado, por lo que había tomarlo preso.
La dirigencia comunista inmediatamente generó una infraestructura de vida clandestina, escondiendo a Neruda en distintas casas de militantes o simpatizantes del PC o, simplemente, de amigos solidarios. Uno de ellos fue el dentista Luis Cuevas Mackenna, muy cercano de Neruda y vecino en Isla Negra.
El odontólogo cobijó al futuro Premio Nobel en distintas propiedades de su familia: la parcelas de El Raco y El Rique (ubicadas en Pirque), además de un departamento en Nana Bell (calle ciega ubicada en Pedro de Valdivia). En todas ellas, Neruda y su esposa en ese momento, la argentina Delia del Carril, nunca tuvieron una vida muy escondida: se reunían con conocidos con cierta tranquilidad y el PC efectuaba constantes encuentros.
El periodista José Miguel Varas anota en su libro que cuando Neruda estuvo en El Raco, “el mismo Lucho Cuevas Mackenna emitió una instrucción estricta: nadie debía ver al poeta. Pero el primer día lo vio Patricia Cuevas Norton, su hija. Lucho montó en cólera y la dejó prisionera en la casa, mientras Neruda fue trasladado a otra parcela de la zona, perteneciente a una hermana de Lucho”.
A partir de ese momento, Neruda pasa al hogar del diplomático y periodista Luis Enrique Délano (padre del escritor Poli Délano), desde donde comienza a fragüarse la operación definitiva para sacar del país al poeta.
Mientras tanto, la justicia y la policía lo buscan por todos lados. Aunque en sus memorias, González Videla sostiene que nunca pensó realmente en detener al vate, «pues hubiese originado una fuerte reacción internacional», así y todo en los antecedentes judiciales constan más de sesenta allanamientos y variadas diligencias que demuestran que, al menos, la dinámica policial no se detuvo.
El español Víctor Pey tuvo a su cargo la organización de la huída definitiva del poeta. Pey, cuya trayectoria en los medios de comunicación ligados a la izquierda es de reconocida relevancia, había llegado al país gracias a Neruda, en el mítico viaje del barco “Winnipeg”.