Exclusivo desde Londres/ Durante los tres intensos días que estuvo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en Gran Bretaña no hubo ningún banquete en el Palacio de Buckingham ni alguna procesión en honor a su calidad como jefe de Estado.
No se presentó en el parlamento –como es habitual en los mandatarios que visitan el país- y los príncipes Carlos y Guillermo tampoco mostraron interés en conocer al ex-empresario de la construcción y símbolo de los yuppies en los 80´s.
Mientras Carlos prefirió atender un evento de la policía de Gloucestershire, su hijo -el Duque de Cambridge- se decidió a participar en un partido de polo para una fundación de caridad.
Eso sí, Trump visitó a la reina en Windsor, pero –fiel a su estilo- se las ingenió para inspirar memes en las redes sociales al caminar constantemente frente a la soberana, bloqueándola completamente y pasando revista a la guardia de palacio. Daba la impresión de que él caminaba como Pedro por su casa en vez de ser el huésped.
Con sus 92 años, la Reina Isabel debió esperarlo de pie durante los doce minutos que llegó atrasado.
Probablemente los únicos que esperaron con ansias la presencia de Trump fueron los “tories”, el sector conservador de la política británica. Porque la sensación a nivel de la opinión pública fue de un claro rechazo. Quizás por eso mismo, Boris Johnson -el secretario de Asuntos Extranjeros que ya está retirándose- no definió este viaje como una “visita de Estado”, sino como una “visita de trabajo”.
Y como no se presentó en el parlamento, el presidente de Estados Unidos no fue testigo del Gran Bebé Trump inflable que lo estuvo esperando desde las alturas, en una manifestación que representaba su fragilidad de carácter como líder al frustrarse con cualquier opinión contraria y que llora por malcriado. El bebé inflable tuvo su segunda oportunidad en la protesta del día siguiente en Edimburgo, Escocia.
El alcalde de Londres, Sadiq Khan, declaró que “si él viene, va a encontrarse con una ciudad abierta y diversa, que siempre ha elegido unidad por sobre la división y esperanza por sobre el temor. Sin duda verá que los londinenses valoran profundamente su libertad de expresión”.
Para evitar todas estas manifestaciones, Trump no tuvo acceso al corazón de Londres (London Central), antecediendo la efervescencia que causó una página en Facebook organizando una protesta contra Trump que tenía, una semana antes de su arribo, 50.000 personas confirmadas y otras 150.000 interesadas. Finalmente, se contabilizaron alrededor de 250.000 participantes para ese día viernes.
También se congregaron contra-protestas de grupos de extrema derecha como el UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido), que daban la bienvenida a Trump. Aunque éstos no alcanzaron a ser un centenar, se las arreglaron para bloquear un bus de dos pisos gritando cánticos anti-islámicos frente a una conductora que vestía un hiyab.
Como Trump no es Trump sin declarar algo polémico, en su entrevista a The Sun señaló que “en realidad le dije a Theresa May cómo hacerlo (negociar Brexit), pero ella no me escuchó. Ella quería ir por una ruta diferente”.
Y como no hay primera declaración incendiaria de Trump sin segunda, se atrevió a decir que Boris Johnson sería “un gran Primer Ministro” y que está “sorprendido y entristecido de verlo dejar el gobierno”, quitándole el piso por completo a la primera ministra.
También criticó al alcalde de Londres, una vez más, por hacer un “mal trabajo” en proteger a la ciudad del terrorismo y como es costumbre criticó a Europa por aceptar demasiada inmigración, ya que “la cultura europea está desapareciendo”.
Y como también es normal en Trump, en una conferencia de prensa posterior se retractó y desmintió haber dicho lo citado por el diario: “No critiqué a la primera ministra. Tengo mucho respeto por ella. Desafortunadamente, tienden a grabar historias que tienen para su entretenimiento. Pero lo que hicieron los reporteros se llama noticias falsas”.
Como respuesta, The Sun publicó el audio en su totalidad con el título “Fake Schmooze” (Retórica falsa, referido a un tipo de charla manipuladora y engañosa), quedando claro que lo expuesto por el medio es consistente con lo que planteó a los periodistas, deando al mandatario estadounidense desacreditado.
También se supo de encuentros con miembros pro-Brexit del parlamento y con representantes de Tommy Robinson, un violento líder nacionalista blanco y co- fundador del grupo English Defence League, quien se encuentra actualmente en prisión.
Para tratar de salvar la atmósfera de su visita, en otra entrevista para el Daily Mail con Piers Morgan, Trump declaró todo lo contrario a lo dicho a The Sun: “Creo que ella (Theresa May) será capaz de llegar a un acuerdo por el Brexit” y que “no había duda” de que entre Reino Unido y Estados Unidos lograrían tener un gran acuerdo político y económico.
Los analistas destacan que es la primera vez que un presidente de Estados Unidos toma posiciones abiertas en una visita a Gran Bretaña. Señalan que ni siquiera ocurrió entre Ronald Reagan y Margaret Thatcher o Bill Clinton y Tony Blair, cuyos “coqueteos” políticos entre ellos eran obvios.
Tampoco hay antecedentes de que un mandatario estadounidense se haya reunido con figuras políticas locales claramente racistas o bordeando en la ilegalidad. Se apunta que esto es de sumo interés para los nacionalistas estadounidenses, principal base de votantes pro-Trump.
Luego de su estadía en Londres, Trump voló a Escocia en donde construyó un complejo de golf, en Ayrshire, contra las objeciones por daños ecológicos, con la promesa de inversiones de 1 billón de libras y mil nuevos empleos para la gente local.
Hasta ahora, después de una década, el resort provoca choques con medioambientalistas, vecinos y políticos. Trump fue recibido, como fue la costumbre, en medio de protestas. Él dedicó su tiempo a viajar en un carrito de golf.
La visita a Gran Bretaña fue, en resumen, crítica de principio a fin. Por si todo lo anotado fuera poco, Trump tiene buenas relaciones con Vladimir Putin y al presidente ruso no se le quiere aquí tampoco por sus nexos con los envenenamientos a ciudadanos rusos y británicos con Novichok.
Su estilo impredecible y que alimenta a los medios con opiniones controversiales funciona bien para su antiguo programa The Apprentice («El Aprendiz»), pero se vuelve agotador cuando se trata de un jefe de Estado.
The Donald, como lo llaman sus detractores, declaró en Estados Unidos que su encuentro con Putin fue lo mejor de su gira por Europa…