
(*) José Albucco
Con su creatividad, arte y pensamiento, los inmigrantes han realizado innumerables aportes a Chile en diversas áreas de la cultura. Hoy, muchos son parte del legado patrimonial tangible e intangible de la nación, contribuyendo en gran medida a la construcción de nuestra identidad.
Por eso, el desarrollo humano significa enfrentar diversos desafíos, en especial aquellos que fracturan la dignidad de las personas en sus distintas manifestaciones. El Pacto Mundial para la Migración Segura se observó con esperanza, como una forma ordenada y regular de abordar este ámbito, antecedido por un trabajo de dos años de estudios y negociaciones.
Sin embargo, el gobierno de Chile decidió marginarse de este camino. Y con ello le impide al país profundizar en el compromiso con los derechos humanos en el mundo.

(Foto original: Agencia Blackout/ tomada desde internet)
Mientras que las naciones que adhieren al pacto ejercitan el multilateralismo, la promoción de encuentros interculturales, el fomento de la integración, el salvar vidas, el prevenir tráficos ilegales y la trata de seres humanos, la lucha contra la vulnerabilidad en el ámbito de la migración, la correcta gestión de las fronteras y la inversión en el desarrollo cultural, Chile toma el camino de la negación de nuestro origen inmigrante y fomenta un nacionalismo basado en la exacerbación de las diferencias, a través de las élites políticas, intelectuales, económicas y religiosas.
Bien cabría escuchar qué piensa el ministerio de las Culturas en esta temática. El lenguaje inclusivo que promueve sobre temáticas de género, discapacidad y pueblos indígenas no son suficientes para el país, cada vez más diverso y multicultural. La inclusión no tiene fronteras, la inclusión cultural es la riqueza y capital futuro de nuestro desarrollo humano.
Y el objetivo último es la mejora integral de todos: migrantes, refugiados, su comunidad de origen y su nueva comunidad, fortaleciendo los verbos acoger, proteger, promover e integrar. Sin embargo, la negación al Pacto Migratorio genera un racismo selectivo -pero constante- frente a aquellas y aquellos que no son parte de una peligrosa monocultura, exacerbada por el gobierno y alimentada por el sistema educacional.
(*) El autor es académico universitario.
(Foto principal de esta columna: Agencia Blackout/ tomada desde internet)