Charlie Brooker es junto a Ricky Gervais el amo y señor de la televisión inglesa. El segundo conquista Estados Unidos y parte del mundo con su humor negro, confrontacional, inteligente y con bastante vergüenza ajena, nacido con “The office” y que luego lleva a diversos niveles en series como “Extras”, “Life’s too short” y varios experimentos más, algunos televisivos, otros en formatos de stand up comedy y otros en la pantalla grande.
Brooker -en tanto- se queda en la isla británica, en donde comienza con “Dead set”, realización en la que mezcla un apocalipsis zombie con realitys show tipo Gran Hermano. Tras esto crea varias series y programas en Inglaterra, saltando a la palestra internacional con una miniserie de seis capítulos dividida en dos temporadas emitidas por Channel 4: “Black mirror”.
Con una sola premisa en mente, como es el impacto de la tecnología en el diario vivir de la sociedad, Brooker deja llevar su imaginación a realidades presentes y futuras en las que es posible cuestionar la real ayuda que ofrecen distintos productos como celulares o computadores, además de lo que se ve en televisión o en como los medios de comunicación manejan las cosas.
En tramas donde se va desde un tormentoso caso que le ocurre a un ficticio Primer Ministro hasta cómo será la deshumanización de la sociedad en un futuro bastante cercano merced a las necesidades humanas y tecnológicas, este guionista, cómico y director plantea diversas interrogantes frente a un verdadero apocalipsis posible de vivir (si es que no se vive ya), gracias al poder de la industria y del sistema capitalista.
La conciencia en archivos y carpetas
La primera temporada se emite en diciembre de 2011 e incluye un capitulo impactante. El inglés golpea de lleno en la cara con el episodio “The national anthem”, en el que parte con el secuestro de la ficticia princesa Susannah. El hecho se divulga rápidamente, pues el captor sube un video a Youtube en el que hace una inusual petición para liberar a su famosa rehén: que el Primer Ministro tenga sexo con un cerdo en vivo por cadena nacional.
El líder político, interpretado por un magnífico Rory Kinnear, no puede creer lo que ve, mientras sus asesores, miembros del partido, su esposa, los medios de comunicación y toda la sociedad analizan, debaten y -por sobre todo- observan el transcurso de las horas que marca el tiempo dado por el secuestrador como plazo para que se cumpla su petición.
Otro episodio se llama “Fifteen million merits”. Se plantea en el futuro, cerca del 2050, en donde se ve una sociedad completamente distinta a la actual. No hay vida como la actual, no existe una sociabilización normal, no hay movimiento en la calle, todo es dentro de las paredes de una especie de gigante multinacional en donde los trabajadores se dividen en dos especies: Millones de personas que pedalean sin parar en una jornada de trabajo normal sobre unas bicicletas estáticas y un puñado de auxiliares de limpieza que se dedican a ordenar y recoger lo dejado por los ciclistas.
Las personas que se dedican al primer trabajo no interactúan mayormente entre ellos y sólo se dedican a lo suyo, pues gracias a ese pedaleo producen energía. Brooker deja ver efímeramente que existen varios puntos en el Reino Unido donde se lleva la misma labor. Nada más. En plena jornada, solamente ven una serie de programas elaborados por una especie de poder superior que se encuentra en el mismo recinto.
Hay desde bromas pesadas, videojuegos, programas eróticos y un símil de American Idol. Todo bastante hermético eso sí, pero que demuestra la idiotización que permite consumir los productos de la pantalla chica y -a la vez- como éstos logran gran poderío sobre los espectadores. La «caja idiota» cobra acá una nueva dimensión.
El protagonista de la historia es un tal Bing (Daniel Kaluuya), quien es otro de los tantos anónimos ciclistas que despierta de su letargo únicamente porque se enamora. La reflexión es clara en torno al poder de la industria televisiva y como ésta cambia los sueños de las personas. Lo importante de esta serie es saber la premisa, ya que el resto del camino lo hace quien anhela ver el capítulo.
La última historia de la primera temporada se titula “The entire history of you” y plantea un escenario que, a simple vista, puede sonar bastante atractivo, como es que cada uno en el futuro tiene un chip que es una especie de disco duro, en donde todos los momentos vividos quedan grabados y uno puede ordenarlos en carpetas y pueden ser vistos una y mil veces.
Lamentablemente si tienes una pareja y uno de los dos tiene tendencias celópatas y sicópatas, todo se vuelve negativo. Un capítulo que invita bastante a la reflexión. Con este episodio se cierra la primera temporada, recibiendo el Emmy a la mejor miniserie internacional.
¿Un golpe necesario?
El impacto causado fue enorme, especialmente en la blogósfera. Los amantes de las series deliran con estas historias que perfectamente crean un nuevo género: thriller psico-tecnológico. El hype generalizado llevó al Channel 4 a dar luz verde a una nueva temporada y Charlie Brooker la vuelve hacer.
En “Be right back”, por ejemplo, se toca la clonación y el dolor que causa la muerte de un ser querido. A Martha (Hayley Atwell) se le muere su pareja y en pleno funeral una amiga le cuenta que existe una especie de programa que te permite chatear con una persona fallecida, solo al darle acceso a los datos del finado, como sería por ejemplo el perfil de Facebook y los tuiteos.
De allí, Martha comienza a intimar cada vez más con esta suerte de impostor-amor verdadero. Historia más dramática y lenta que lo normal de la serie, pero que te genera una serie de pensamientos en torno a lo que podría llegar la tecnología y si uno, en verdad, está preparado para avances de este tipo.
En el segundo capítulo, una mujer despierta media drogada y amnésica sin saber dónde diablos está y sólo teniendo como pista la fotografía de una pequeña niña, de la cual recuerda bastante poco. Con ese inicio que rememora claramente a la entretenida “28 days later” de Danny Boyle, la historia se sumerge en una serie de aventuras que no se comprenden del todo, como la aparición de un grupo de personas con máscaras que intentan matar a la protagonista y algo aún más extraño, como es ver que toda la gente graba con sus celulares todo lo que ocurre, sin prestar la más mínima ayuda y sin siquiera ser partícipes del hecho.
Todos están con una sola idea en su cabeza, registrar todo lo que ocurre con la mujer. El desenlace de la historia es impensado, una joyita de gran potencia, tal como ocurre en “The national cathem” y la disyuntiva del sexo con el cerdo del Primer Ministro.
Y para finalizar, Brooker juega con el impacto de la televisión en la gente y como ésta cae rendida a los pies de todo lo que se muestra y se dice, y en la aparición de líderes de opinión de la nada. Además es una dura crítica al poco arraigo que generan los políticos.
En la historia se aprecia cómo un comediante fracasado logra el éxito con la creación de un mono virtual llamado Waldo, que debido a su verborrea bastante subida de tono, logra generar idolatría en la gente hasta convertirse en candidato a parlamentario por un condado en particular. La lucha entre el mono animado y el candidato conservador es tan brutal como inverosímil en la vida real.
Pero ojo, que esto se adelanta a lo que pasó en Italia, en donde el comediante Beppe Grillo logra un cuarto de los votos en las elecciones generales con su movimiento Cinco Estrellas, usándose como punta de lanza la interacción con la gente por internet.
Si esto se logra, ¿por qué no alguien como Waldo podría llegar a luchar por algo parecido? Dilemas, reflexiones y análisis más allá a los medios de comunicación, las redes sociales y el uso de la tecnología nos regala Charlie Brooker.
Historias que dentro de todo el aspecto de ficción y espectáculo que tienen, traen además una bocanada de aire fresco y un serio despertar ante muchas de las cosas que hoy vemos como normales. La pluma mordaz y efectiva de Brooker se hace notar fuerte en «Black Mirror». Un golpe necesario para la mente de la gente.