A much@s les preocupa hoy el avance del fascismo en distintos lugares del planeta. En este mismo medio hemos dado cabida a diversos puntos de vista sobre el tema. Sin embargo, tan preocupante como lo señalado, es la desorientación que se observa -en términos generales- en la centro izquierda del mundo, pero también -en términos muy específicos- en la centro izquierda de Chile.
Por un lado, está la rama que formó parte de la Concertación y de la Nueva Mayoría, hoy sorprendentemente divagante, sin un discurso claro frente a los desafíos, sumida en una inacción inexplicable. Y, por otro, se observa a una izquierda joven, representada en el Frente Amplio, que se ha destacado en los últimos meses por regalarle a la derecha exquisitos bombones de inexperiencia, con los cuales los medios de comunicación se han solazado.
Para muchos serán «torpezas de juventud» y puede ser un argumento con cierto asidero. Pero cuando sobre la misma se vuelve a pisar la bosta, ya no se trata de errores. Existe una tendencia.
La reacción vacía y cobarde de Gabriel Boric da vergüenza ajena al recibir como regalo -en el programa de Youtube «El Disco»– una polera estampada con la cara del senador UDI Jaime Guzmán baleado. Nunca a un familiar de detenidos-desaparecidos se le ha visto nada similar, teniendo ellos todas las explicaciones humanas para exhibir sentimientos intensos y crudos. ¿Por qué -entonces- puede aceptarse como correcta la reacción de risa y festejo con la que un parlamentario recibe una camiseta con ese diseño?
Él mismo ha tenido la ubicación de aceptar el error. Desde su posición de diputado, no existe posibilidad lógica de entrar a la discusión política festinando el asesinato de un senador. Por mucho que se trate de Jaime Guzmán, uno de los destacados arquitectos del orden pinochetista que aún perdura en Chile.
Sin embargo, el ímpetu juvenil parece no dar espacios a la reflexión. Sólo unas semanas después, otra parlamentaria joven de izquierda y del Frente Amplio -Marisela Santibáñez- vuelve a pisar el mismo sucio palito, en una actividad del Partido Comunista. Lo peor es que -advierte- ella habla para «defender» a Boric. ¿Y cómo lo hace? Diciendo que está «bien muerto el perro».
¿Dónde quedamos, al final? Boric había manifestado sus disculpas por el episodio y había subrayado que no avalaba el crimen de Guzmán. ¿Por qué Santibáñez «defiende» a Boric yendo hacia el extremo que él mismo había reconocido como error?
En medio del revisionismo fascista que se vive en la región y también en Chile -en el que una diputada de Renovación Nacional se declara pinochetista, a casi treinta años de recuperada la democracia, o en el que un candidato extremadamente conservador y religioso se adelanta en las encuestas- no se debe ser ingenuo y torpe para caer en este tipo bajezas.
Claramente no se luchó contra la dictadura para hacer o decir lo mismo que decían los que ostentaron el poder durante esos oscuros años. O para responder al negacionismo con palabras virulentas. Eso no es democracia, es caer en una dinámica claramente regresiva.
Con el pasar de los días, Santibáñez también opta por disculparse con una declaración escrita. Pero el asunto ya está sobrepasando los límites. La democracia hay que cuidarla hasta que duela. No se honra a los desaparecidos, a los torturados y a los asesinados haciendo lo mismo que los defensores de la dictadura.
Más aún en un sistema comunicacional administrado por intereses de derecha, en el que –por cierto- se le da mucho más cobertura a este tipo de sandeces que a la foto del candidato José Antonio Kast al lado de un productor de poleras estampadas con helicópteros tirando cadáveres al mar.
Así son las cosas. A estas alturas de la historia los parlamentarios «jóvenes» entenderán que esa es la realidad. Y por lo tanto deben prepararse mejor, no ser tan ególatras ni hacerse amigos de las cámaras, ni tampoco dárselas de «creativos» o «buena onda». Deben ser cada vez mejores parlamentarios, cumplir un rol potente como gestores legislativos. Asumir a pleno su intensa responsabilidad y sobre todo, aportar a la educación cívica y política.
No se detiene al fascismo con más fascismo. El camino es complejo, difícil y cuesta arriba. Pero si ellos buscan ser una alternativa social y política, deben profundizar mucho más su aprendizaje democrático, abandonar este tufillo populista que parece tentarles.
Si ellos son los principales críticos de la transición que vivió el país durante los años 90, no pueden regalarse de la manera como lo están haciendo hasta ahora. Porque quiere decir que no han aprendido nada. O nos están mintiendo.