A los 79 años muere cantante argentino Alberto Cortez, inspirador de castillos en el aire

Hay que admitirlo. Para quienes nacimos hasta antes de 1975 saber de la muerte del reconocido cantante argentino Alberto Cortez es recordar intensamente aquellos años en que sin internet, sin smartphones y sin computadores una de las formas de entretenerse era escuchando radio.

En esos años reinaba la nunca bien ponderada frecuencia AM (Amplitud Modulada), espacio radiofónico que ofrecía una atractiva variedad de programas durante todo el día. Alberto Cortez era una apuesta segura en cualquier espacio. Sus canciones –además- ayudaban a enfatizar variados momentos.

Cómo no recordar, por ejemplo, que cada vez que fallecía algún personaje de notoriedad pública caía de cajón programar “Cuando un amigo se va”, tema de 1969 que Cortez le dedica a su padre.

Su clásico alegre, en tanto, ese que servía para adornar la tarde, sin duda es “Castillos en el aire”, incluida en el álbum homónimo de 1980. Claro, uno con la imaginación de niño pensaba que se trataba de un loco inventor que probaba su avión para levantar un castillo sobre las nubes, pero -en rigor- su mensaje es mucho más profundo e imperecedero.

La metáfora hoy adquiere más valoración que nunca, en plena era del emprendimiento. A diferencia de los años 70 y 80, hoy se estimula más la búsqueda de encarnar un sueño, a pesar de las aprensiones del entorno que –por alguna extraña razón- siempre duda que podrás conseguir tu objetivo.

Alberto Cortez fue un pampino nacido en Rancul el 11 de marzo de 1940, bajo el nombre de José Alberto García Gallo. Su trayectoria está llena de éxitos con reconocidos discos como «No soy de aquí» (1971), «A partir de mañana» (1979), «Lo Cortez no quita lo Cabral» (1994 y 1995) y «Alberto Cortez Sinfónico» (2004), entre muchos otros. Todo se corona con Grammy a la Excelencia Artística el año 2007.

Además de su constante presencia en la radio de los 70 y 80 en Chile, el cantautor trasandino también es un visitante habitual de los estelares de la TV. Especialmente en aquellos que conducía Raúl Matas (“Vamos a ver”, en TVN, y luego “Una vez más”, en Canal 13).

La verdad es que para quienes nacimos hasta antes de 1975 la banda sonora de la vida incluye con honores a Alberto Cortez. Sus canciones –por uno u otro lado- tenían también un significado personal. Un buen ejemplo de eso es “Callejero”, la genial historia del quiltro vagabundo en la gran ciudad, grabada el año 1973. O la intensa «Miguitas de ternura», que refleja con crudeza y humanidad el abandono que sufren niños, mujeres y ancianos.

Con ese vozarrón que fue característico en Cortez sus canciones adquirían, además, un tono de evidente credibilidad. Ya al escucharlo era imaginarse a alguien que gozaba de ascendencia y al ver su figura corpulenta era como la de un gigante bonachón.

En esos tiempos la imagen y la voz de Alberto Cortez eran, en realidad, como las de un profe -formal, pero buena onda- que te animaba a no dejar de creer en tí, a valorar la humildad. Para muchos, fue un potente inspirador de castillos en el aire.

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