“Tenía ganas de trabajar en historias que crearan grandes olas en el mundo”. Así explica el periodista islandés Kristinn Hrafnson por qué luego de trabajar durante dos décadas en la televisión estatal de su país decide trasladarse a Londres y formar parte del equipo de Wikileaks, el sitio web de denuncias más importante del momento.
“Grandes olas en el mundo”…Hrafnson forma parte del equipo del sitio que en abril de 2010 elabora un video espeluznante: el de un helicóptero Apache estadounidense que patrulla una zona habitacional de Bagdad que asesina a un grupo de civiles por simple sospecha.
Con la misma eficiencia técnica de Hollywood, pero con toda la crudeza y emoción que los escenarios croma-key y virtuales son incapaces de transmitir, el video llamado “Collateral murder” (“Crimen colateral”) muestra la frialdad de los tiradores estadounidenses para disparar a todo lo que se mueve en una perdida esquina iraquí.
Todo lo que se mueve es un grupo de doce personas, entre ellos dos niños, que mueren porque uno de ellos aparentemente porta en su hombro un arma de fuego: es un fotógrafo de la agencia informativa inglesa Reuters, según se sabe después, que anda con su “arma” de trabajo colgando como lo hacen todos los profesionales de las imágenes. “Bastardos”, fue el comentario final del soldado que hace caso a la insistente orden de “keep shooting” que se escucha incesantemente en el video mientras caen una a una las personas muertas.
El video realmente genera olas gigantescas. En 48 horas, según apunta el entonces vocero de Wikileaks, Daniel Schmitt, al diario español El País, la noticia genera 3.000 titulares. Y en menos de 72 horas es vista por 4 millones de personas en YouTube. Las expresiones tecnológicas y comunicacionales más modernas, al servicio de las verdades que los medios convencionales no muestran.
Esa es, probablemente, la esencia de Wikileaks. “Dado el estado de impotencia del periodismo actual, me parecería ofensivo que me llamara periodista”, dice con cierta frialdad el fundador y director del sitio web, el australiano Julian Assange.
La existencia de un medio como éste pone un especial dedo en la llaga allí donde siempre se dijo que los avances tecnológicos iban a ponerlo, pero nunca había pasado. Al menos de la forma en que lo ha hecho Wikileaks.
Tras los peces gordos
Como muchas cosas en la vida, no basta con hacer algo. Si no, cómo se hace. Y Wikileaks no es un dominio más en la web. No es un blog como los hay por millones. Tampoco es un espacio virtual en el que se “cuelgan” las más sorprendentes muestras de ocio, como lo son los centenares de sitios en los que se actualizan contenidos en forma libre.
Los servidores de la web de Wikileaks han estado metros bajo tierra, en un antiguo búnker antinuclear construido durante la Guerra Fría en Estocolmo. Sin embargo, la CIA -agencia de inteligencia de Estados Unidos- ha logrado encontrar algunos de ellos.
Y es que la web apunta realmente a peces gordos: ha dado a conocer manuales secretos de la iglesia de la cienciología, que por sus importantes lazos con personas de alta situación económica, nunca se habían dado a conocer en los medios convencionales; ha hecho oportunas y fundadas denuncias de ejecuciones ilegales en Kenia, lo que le significa respetabilidad mundial; ha logrado llevar a la cárcel a altos ejecutivos bancarios por abusos en fondos de personas. Y actualmente se suma al mayor de todos los peces gordos: Estados Unidos.
Durante el año 2010 -momento en que el sitio se hace conocido- libera casi 500.000 documentos secretos sobre las incursiones estadounidenses en Irak y Afganistán, las que tienen a la –supuestamente- más impenetrable inteligencia militar, totalmente en jaque. Así, se comprueba empíricamente, en la dura realidad, que Wikileaks llega definitivamente para crear grandes olas en el mundo.
Hoy, cuando los medios de comunicación forman parte en su gran mayoría de las grandes corporaciones globales, la industria mediática es todo menos información.
La globalización que hoy se vive con tanta naturalidad no sólo ha ayudado -aparentemente- a informar de manera más rápida lo que sucede en diversas zonas del mundo durante las últimas décadas, sino que también ha permitido generar una impresión común ante los diversos sucesos noticiosos.
Si se toma en cuenta que la mayor parte de las fuentes informativas con las que se construyen las noticias en el mundo provienen de un determinado número de agencias y cadenas televisivas, se puede sostener que el público receptor enfrenta una perspectiva similar sobre la interpretación de los acontecimientos, por lo que -de no existir una mínima mediación crítica- termina por aceptar –en forma voluntaria o no- esa visión que se le entrega.
Acontecimientos como la Caída del Muro de Berlín, el fin de la URSS, las guerras en el Golfo Pérsico, el conflicto en la ex-Yugoslavia, la situación en el Medio Oriente o lo sucedido en el 11 de septiembre estadounidense, han servido para apreciar cómo el sistema informativo global entrega una visión similar, homogénea y compartida, con escaso espacio para miradas diversas o de reflexión crítica.
Las noticias que se conocen, en un altísimo porcentaje, corresponden a las versiones de los bandos que detentan el poder internacional (en la Guerra del Golfo de 1991, por ejemplo, ninguna imagen sale al mundo sin el beneplácito de Estados Unidos o Inglaterra; en la última invasión a Irak, las tropas aliadas llevan consigo a periodistas bajo un contrato en el que se comprometen a informar “sólo lo estrictamente necesario”). A ello se suma una pobre y generalizada opción esquemática en la confección de contenidos, buscando siempre maniqueístas escenarios de “buenos” y “malos”.
Así las cosas, la globalización de las comunicaciones parece ser más bien una coordinación de las comunicaciones, cuyo propósito es uniformar criterios más que informar, de manera que el público asuma el mensaje y tome actitudes acordes y funcionales a los intereses que de ella surgen.
Dicha práctica redunda en que, paradójicamente, nuestra sociedad se encuentra poco informada, a pesar de todos los adelantos tecnológicos existentes. Los diversos y actuales fenómenos de indiferencia social, de escasa participación en eventos eleccionarios y de general apatía hacia temas que tengan que ver con la actividad política o social, hace enfrentar una seria problemática: la pérdida del poder ciudadano.
Desordenando el orden
Y en esa peligrosa dinámica, los medios de comunicación envueltos en la vorágine globalizada tienen mucho que ver: es a través de ellos que la mayor parte de las personas se relaciona con su entorno, conoce los acontecimientos y busca acercarse a las dinámicas locales, nacionales y globales.
Los medios deberían ser un estímulo para que las personas se sitúen en el mundo como individuos y en su país como ciudadanos, es decir, como seres humanos que comparten una dignidad común, pero que también comparte con otros determinados seres humanos, sus conciudadanos, algo más (bastante más, en rigor) que esa dignidad humana.
Sin embargo, la globalización llevada a cabo bajo el contexto de un «nuevo orden mundial» desde finales de los años 80, ha optado por subrayar esta negativa dinámica homogeneizante en los mensajes y contenidos de los medios de comunicación.
Algo que ya en 1972 el profesor de la Universidad de Chile Fernando Sánchez Durán anuncia como “la transformación de una comunidad de público en una sociedad de masas, alienada e inerme, es uno de los procesos que -a través de todos los medios técnicos- se está realizando con el no disimulado propósito de lograr un vasallaje que implica dependencia en lo económico, en lo político, en lo psicológico y en lo cultural”, según se lee en su libro «El Quinto Jinete: La estrategia de la alienación» (U. de Chile, 1972).
Es en este contexto en el que Wikileaks viene a crear grandes olas, que –sin duda- desordenan el orden mundial. No sólo desconcierta a las personas que reciben estos mensajes, sino que también a los propios medios.
La cadena internacional CNN causa gran polémica cuando, a pocos meses del destape de archivos sobre la participación de Estados Unidos en Irak, la periodista Akita Shubert entrevista a Assange en un encuentro pactado para hablar sobre documentos que involucran a efectivos militares estadounidenses en malas prácticas durante la invasión.
Sin embargo, la entrevistadora dedica una larga primera parte en consultas sobre un juicio por acoso sexual interpuesto contra el fundador de Wikileaks en Suecia, a pocos días de haber dado a conocer los primeros documentos desclasificados.
“Con ataques contra mí, contamina la muerte de 104.000 personas”, dice el australiano que cuando joven fue un declarado hacker cibernético y que se termina levantando de su asiento para abandonar la transmisión televisiva.
Otro medio con el que Wikileaks mantiene ácidas diferencias es Wired, una prestigiosa revista de cultura tecnológica, que en una década se ha convertido en la voz de las tendencias de la ciencia y la tecnología aplicadas a los más diversos ámbitos de la vida.
Wired no sólo es un medio sobre computación, sino que sobre la cultura que genera la computación. De allí es que, en el ámbito de las conversaciones modernas, la revista es un importante referente.
Sin embargo, a través de unos blogs que pertenecen a dicho medio, Assange acusa que en forma reiterada surgen informaciones falsas sobre Wikileaks. Como tienen el sello de Wired, éstas se propagan rápidamente. No son escandalosas, pero generan expectativas que no se condicen con la realidad, por lo que la idea –según Assange- es generar decepciones pequeñas pero constantes con respecto al sitio de denuncias.
El punto no es menor, si se considera que en septiembre de 2010 hubo renuncias importantes en Wikileaks, entre ellas las del citado vocero Daniel Schmitt. La razón habría sido la decisión de Assange por publicar anticipadamente documentos de Irak, en circunstancias que el equipo requería cubrir todos los nombres de las fuentes.
Assange asegura que los blogs relacionados con Wired son los que divulgan informaciones como éstas para desarrollar una campaña de desprestigio. Schmitt, en todo caso, había dicho cinco meses antes de su partida, que “aquí estamos convencidos de que los ciudadanos que viven en una sociedad global cada vez más compleja, necesitan saber manejar la información con responsabilidad. Nosotros somos parte de este proceso de aprendizaje”.
Los consensos y los perplejos
Se trata de un aprendizaje extremadamente urgente, pero complicado. Y el contexto mediático no es el ideal. Se vive en la obsesión por los consensos, como lo plantea en los años 50 el periodista y académico estadounidense Walter Lippman, autor del concepto “Revolución en el arte de la democracia” y que sirve como una eficaz herramienta para la fabricación de acuerdos en la opinión pública.
El argumento del periodista se basa en que en una democracia que funciona bien, existen básicamente dos categorías de ciudadanos. Un tipo especializado que tiene el rol activo en el manejo de asuntos públicos, constituído por aquellas personas que analizan, ejecutan y toman decisiones, controlando las cosas en los sistemas políticos, sociales, económicos e ideológicos. Son quienes piensan, planifican y entienden el interés común de la sociedad, formando parte de este grupo -obviamente- sólo un pequeño porcentaje de la población.
En segundo lugar, está la gran mayoría de los ciudadanos que forman parte de una categoría menor, denominada “la manada de los perplejos”, de la cual los gobiernos deben cuidarse y mantenerse a raya. Su función es ser espectadores y no partícipes de la acción. Sólo tienen cierto nivel de participación cuando se les llame a elecciones, pero luego de ello deben volver a su global y masivo anonimato.
“Tenemos que domar a la manada de los perplejos y no permitir que rabie y destruya cosas en sus estampidas”, escribe Lippman en sus apuntes académicos. Ese instrumento para insidir e influir en la masa es lo que denomina “Manufactura del consenso”.
El académico e intelectual también estadounidense Noam Chomsky comenta ante ello que “la esencia de una buena propaganda es que usted crea en una consigna ante la cual nadie pueda oponerse, por lo que todos estarán a su favor. En realidad, esa consigna no significa nada, pero es una eficaz fórmula para distraer la atención del público hacia preguntas que sí puedan encerrar significados importantes, pero muy conflictivos”.
El analista señala en su artículo «La manada de los perplejos»que una manera poderosa de ejercer el control en la sociedad, es la mantención de una influencia general en los medios de comunicación y la generación de un sistema educacional y académico conformista.
“Los grandes medios de comunicación son los que establecen el organigrama principal de los temas, seleccionando los tópicos de informaciones, creando interés, enfatizando, encuadrando áreas, filtrando información y delimitando los debates. Los medios determinan, seleccionan, dan forma, controlan y restringen para servir a los intereses de los grupos de una élite dominante de la sociedad. La propaganda oficial es en las democracias, lo que significa la violencia en las dictaduras», explica.
Profundiza en la idea de que las corporaciones, cadenas y empresas informativas funcionan y actúan como cualquier otro negocio: tienen un producto para vender en un mercado y el mercado son los avisadores, es decir, otras empresas.
Señala que lo que da vida a los medios no son los receptores ni el público, sino que los auspiciadores. “Los medios necesitan vender un buen producto que eleve la tarifa de los avisos. Lo que se puede deducir es que -a través de los medios masivos de comunicación- se fabrica una imagen y percepción del mundo que satisface las necesidades, los intereses y las percepciones de los vendedores, los compradores y el producto”, sintetiza.
Hay que pensar, entonces, qué ocurre cuando los medios pertenecen a las empresas. O forman parte de grandes conglomerados de marcas.
Por todo ello, la aparente globalidad de la información produce un efecto paradójico: el aislamiento. Así, en medio de esta Aldea Global, es posible señalar que -increíblemente- las personas han tendido a alejarse del grupo social.
“Todo el mundo sentado, solo frente al televisor, es un mal comienzo como para desarrollar ideas o pensamientos. No se puede luchar solitariamente contra el mundo. Aunque algunos puedan hacerlo, la manera normal es organizándose. Y el problema es que para eso hay que trabajar mucho. El sistema allí basa su éxito, pues son muy pocas las personas que tienen el tiempo, la energía y la decisión para llevar adelante una batalla de ese tipo, que requiere mantenerse fuera de la manipulación y la influencia”, remarca Chomsky.
Virus globalizante, pertenencias complejas
Es probablemente lo que viene a enfrentar Wikileaks que, sumando y restando, no es más que el ejercicio del periodismo en su definición más clásica y que forma parte de una escuela de desmitificación de lo oficial que ha existido desde siempre en las comunicaciones, pero que nunca ha tenido la potencial influencia del sitio web.
Experencias similares, por ejemplo, se hacen hace más de tres décadas en la Universidad Sonoma State de California, en la que se lleva a cabo el Proyecto Censurado y que anualmente analiza las 25 noticias más censuradas en el mundo.
O publicaciones como “Everythings you know is wrong”, también en Estados Unidos. El problema es la trascendencia de esas acciones. Wikileaks parece tener todo en sus manos para que la experiencia de aprendizaje a la que se refería Schmidt pueda dar frutos, aunque no exenta de errores.
“El poder económico permite a oportunistas en cualquier sociedad conectada al sistema financiero global extraer riqueza robada con un comportamiento inmoral para llevarla a destinos lejanos o a oscuros y opacos vehículos financieros difíciles de atrapar. En este sentido, la sociedad civil está muerta, ya no existe, y hay una amplia clase de gente que lo sabe y está aprovechando que saben eso para acumular más riqueza y poder”, ha comentado Assange en algunas pocas entrevistas concedidas a medios.
El contexto complicado es evidente. Pero como se leía al comienzo de cada capítulo de la serie estadounidense “Los archivos secretos X”, “la verdad está ahí afuera” y es posible seguirla, procesarla y compartirla por los medios de comunicación.
Wikileaks muestra un camino que exhibe aspectos novedosos, como el tecnológico, y otros no tanto, como ese espíritu neo-tecno-hippie de su fundador. El punto es que está planteando preguntas, algo que los medios de comunicación, infectados de un virus globalizante y silencioso, perdidos en medio de las pertenencias a grandes corporaciones y empresas, se han olvidado de hacer.
La salida de Julian Assange atormentado y humillado desde la embajada de Ecuador, es una buena imagen de lo que puede considerarse la sensación de los medios de comunicación en el mundo hoy.
** La inclusión de este video se hace sin ningún afán comercial y tomando el link respectivo de Youtube para compartir. #CuandoYaNoEsté es un muy interesante programa de TV español, a cargo del destacado periodista Iñaki Gabilondo.