Notre Dame y la presencia latinoamericana

(*) José Albuccó

Dedicada a la Virgen María, la Catedral de Notre Dame es y seguirá siendo una de las iglesias góticas más antiguas del mundo. Su construcción se inicia el año 1163 por el presbiterio y avanza hasta el 1351 con el cierre del coro.

Una importante restauración de veinte años efectuada durante el siglo XIX le da el aspecto reconocible que conocimos hasta la tarde del lunes 16 de abril pasado.

Son muchos los acontecimientos importantes para la cultura occidental de Europa que se cobijan bajo su alero. Por ejemplo, la Coronación de Napoleón I, el 2 de diciembre de 1804; o el Te Deum por la Liberación de París, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el 26 de agosto de 1944.

Y hasta ese fatídico lunes también albergaba en su interior y cotidianidad parte de la historia religiosa latinoamericana, más que europea.

Es que visitar la iglesia tan sólo 24 horas antes del incendio, permite reconocer que la catedral -además de ser un ícono de la arquitectura, religiosidad y sociedad de la Europa Central- se convertía también en un espacio de acogida para los inmigrantes de Latinoamérica y el Asia.

En varios de los países de la Unión Europea se ha cuestionado la obligación de ayudar o acoger a los inmigrantes. En Gran Bretaña, muchos ciudadanos pensaron que pronunciándose a favor del Brexit implicaba solucionar el asunto de la inmigración.

Por su parte, Alemania y Francia absorben la mayor cantidad de refugiados, lo que ocasiona tensiones internas; y todos sabemos que estamos viviendo un debate en las diferentes regiones del mundo sobre nuestra calidad de inmigrante y sobre los derechos humanos que esto conlleva.

La catedral francesa se convertía en un espacio de acogida para las advocaciones religiosas de los inmigrantes de Latinoamérica y Asia. Estaba siendo un espacio real de integración, en una Europa resistente al reconocimiento del inmigrante y su cosmovisión cultural.

En su nave derecha, por ejemplo, dos de las capillas acogían a los inmigrantes latinoamericanos, entre ellos, el Señor de los Milagros o Cristo de los Milagros en Perú, a quien se le venera especialmente en diferentes lugares de Hispanoamérica.

Otras de las imágenes presentes en la capilla de Notre Dame es la que el Papa Pío X proclama «Patrona de toda la América Latina», Pío XI la definió de todas las «Américas», Pío XII la llamó «Emperatriz de las Américas» y Juan XXIII «La Misionera Celeste del Nuevo Mundo» y «la Madre de las Américas»: Nuestra Señora de Guadalupe de México.

En otra de las capillas está Nuestra Señora del Luján de Argentina. Allí el Papa Francisco ha dicho: “Tenemos que aprender cada día a ser más justos en la vida. Que se nos enseñe dónde habrá que poner una mirada más abierta y disponible, menos egoísta o interesada (…) hacer una mirada, una gran mirada que nos haga hermanos, que nos preocupemos siempre por los demás”.

Notre Dame se encaminaba a ser un lugar en el que esa «gran mirada» comenzaba a cristalizarse.

(*) Académico de la Universidad Católica Silva Henríquez, autor del blog Patrimonio y Arte.

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