Actualidad política: Confesiones de una tonta útil

“Chilezuela, Chilezuela”, esa idea saturaba el ambiente y, al mismo tiempo, abrumaba mi cabeza.

Todos hablaban de eso y era como si pudieran ver el futuro con plena seguridad. Ellos -tan sabios- entendían que Chile iba derecho al abismo y ese abismo era la Venezuela de hoy, esa que muestran casi todos los noticiarios del mundo.

En el fondo “Chilezuela” era desenterrar ese pánico a re-vivir la UP de Salvador Allende y cual Frankenstein -hecho de partes muertas y putrefactas- asustaba a quien se lo imaginara. En otras palabras, se nos venía otro período negro en la historia chilena con escasez, largas filas y casi matar por un poco de pan.

Crecí escuchando esas vivencias de mis padres, mis tíos, los padres de mis amigos, en fin. Y sí, asusta. Era difícil pensar en que mi país otra vez caería en lo mismo.

Había que impedir el “Chilezuela” y en eso ayudaron mucho los propios venezolanos inmigrantes que atienden en el comercio; conducen los taxis y los Uber; están en las empresas. Desde cada puesto, ellos lo repetían una y otra vez.

Era escuchar a gente sabia, que buscaba abrirle los ojos a miles de chilenitos, previniendo y llamando a no cometer los mismos errores en que habían caído ellos. Bueno, por algo están aquí y no en su país, soportando -a duras penas- vivir con gente que nunca los aceptará del todo y en donde el cartel de inmigrantes no podrán quitárselo jamás.

Con eso bombardeando mi cabeza, comencé a leer y a buscar información. Fue así como -sin darme cuenta- leí lo que quería leer. Y hoy, con el paso de los años, me doy cuenta de que fui idiota y -como dicen los flaites- “material de los weones”. Sí, tal cual y lo digo en buen chileno para que se entienda.

Mucho, Lucho…

Todo ocurría muy rápido para mí. Las marchas estudiantiles pidiendo educación gratuita y de calidad; las mujeres pidiendo igualdad y diciendo no a todo; el gobierno de Bachelet siendo atacado a diario por la oposición y por los de su lado; peor aún, ella misma siendo descuerada sin piedad; mi entorno laboral cada vez más inestable, siempre con el miedo de perder el trabajo; la economía del país por el suelo (eso decían a diario en los medios); la crisis del Sename; no más AFP; la corrupción a todo nivel de políticos, farmacias, empresarios; la inmigración “sin control” de colombianos, haitianos y venezolanos como mano de obra barata, sumada a la de españoles o argentinos que llegaban como jefes; el aumento constante de precios en todo orden de cosas, pero con mi sueldo estancado y fijo, sin variaciones positivas; la violencia de la gente en la calle, de los peatones, los ciclistas, los autos particulares y -obvio- de las micros y los taxis.

Era mucho. No sabía cómo manejar tanta presión. Ahora veo que no fui capaz de asimilar, pensar o analizar lo que pasaba en el fondo, ni tampoco en la superficie. Siempre pensé que lo malo estaba en los otros.

Evadir la realidad es fácil y en Chile te lo facilitan. Vas a trabajar, llegas a la casa y ves televisión, esa que es pura mierda y que no representa un aporte a nada ni nadie. Es mejor ver la programación internacional con series como “Friends”, treinta años después y que siguen repitiendo, películas añejas y otras no tanto, noticias de canales internacionales que sí te informan de lo que pasa en el mundo, pero no dicen nada de Chile.

Las cosas de la casa están resueltas porque me criaron para responder como una máquina. Si se necesita algo de mí, lo hago rápido y bien. Pero sigo con mi vida simple, con una visión igual de simple.

Si mi hijo necesita que le compre materiales para el colegio lo hago, lo mismo si quiere ir a la casa de una amigo o salir a otro lado. Hasta manejo sin alegar. Para qué, si mi vida es simple. Decir algo sería complicarme y no soy tan torpe.

Tengo que trabajar igual

Soy el resultado de un matrimonio normal, con un padre, una madre y dos hermanos. Tuve la suerte de que ambos trabajaran y eso nos permitió tener mejor situación que mis amigos del barrio. Pudimos estudiar en un colegio particular, en plena crisis de los 80, y después llegar sin problemas a la universidad, sin deberle un peso a nadie.

Se puede decir que recibí una buena educación. Estudié lo que yo quería, en la universidad que yo elegí.

Soy egresada de una carrera tradicional, que es bien pagada o mejor pagada que otras. Hago mi pega y vivo sin sobresaltos, pero siempre pensando en que podría ganar más.

Vivo el día a día sin meterme en líos y no peleo con nadie. Evito el conflicto y mis amigas más cercanos me tildan de “amarilla”, en tono de broma.

Siempre me creí eso de “da lo mismo quién gobierna, yo tengo que trabajar igual”. Lo repetí varias veces, sin pensar.

Me comí cada feak news

Con el miedo a vivir en “Chilezuela” voté en las últimas elecciones presidenciales por Sebastián Piñera. Hoy -dos años después- puedo decir que fue la mayor pelotudez de mi simple vida.

Reconozco que lo hice sin querer ver, eso era lo más fácil. Vi lo que me acomodó, sin esforzarme por saber más y nunca me preocupé si era verdad. Sí, una tonta útil de tomo y lomo.

Debo reconocer que me comí cada feak news que llegó a mí por las redes sociales y las ayudé a viralizar. Nunca cuestioné lo que decía, porque si alguien me lo mandó significaba que era cierto.

Ahora veo lo equivocada que estaba y lo tonta útil que fui para que otros se llenaran los bolsillos a costa de mi visión simple y egoísta de las cosas, de la vida y de mi entorno.

Si bien mis padres pagaron por mi educación, no estuve a la altura de su calidad. Nunca hice lo que me enseñaron: pensar y analizar. Opté por lo fácil.

Con esta amarga experiencia, hoy pienso que no da lo mismo quién gobierne.

Abrí los ojos

Cada día que pasa, se sabe algo peor en la actual gestión de La Moneda. Las excusas son pobres y muchas veces me dan más rabia que risa. Entiendo que no les interesa que sus acciones depredadoras queden al descubierto.

¿Para qué? Si ellos ganaron las elecciones y eso los “faculta” a hacer lo que les parezca, sin ninguna vergüenza.

¿Quién los cuestiona? Si ellos son dueños del país, de los medios de comunicación, de las empresas que dan o quitan el empleo y -peor aún- que hacen las leyes a su medida; de las que hacen las encuestas, las que se gana las licitaciones; las que hacen negocios con China en las giras presidenciales…

Y peor aún, ellos deciden cómo debemos vivir, pensar y estudiar. En el fondo buscan perpetuar la mano de obra barata y silenciosa. Esa que no entiende sus derechos ni alega por las injusticias que vive. Si hasta Historia quieren sacar de la Educación Media.

Por eso es que, me parece, llega el momento de plantear que ya no cuenten conmigo. Abrí los ojos y les puedo asegurar que me arrepiento profundamente de haber sido una tonta útil.

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