A estas alturas, no quedan dudas de que internet es el invento -después de la imprenta- que más ha revolucionado al mundo. Es la voz de solitarios y tímidos, de los resentidos y de las almas buenas que buscan hacer un mundo mejor, lleno de contrastes con una de sus aliadas más poderosas: las redes sociales.
Facebook fue creado por un solitario astuto que se convirtió en millonario y logró que una gran parte del mundo se volviera adicta a su creación, en la que la conciencia del bien y del mal están siempre presentes.
Los usuarios de las redes han aumentado como la espuma en la cerveza más desconcertante del planeta. Porque a priori nadie pensaría exponer en internet demasiada información sobre sus estados de ánimo, vacaciones, deseos, fotos con amigos y carretes; salvo que se sea una celebridad.

Hoy las redes permiten entrar a la intimidad de ilustres desconocid@s como si uno visitara la casa del vecino. Pero seamos realistas: sólo nos interesan los acontecimientos de una persona exitosa y millonaria, como modelos, actores o escritores renombrados.
Muchos usuarios son «cazadores» que buscan vivir nuevas experiencias en búsqueda de amistad, sexo casual o el esquivo hallazgo del amor. Y en este caso, internet y sus redes pueden convertirse en una absurda tragedia, como la secuencia de una obra de teatro sin sentido de principio a fin.
Todo comienza con un “Hola” ingenuo y la rueda comienza a girar en señal de la vida o de la desesperanza, bajo el concepto “cat & fish” . El gato atrapa al pez, en una red de dulces mentiras y decepciones, como muestran programas de televisión, exaltando la enorme soledad de muchos seres humanos en búsqueda de amor o de sexo, ambas alternativas igual de legítimas.
Experimentar el bello arte amatorio es algo natural, en la medida que no se caiga en el acoso o en la violencia. Recuerdo las conversaciones de amigos contando cómo entran a las páginas de citas solamente para “echarse un polvo de una noche” y todo queda después en una gran desolación -entre comillas- por ambas partes. Ahora, claro, una de esas partes sufre más, hay que decirlo.

Dos personas desconocidas que nunca se han visto, ni siquiera de lejos, que jamás han compartido juntos una taza de café ni mucho menos una conversación al alba. Este mundo paralelo que pronosticó el gran cantante inglés David Bowie en el año 1999, se ha convertido en una crónica anunciada de muchas historias amargas, que sólo en casos muy extraordinarios terminan con un final feliz , digno de una película mamona de Disney.
Bowie dijo sobre internet: «Estoy seguro de que estamos ante algo que va a ser tan alucinante como terrorífico». Hoy Facebook es como un espejo de dos caras: Una bella en la que todos salimos luminosos, desde ser un escritor exitoso o reconocido astronauta, y estamos en el sitial máximo del glamour y la belleza.
Las mujeres se sienten deseadas, principalmente aquellas que suben kilos y kilos de fotos, con una precaria producción fotográfica y otras que sueñan con ser la próxima Isabel Allende. Talentosas como la Mistral o bellísimas como la actriz Mónica Belluci. Por último, “especiales” frente a los ojos del mundo vulgar.
Sueñan con viajes elegantes que, a veces, logran hacer realidad y otras no. Escriben cartas a galanes esquivos y buscan sexo o la ilusión del amor a través de las redes sociales como una esperanza absurda de que sus sueños se van a hacer realidad. Es un juego cruel, irrisorio, patético. Como la aspiración de soñar con los números del Loto, que nunca acertamos.

La rueda gira y gira una y otra vez. Recuerdo cómo una mujer de mediana edad, que buscaba el amor en el rostro de Benjamín, persona real a quien una fémina demente suplantó su imagen para escribirle sentidas cartas de amor a esa pobre ingenua enamorada.
Bajo las implacables cámaras del programa de TV “Espías del amor” la joven ilusionada recibió la humillación de la verdad.
O el caso de un joven chileno deslumbrado con una «diosa azteca», viajó a México y se encontró con una mujer deslavada, triste, solterona y holgazana que creó un perfil falso de una belleza rubia para leer palabras románticas que otros hombres le negaron en el mundo real, siendo maltratada por tener –según esas personas- un rostro carente de inteligencia y hermosura.
En la obra de teatro “El zoológico de Cristal”, la protagonista crea un mundo sin sentido, sin arte. Algo muy parecido a lo que hacen quienes sucumben a la tentación de las redes.
Y así la rueda gira, gira en un camino de muerte en el que el amor no existe. Otra historia trágica es la de un exitoso chef francés que amaba a sus padres y buscaba el amor en otro hombre a través de una página de citas. Se dio el esperado encuentro y el galán de turno resultó ser un psicópata que adoraba los cementerios, desenterrar huesos y su trabajo en la morgue de París .
Una mirada y muchos disparos, mientras el ingenuo chef cae muerto por su ilusión frente al mismo demonio. La rueda de la desvirtualidad continúa una y otra vez, ante lo cual se nos impone la urgencia de usar internet y las redes sociales en forma inteligente.
Sólo así romperemos esta rueda de compleja dinámica y encontraremos un sentido mas elevado al actual mundo alienado en internet, tal como lo vaticinó el gran David Bowie.