Barcelona se alista para la presentación del músico chileno Beto Stocker y su reciente disco “Música para las mesas”

Con un título que, por un lado, invita a imaginar una sala de concierto llena de mesas vacías y que –por otro- evoca (a personas no milennials, por supuesto) un disco publicado en 1987 por Depeche Mode (“Música para las masas”), el compositor chileno Beto Stocker tiene todo alistado para la presentación en vivo de su reciente propuesta musical, que viene a ser el quinto álbum editado en España, país en el que reside.

Como la mayoría de sus creaciones, “Música para las mesas” ofrece variadas puertas por las que se puede entrar e –incluso- varias ventanas por donde mirar. ¿Por qué hacer referencia a un álbum de éxito universal como el de Depeche? Puede ser sólo un simple juego de palabras de los que al músico le gusta tanto usar (como a muchos compositores que coquetean con la trova) o, por otro lado, puede inferirse un cierto lloriqueo: “Ellos hacían música para las masas, yo apenas hago música para las mesas”, podría ser el subtexto…

Sin embargo, la apuesta se parece más bien a un desafío «inocente» que plantea Stocker, mezclándolo con cierto chantajillo emocional: ¿Te sentarías en una de esas mesas vacías para exponerte a una música distinta, rabiosamente original y muy poco convencional?.

El músico chileno es, ante todo, un intenso “poco convencional”. Estudia periodismo en Chile y dirección cinematográfica en Barcelona, aparte de los respectivos conservatorios y aulas de música moderna en ambos lados del Atlántico, sacando de todo eso un mezclador bien personal.

En el año 2000 publica su primer disco en España llamado “Way-Wuay-Way-Wy!!”, cuyo tema de apertura se titula “Fax”: “Esto es un fax, escucha bien que he dicho fax y no rap, un fax que dice que por más información que tu poseas, no pones un dedo en el curso de la tierra…” o “Esto es un fax, que a nadie se le ocurra filosofar, en esta época de la venta agresiva, -se vende el mundo-, PNL speak in english y a currar”. El tema incluye un cuadro adelantado a su época: “Ahora Jesús bajará vía internet sobre la tierra y no se salva quien no esté dentro de la red”.

En esa línea “poco convencional” del músico chileno, destaca la variedad temática y de estilos en su obra, mezcla peligrosa aunque sincera que no allana precisamente el camino para seguir su propuesta; de la trova al rock sinfónico, de las armonías románticas al desparpajo de temas que ya en su título lo dicen todo: “Buenas noches, ahora voy a interpretarles una blues que se titula Tanto follón si sólo ayer te prometí que nunca más me iba a deprimir, pero es que sigo, ¿sabes?, llenándome de mierda y no logro apagar el televisor, ou, ou” (“Sabe lo que te quiero decí?”, Barcelona 2007).

Hay también melancolía en otros temas, como “Nada más”, balada en 6/4 de aquellas en las que se puede encender el mechero de la mesa y levantarlo para acompañar con intensidad una lírica poderosa: “Ser, ser, qué difícil es ser/ de materia de sangre/ de recuerdos y ahoras/ No crecer simplemente como el fruto en la rama/ que se coge y se come; que se cae y se pudre” (“Way-Wuay-Way-Wy!!”, Barcelona, 2000).

En su discografía también hay de esos temas considerados “terribles” por algun@s, como “Hay Mamachitún”, narración con un tiempo “ostinato” que a un público no chileno le podría traer la imagen de una cuadrilla de cherokees bailando una danza de guerra alrededor de una hoguera. Pero, en realidad, narra el supuesto día del Armagedón para las familias ricas del sur de Chile, debido a una revuelta mapuche feroz y definitiva. Cuando la dueña del fundo enciende la tele, un hombre moreno de rasgos mapuches da un discurso en un intervenido telediario nacional: “Hermanos y hermanas de la Ñuke mapu/ ya se acabó el tiempo de la esclavitud/ la tierra ahora es nuestra, pues siempre lo ha sido/ y los manantiales, los ríos, los valles/ y los hospitales, escuelas, conventos /fábricas y redes, los puertos también” (“Canciones bipolares”, Barcelona 2013).

Hay también canciones como “El Mosquito…alemán”. Dice la letra: “Ustedes no lo creerán pero se enamoró de mí un mosquito/dentro de una tienda de campaña en un cámping alemán”. En esa línea también se encuentra su trilogía de los Supercerditos I, II y III, en las que narra, chillidos y guarridos incluidos, las desventuras de tres cerditos que buscan desesperadamente algo de comer y al no encontrar nada terminan comiendo con los ojos: “¿Y por qué no comemos con los ojos, pregunta el cerdito más pequeño/ Podemos comer todo lo que queramos ¡Incluso lo que más nos guste!/ Porque haaay líneas/Haaaay color/manchas, profundidad!”. Toda una oda a la utopía.

Así las cosas, los conciertos de Beto Stocker siempre han sido y serán de corte cabaretero e intercalados por historias sorprendentes, como por ejemplo aquélla en la que cuenta al público que ha sido protagonista de una patética historia: “Tengo un amigo, y yo no soy ese amigo, que una noche en calzoncillos, sentado en su miserable sofá de soltero y comiendo mejillones en escabeche de una lata, descubrió que su ex, la que le abandonó por putero, aparecía en la programación porno de la noche recibiendo amor por todos los poros de su blanca piel”, de ahí en adelante deviene una narración sincopada acompañada por una guitarra muy sofisticada, en donde el acabado narrador-trovador termina cantando un coro marinero y viril.

Si bien la voz de Stocker no destaca por su soberbia, sí lo hace por su originalidad: gritillos, toses que no le permiten continuar con la canción hasta que algún incauto corra a darle una vaso de cerveza, para él a continuación encenderse un cigarrillo y seguir cantando como si nada; espontáneas pérdidas de la memoria que le hacen enredarse emitiendo extraños jorgeos, incluso el comenzar a mirar su teléfono móvil en mitad de una canción porque le llega algún gag desternillante, para luego explicarlo a un estupefacto público con una voz de idiota integral.

En definitiva, un montón de recursos cabareteros y vocales que llegan a ponerte un poco incómodo, acompañados por una música que te hace reír aún sin letra, al estilo de Frank Zappa o Elio e le Storie Tesse, por mencionar alguna referencia.

Otro rasgo en la identidad del músico chileno: siempre sabe rodearse de excelentes y entregados músicos. La Beto Stocker Banda ha pasado por media docena de formatos distintos y -aun así- nunca pierde -quizá por lo mismo- su frescura, ese aroma a instrumento nuevo, a acabar de empezar el proyecto una y otra vez como si no existiese el pasado.

Quién sabe si este también sea un detalle desfavorable de cara a la producción industrial. Sea como sea, los músicos que pasan aquí destacan como excelentes ejecutores, músicos empollones (estudiosos) y freakys que, según Stocker, “siempre leen las partituras mejor de lo que yo las escribo”.

Sabido es que la consigna actual del espectáculo musical es escuchar poco y moverse mucho. De allí es que “Música para las mesas” sea un disco “bailable”. Pero, vamos, mientras se mueven las piernas también hay espacio para imágenes surrealistas y contenidos políticos.

Se trata de un disco casi de textura Big Band con tan sólo once nuevos temas (quienes conocen sus trabajos saben que siempre publica discos de entre 14 y 18 canciones), que hablan sobre corrupción política (“Soy corruptíbile”), de la absurda obsesión por el like en las redes sociales (“Yo yo yo yo yo!”), del racismo de una sociedad entera (“Si Poh”), de las fakes news (“The Fakes News Of Sancho Panza»), de la obsesión por la pornografía (“It´s Porn”), de la tiranía del inglés como lengua para “currelar” (“English es Cuul”), entre otras obsesiones y obscenidades.

Como siempre, con una música novedosa y divertida esta vez a cargo de una formación de ocho músicos experimentados en el mundo del jazz, provenientes del sorprendente y rico submundo de la escena musical barcelonesa.

Presentación nuevo disco de la Beto Stocker Banda
Viernes 29 de Noviembre, 21.30h
Sala Almo2Bar, Barcelona

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