Con la existencia de casi medio millón de colmenas en el país, produciendo más de 200 tipos diversos de miel, la apicultura es una actividad que ofrece variadas posibilidades de desarrollo. Si bien el consumo de miel en Chile implica aún un trabajo de mayor conocimiento, se trata de un producto natural que -además- ofrece múltiples aportes a la salud humana.
Recientemente, la miel hecha en Chile cuenta con la autorización para entrar a China, lo que amplía intensamente sus proyecciones económicas. Eduardo López, apicultor con vasta experiencia en el tema, comparte su mirada de esta actividad que cuenta ya con un mito a cuestas: la supuesta desaparición de las abejas.
Se estima que en el país se consumen unos 170 gramos de miel al año per cápita. ¿Cómo se compara esa cifra con el ámbito regional y mundial?
– Hay algunos estudios que incluso cifran algo más bajo este consumo, entre 90 a 100 gramos. Al parecer, somos de los países de la región que consume menos miel. No tenemos un hábito de consumo diario y una cultura en torno a ella. La mayoría de las personas sigue consumiendo miel en forma esporádica para mitigar los efectos de un resfrío o de la amigdalitis. Sin embargo, en los últimos años ha aumentado la oferta de mieles en ferias gourmet y costumbristas, lo cual ha facilitado mayor interés.
Un factor importante a la hora de aumentar el consumo es diversificar sus presentaciones y formas de uso. La miel –por ejemplo- está siendo usada en la elaboración de jabones, shampoo y cremas. Y cada vez es más frecuente su uso en cervezas y golosinas. Asimismo, desde hace un tiempo ha irrumpido en el mercado un tipo de bebida fermentada a base de miel llamada hidromiel.
Como todo alimento, la miel tiene pros y contras, aunque en el último tiempo se destacan muchos sus propiedades antioxidantes y energéticas, además de terapéuticas. ¿Existen fórmulas en el país que promuevan un mayor conocimiento de este producto?
– Algunas asociaciones de apicultores han realizado campañas para aumentar su consumo doméstico, pero no han alcanzado el grado de notoriedad esperado. Al parecer, ha sido muy difícil incentivar el consumo diario como producto alimenticio y dar cuenta de que su calidad es mejor que la del azúcar tradicional, entre otras ventajas.
Por otro lado, algunas empresas realizan una labor permanente de promoción de sus productos y servicios a través de ferias costumbristas y de alimentos gourmet. En muchas de esas ferias se dictan charlas acerca de la miel, sus formas de consumo y sus propiedades.
Según datos de la Odepa, existen en el país unas 500.000 colmenas que producen 250 tipos distintos de miel. ¿Cuál es el perfil de la producción en Chile? ¿Existen aspectos que permitan caracterizarla?
– La extensión geográfica del país ofrece una gran diversidad de climas y vegetación, lo que permite producir diferentes tipos de mieles. La mayoría se obtiene desde la vegetación nativa, clasificándose en poliflorales –que corresponde a varias especies de plantas- y monoflorales, en el que predomina un tipo de especie de planta. Dentro de las mieles monoflorales destacan la miel de los árboles de quillay, avellano y ulmo. Cerca del 85 % de la miel producida en Chile se exporta. En general, la producción nacional tiene buenas características de olor, sabor, color y textura, resultando muy positiva para la mezcla con mieles europeas.
Como apuntabas antes, el sector apícola chileno se ha organizado en diversas instancias. ¿Cuáles son las principales entidades?
– Sí, en Chile existen varias organizaciones de apicultores con diferentes objetivos e intereses. Por ejemplo, está la Red Nacional Apícola (RAN), que básicamente convoca a varias asociaciones gremiales de pequeños y medianos apicultores de diferentes localidades del país. También existen cooperativas de apicultores, una asociación de criadores de abejas reinas, una asociación de apicultores orgánicos, entre otras.
Junto a un grupo de amigos apicultores, fundamos el año 2015 una organización sin fines de lucro llamada Club de Apicultores de Santiago. En ella enseñamos apicultura, compartimos experiencias y damos la bienvenida a cualquiera interesado en el mundo de las abejas. También realizamos una labor educativa hacia la comunidad respecto a su importancia en el medioambiente y de la apicultura como oficio.
A propósito de las abejas, se habla mucho de su desaparición y del problema medioambiental que eso implica. ¿Cuál es tu mirada al respecto?
– Sí. En la última década circula en la prensa y en algunos documentales la idea de la supuesta extinción de las abejas. En rigor, se trata de una noticia llena de malos entendidos. La verdad es que las abejas no están en peligro de extinción, pero es necesario aclarar algunos puntos.
En el mundo existen alrededor de unas 20.000 especies de abejas. La que se utiliza en apicultura para producir miel y otros productos, además de polinizar cultivos, es la conocida con el nombre científico de Apis mellifera o abeja melífera, también llamada “abeja de miel”. Las que están en declive o extintas son varias de las otras especies de abejas, que no producen miel y no son utilizadas para polinizar cultivos.
Muchas noticias y reportajes no son claros en explicar y considerar esta diferencia. La misma confusión ocurre cuando la prensa cubre informaciones de muertes invernales en colonias melíferas –que son muy normales en apicultura- o muertes por pesticidas, mezclando estas situaciones con la supuesta extinción de las abejas.
Muy por contrario de lo que puede pensarse a partir de la confusión informativa, a nivel mundial aumenta el número de colonias de Apis mellifera manejadas por apicultores: se ha pasado desde casi 66 millones en 1996 a casi 91 millones en 2017, según datos de la FAO. Sin embargo, aquí es necesario aclarar un punto muy importante: este aumento en el número de colonias es más lento que la demanda para polinizar el mayor número de cultivos que existen, lo que supone un problema grave para el abastecimiento alimenticio humano, pero no de vulnerabilidad de la Apis mellifera.
De la supuesta extinción de las abejas comienza a hablarse entre los años 2006 y 2007, cuando en ciertas partes del hemisferio norte aparece un raro tipo de muerte en las colonias melíferas que más tarde se conoce como el “síndrome del colapso de la colmena”. Las abejas desaparecen quedando muy pocas o ninguna. Las pérdidas de colonias han ocurrido en varios lugares del hemisferio norte, reduciendo su número a escala local pero no así a nivel mundial.
Es importante aclarar que no todas las muertes masivas de colonias se deben a este síndrome y que no existe ninguna evidencia que el fenómeno se haya presentado en Chile.
Según algunas investigaciones hechas por universidades del país, la salud de las colonias de abejas depende -por una parte- de las condiciones del clima y de la disponibilidad de agua que permite la producción de flores. Y por otro lado, del control que pueda hacerse del ácaro llamado varroa, que está mermando la población. ¿Cuál es tu mirada sobre estos aspectos?
– La salud de las abejas melíferas depende de muchos factores, siendo cuatro los principales: la prevención y control de enfermedades, incluyendo al ácaro varroa; la nutrición dada por fuentes naturales de polen y néctar o suplementada en caso necesario; la exposición a pesticidas; y las prácticas de manejo, en especial de la apicultura de gran escala.
Cuando las medidas de prevención y control de enfermedades son inapropiadas y realizadas fuera de plazo, las colonias melíferas no son capaces de resistir y mueren. El ácaro varroa es un parásito que afecta comúnmente a este tipo de abejas melíferas en casi todos los países.
Por ello, los apicultores aplicamos medidas de control para mantener las cargas de ácaros relativamente bajas, ya que varroa es una especie que no puede ser totalmente eliminada. Por lo tanto, las mermas de colonias son originadas por un mal manejo.
A lo anterior se agrega que, durante los últimos años, han parecido nuevas enfermedades, como nuevos virus, protozoos y síndromes antes desconocidos por los apicultores, que están planteando varios desafíos en las técnicas y enfoques con que manejamos las colonias de abejas.
Se trata de un punto clave para abordar…
– Claro, la nutrición de las abejas está dada por el acceso a flores productoras de polen y néctar de buena calidad y en abundancia. La calidad de la vegetación para la apicultura depende del tipo de clima y de la disponibilidad de agua.
Los años secos tienden a afectar la producción de néctar y polen de las plantas. La deforestación y la monocultura -o el cultivo de una especie en una amplia extensión de terreno- hace desaparecer o disminuir las buenas fuentes de polen y néctar, lo que genera desnutrición en las abejas melíferas y -en consecuencia- las hace susceptibles a enfermarse. Existen formas de suplementar las deficiencias de ciertos nutrientes, pero esto no es capaz de reemplazar completamente una buena alimentación natural.
En el caso de la exposición a pesticidas, sus efectos sobre las abejas son variados dependiendo del tipo de principio activo involucrado. Los principales efectos están relacionados con la afectación de las funciones del sistema nervioso, sistema inmunológico, los ciclos reproductivos y cambios en el comportamiento.
Finalmente, como uno de los factores importantes que afectan la salud de las abejas melíferas, están las prácticas de manejo que aplican los apicultores, en especial la apicultura de gran escala, que tiende a imponer altas presiones productivas a las abejas en especial en la polinización de cultivos.
Un aspecto que adquiere importancia en el ámbito industrial del sector apícola es el desarrollo del «valor agregado» en la producción. ¿Qué significa eso en la práctica? ¿Cómo evalúas esa dinámica?
– El valor agregado se refiere a ciertas características especiales de la miel que hacen que sea más atractiva para los consumidores. Y lo cierto es que así como existen varias formas de dar ese plus, es posible también establecer una combinación de atributos.
Una manera de agregar valor es identificar el origen botánico de la miel. Una miel monofloral –aquella en que una especie de planta predomina- tiene más valor que una miel polifloral, en que se produce una combinación de varias especies sin que una predomine. También existen diversas presentaciones de acuerdo a cómo las personas prefieran consumir la miel: líquida, cruda (raw), en panal y cremada o batida.
Otra forma de agregar valor es identificar un formato práctico, según el uso que puede dársele a la miel. Por ejemplo, miel en sachets o en polvo para endulzar una bebida caliente. En el mercado también existen mieles con sabores especiales como naranja y limón.
Asimismo, la incorporación de otros alimentos a la miel como chocolate, merkén y frutos secos, potencia su valor. También existen las mezclas de miel con polen, propóleo y jalea real. Una certificación especial puede llegar a ser un factor diferenciador importante para algunas personas. Dentro de esto se encuentran las mieles con certificación orgánica, biodinámica, denominación de origen geográfico, comercio justo y Kosher, entre otras.
Desde hace pocos años, se han están haciendo esfuerzos en el ámbito privado, académico y público para incorporar mayor valor a los diferentes tipos de productos de la apicultura, principalmente orientados al mercado externo. Sin embargo, aún se requiere un mayor nivel de coordinación entre los diferentes estamentos y estudios más acabados que permitan entender las necesidades de los consumidores de los mercados objetivos.
Háblanos un poco sobre tu emprendimiento apícola, qué características tiene, cómo lo desarrollan…
– Junto a Andrea Urquiza, mi esposa, tenemos una pequeña empresa familiar de apicultura dedicada a la producción de miel. Contamos con varios grupos de colmenas en diferentes lugares dentro y en los alrededores de Santiago. En todos ellos se produce miel polifloral, es decir, que proviene de una mezcla de néctares de diferentes flores. En casa tenemos una sala especialmente diseñada para la extracción y envasado con resolución sanitaria. Esto último asegura la inocuidad del producto.
Para retirar la miel de los panales, utilizamos un extractor centrífugo, que es una máquina gira a alta revolución, sacando la miel por fuerza. Este método de extracción mantiene la calidad, sabor y aroma originales de la miel. Tenemos muchos clientes que ya nos conocen y nos encargan miel directo a nuestros teléfonos o correo. También distribuimos a algunas verdulerías y pastelerías que llevan con nosotros muchos años.
Todos nuestros despachos son a domicilio o directo a locales. Siempre nos tomamos el tiempo de conversar con nuestros clientes y resolver todas sus preguntas respecto a la miel.
Ustedes hacen cursos sobre el tema, ¿de qué se tratan? ¿Desarrollar la apicultura requiere experiencia previa?
– Tenemos un muy buen programa de capacitación, ya sea para alguien que quiera dedicarse a la apicultura como un pasatiempo o llevada a una escala más profesional.
En primer lugar, tenemos el Curso de Iniciación a la Apicultura, el que entrega los conocimientos teóricos y prácticos para la compra, instalación y manejo de colonias de abejas melíferas. Este curso también tiene talleres prácticos orientados al desarrollo de habilidades esenciales para el trabajo con abejas. No tiene requisitos y está dirigido a personas sin experiencia que deseen iniciarse.
Luego tenemos el Curso Avanzado de Apicultura, que profundiza en manejos más complejos de colmenas y el desarrollo de habilidades prácticas más especializadas. Este año también implementaremos dos nuevos cursos, uno de detección y control de enfermedades, y otro de crianza de abejas reinas.
Lo cierto es que la apicultura es una actividad que debería iniciarse con bastante capacitación previa antes de adquirir colonias de abejas, ya que además de los conocimientos básicos, muchas consideraciones deben ser tomadas en cuenta. Las abejas requieren cuidados especiales, las personas deben tener un relativo buen estado físico y no deben ser alérgicos al veneno de las picadas.