“Me interesa la divergencia más que la convergencia”, explica el artista visual chileno Guillermo Grebe sobre su propuesta creativa. Dice que busca un “diálogo enriquecedor” con quien observa su obra y no partir desde “una verdad establecida”.
Licenciado en Artes Plásticas de la Universidad de Chile y en Diseño de la Universidad Mayor, Grebe transita por el mundo del arte, la academia y la publicidad, espacios en los que desarrolla variados proyectos y tareas.
Junto a su trabajo en diseño, ilustración y dirección de arte, por ejemplo, lleva adelante una dimensión profesional-gremial en el Colegio de Publicistas de Chile, sin dejar de lado todas sus inquietudes en las artes visuales.
Si bien en este ámbito se reconoce un “ecléctico”, dice ubicarse en un ámbito surrealista. “Aunque lo cierto es que me nutre y me impacta toda creación que busca revertir la lógica, tensionando el ojo y la mente del espectador”, precisa.

En tus obras parecen respirarse aires del surrealismo y de los cómics, entre otras varias fuentes estéticas ¿de dónde reconoces influencias y cómo las trabajas para que potencien tu arte?
– Así es, yo le llamo un cúmulo de variables que provienen de la historia del arte, el cine, la publicidad, la fotografía y la literatura principalmente. Me nutren de manera variada, pero se agolpan en un instante para construir el relato y lo que sucede es que en la batidora mental todo resuena al mismo nivel, como si fuera un fotograma congelado.
Lo primero es un impulso literario, es decir, el relato sobre qué voy a construir; luego, eso lo paso a un formato digital en el que construyo a modo de collage lo que –finalmente- pintaré.
En términos de influencias soy bastante ecléctico y abierto, pero -sin duda- mi orientación es más hacia lo surrealista, reconociendo ahí admiración por la obra de René Magritte, Rodney Smith, Man Ray y Alfred Hitchcock por citar nombres de la historia del arte en sus diversas áreas o categorías. Toda creación que busca revertir la lógica, tensionando el ojo y la mente del espectador, me nutre y me impacta.

Otro aspecto que llama la atención es la convivencia de varias capas de mensajes o ideas en tus obras, con múltiples lecturas que se suman a la propuesta pictórica en sí misma. ¿De qué forma notas que tus obras dialogan con el público?
– Precisamente en esa dicotomía de lo ilógico e inesperado del lenguaje sugerido, porque que no es lineal o vertical. Aquí no hay un pintor guiando a un observador, lo que hay es una trama en donde el pintor coquetea con la inteligencia y las emociones revueltas de quien ve la obra. Me interesa la divergencia más que la convergencia, la sorpresa al acuerdo con un mensaje definido y esperable.
He podido apreciar ese diálogo en la inquietud del deseo por desentrañar estos mensajes múltiples; es ahí donde me doy cuenta que –efectivamente- hay una conversación enriquecedora que impulsa a crear otras dimensiones, más allá de una verdad establecida por lo acostumbrado.

¿Cómo se ha relacionado tu trayectoria artística con la dinámica de las exposiciones? ¿Qué opinión tienes de ellas y del mercado que muchas veces se desarrolla en su entorno?
– No soy muy propenso a una producción lo suficientemente dinámica y generosa para exponer dos o tres veces al año. He tenido que redefinirme en este aspecto, evitando las exposiciones colectivas, por ejemplo; las ferias de arte no me gustan ¡la verdad es que me cargan! He definido exponer sólo individuales.
En cuanto a las galerías también soy un artista que no anda vendiéndose o coqueteando mucho con ellas. Tengo una excelente relación con Eduardo Lira Gallery pero no estamos organizando exposiciones a cada rato ni nada que se parezca.
En general, soy medio mañoso con el tema de exponer mi trabajo. Me niego rotundamente a exponer en lugares que cobran por hacerlo, pues exijo el respeto natural y básico que debe haber entre un espacio en donde se muestra arte y el artista que trabaja para que ello suceda.
En cuanto al mercado, lo entiendo como un estado de las cosas donde si deseas entrar debes hacerlo poniendo tus normas para jugar y no al contrario. No tengo mayores rollos con el tema comercial en mi trabajo, siempre y cuando se ajuste a lo que hay en él y no a lo que me dicte alguien de cómo debe hacerse para tener éxito.
El mercado del arte contemporáneo es un vaivén desbocado que puede ser atractivo en la medida que todos los ingredientes se vayan alineando en torno al sentido de una obra y de cómo ésta impacta en quien la desea o la observa.

¿De qué manera se contextualiza en el desarrollo general de tu obra la exposición «La delgada línea que divide las cosas», que se lleva a cabo en el Castillo Wulff de Viña del Mar?
– La muestra es una navegación poética entre la realidad y la ficción, inmersas en un espacio con historia y que se encuentra con la mitad de su cuerpo en la tierra y el otro en el mar: el Castillo Wulff de Viña del Mar.
Toda la muestra es una metáfora sobre los límites entre la realidad concreta del territorio espacial, el horizonte que divide tierra y el espacio y la poética visual que supone la imaginación de moverse entre él y la obra de arte.
El contexto es muy interesante pues está determinado por el cruce entre el lugar donde sucede la exposición, la ciudad donde está este lugar y las trampas visuales que provocan las obras al espectador en cuanto a la división entre lo real y lo ficticio.

Llama la atención la presencia de ojos en varios de los trabajos. ¿Podrían relacionarse con la protesta social que vive Chile?
– Es interesante, este trabajo se realizó bastante antes que el estallido social, entonces diría que no tiene nada que ver. Buscando formas de cómo definir el «cómo vemos la realidad» para tratar de interpretarla en particular, la figura del ojo en su postura vertical fue -en un principio- una metáfora idealista de la mirada femenina, no tanto por la forma de una vagina sino que por una perspectiva alternativa de la realidad y opuesta a la mirada del patriarcado, que nos dice la posición de los ojos en la cara y su consecuente lectura que dictamina la historia del homo sapiens y cómo transcurre.
De algún modo, ese detalle tiene un significado de revuelta, de decir basta de lo esperable y lo predecible. Miremos de otro modo, hagamos las cosas de otro modo. Miremos de otra manera al otro-otra. Y esa develación me ha re-significado de manera muy sorpresiva y fortuita el trabajo que se puede ver en la exposición.
Curiosamente, me ubica de frente a una conexión expresiva en torno a lo que está sucediendo en Chile y que se estaba larvando en inquieto silencio desde mucho antes que estallara en octubre de 2019. ¡En buena hora!
Ahora, si se me pregunta sobre este aspecto -entonces- créeme que puede ser que tenga relación y eso es más por la interpretación que hacemos de las obras en las que aparecen estos ojos, los contextos y las pulsiones emocionales contemporáneas. ¡Eso es fascinante!

¿Cuáles son tus principales proyectos para el año 2020?
– Estoy metido en un par de proyectos de gestión cultural con otros profesionales de las áreas de la producción y el arte que se ven muy interesantes, además he sido elegido presidente del Colegio de Publicistas de Chile y eso me compromete en una labor gremial que me tiene muy entusiasmado.
También acabo de inscribirme en FuerzaCultural, un partido político independiente, para participar de manera activa en los cambios estructurales que muchas y muchos esperamos sucedan en Chile. Naturalmente, sigo pintando y produciendo porque sin eso hay un poco de mí que se apaga y eso es algo que deseo evitar siempre a toda costa. La pintura es la mejor salud. Es lo más cercano a la vida eterna.
(*) Exposición «La delgada línea que divide las cosas», Castillo Wulff, Viña del Mar, entrada liberada, martes a domingo, 02 febrero – 1 de marzo.