
Lo creamos o no, hay un mundo invisible habitado por seres de luz de alta vibración que están para ayudarnos a evolucionar, a crecer. Todos podemos escuchar y comunicarnos con ellos, sin excepción. Lo que sucede es que -por lo general- no nos damos pie para esto y para abandonar la incredulidad. Si lo hiciéramos, contaríamos con compañeros, confidentes, guías y hasta verdaderos terapeutas.
Sin embargo, tendemos a no escuchar, a no escuchar nuestro sentir y se le atribuye a la imaginación las señales que estos seres nos dan o envían para que contemos con su ayuda.
Es el trajín de la vida, las costumbres y creencias inculcadas. Es el vivir desde la mente lo que hace que cerremos el corazón y nos sumerjamos en el sufrimiento y el aislamiento. No dejas que la voz que te dice “ésta no es la vida que quieres o lo que viniste a vivir” te lleve a accionar en otra dirección, a cambiar el rumbo.

Se nos olvida que hemos venido a disfrutar, no a vivir como un autómata ni a enfermarnos y sufrir hundiéndonos cada día más, sin reconocer cuál es nuestro propósito de vida. Estos seres de luz están constantemente con nosotros, sólo es necesario abrir el alma para poderlos escuchar y así conectarse con una de las sensaciones más bellas…el sentir que volvemos a lo genuinamente dado por la creación.
Es a través de este contacto, del sentir paz, del sentir cuál es nuestro mundo y quiénes están para acompañar este viaje del encontrarnos con uno mismo -y con la misión que todos traemos- que la vida se empieza abrir y colorear si así se quiere.
Porque se sale del agujero y se van sorteando los malos momentos cuando ellos mismos nos van enseñando a no luchar y no dejarnos atrapar por emociones de baja vibración, como el miedo y la rabia, que activan la ley de atracción en nuestra contra.
Por eso es importante desarrollar una dinámica de aceptación que ayude a entender qué oportunidades nos está dando cada cosa que se vive para crecer, dejando la desconfianza y la desazón, recuperando el equilibrio interior para reconocer que nuestra misión es tal y que aquello nos mueve con tanto amor que somos esa energía y no otra. De pasada verificamos que la ley de atracción se activa a favor y que las fuerzas nos empujan a avanzar.
Es el hemisferio derecho conectado a nuestro corazón el que permite llegar a escuchar, es este link el que –además- nos lleva a canalizar o recibir información a través de los seres de luz, tanto para nosotros como para otras personas que lo necesiten (y es tan real como el comprobar que cada información resulta verdadera al confrontarla, siendo totalmente desconocida por su emisor, como sucede hoy con mi trabajo de canalizador y médium).
La energía de estos seres es de alta vibración, es alegría, es aceptación, no lucha; el contacto con ellos ayuda a equilibrarnos a encontrar un propósito de vida, a encontrar ese algo que al hacerlo nos hace disfrutar y que puedes pasar horas ejecutando porque te llena el pecho. Son los guías quienes abren la puerta a tu corazón si lo deseas y escuchas qué hay dentro de ti.
Ellos son iguales a nosotros pero con una visión más amplia, con mayor perspectiva, sin creencias limitantes. Lo que sucede es que nos han enseñado que todo esto no existe y que estás loco si escuchas la voz de otro que no eres tú.

Por eso la primera instancia es reconocer que los guías existen y confiar; confiar en que los vas a escuchar, luego dejar fluir y no intervenir la información que recibas, sólo hacer tuyo el primer flash. Como todo en la vida, si crees podrás dialogar con ellos, si no crees es imposible.
Los guías no son superiores a las personas, ninguno de ellos se mostrará así, no son omnipotentes, ni dueños ni jefes de nosotros. Son una compañía en el camino. Su diferencia es que no tienen cuerpo ni limitación material, ni tiempo ni espacio, poseen una perspectiva más amplia de las cosas dada por la no limitación a través de las creencias con que cargamos.
Por eso el diálogo con ellos significa obtener información no sesgada, que viene desde un campo no contaminado, donde las prisiones que vivimos como personas en sociedad no existen. Por eso el valor de esa información es genuina y el poder de conexión con nuestro ser más libre, más esencial, más feliz finalmente.
Esto debiera ser algo para aprender en la escuela, asumiendo que la realidad la creamos a través del pensamiento, la palabra y la acción. Si esa creación de realidad no está ligada a un sentir genuino -por lo general- no te provocará una alta vibración, porque esa realidad no está vinculada a tu misión o propósito, sino que sólo a fundamentos racionales aprendidos en el sistema por generaciones.
De allí es que resulta tan importante vincularse al sentir primero, antes de elaborar un pensamiento, antes de transformar en palabra emitida ese pensamiento y antes de accionar, para que nuestra acción no sea autómata. Si vinculamos todo este proceso a nuestro sentir puro, es altamente factible que seamos felices.

Los guías nos acompañan desde antes de nacer y están con nosotros para recordarnos, no obligarnos, sólo recordarnos a qué hemos venido y cómo no apartarse del sentir propio para llegar a esa felicidad. Esa es la auténtica libertad, cuando te permites ser quien has venido a ser.
Para quienes se preguntan cómo son los guías espirituales o los seres de luz, bueno, por lo general tienen forma de orbe, dependiendo de su grado de vibración es su brillo y color. Algunos pueden verse con forma humana o angelical, pero su esencia es la luz orbital y puedes sentirte conforme con apreciarlos así, porque esa es la energía de nuestra alma, esa que sabe quiénes somos y para qué estamos en la tierra.
Serán los guías los que nos acompañen a ir avanzando y a impregnarnos de la no lucha, del aceptar que cada obstáculo es una oportunidad para crecer y que si en cada paso consideras tu misión y qué te hace feliz, podrás no apartarte y estar en el sentir, el pensar, la palabra y la acción que te hagan cumplir esa misión (porque lo que se repite permanece). Crear la realidad vinculada a ese disfrute. Si no estás feliz donde estás, no es tu lugar.
(*) Sebastián Díaz es periodista y escritor. Se ha especializado como tarólogo, sanador reconectivo, canalizador y médium. Su nombre como experto en guías espirituales es Zeva.
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