Literalmente el concepto significa «cosecha», aunque etimológicamente hace referencia a algo añejo, clásico o de época, en su calidad de adjetivo. Si bien parece francesa, es una palabra inglesa.
«Vintage» hace referencia a algo del pasado que se aprecia en el presente. Comúnmente eso se llamaba «retro», pero el aire intelectual que esconde parece ser una de las principales razones por las que ha ganado tantos adeptos en los últimos años.
Alude a esa dinámica de estar mirando el espejo retrovisor que ha sido una práctica común en la historia. Parece que en ese cosquillero de estar mirando hacia atrás con un afán de referencia para seguir observando lo que viene está el verdadero secreto de su atractivo.
El periodista británico Simon Reynolds cree que hay una obsesión por los artefactos culturales del pasado inmediato. En su libro «Retromanía: La adicción del pop a su propio pasado» destaca que «vivimos en una era en la que la cultura pop enloquece por lo retro y la conmemoración».
Ojo que mientras en el Renacimiento lo vintage fue toda la cultura griega, para los «futuristas» cultores del post-punk británico de los años 2000 el fanatismo se centraba en los sesenteros David Bowie o The Velvet Underground.
En rigor, la mirada vintage es una manifestación de la cultura posmoderna: producto de la pérdida de fe en el progreso y el desencanto del motor de la innovación propia de la modernidad, en vez de mirar al futuro, se atisba con nostalgia hacia las eras pasadas.
Hipsteria popular
Hoy están de vuelta máquinas de escribir, consolas de juego como el «Pong», formatos musicales como el caset, dibujos animados como Mazinger Z, estilos de vestido y peinados, por sólo citar algunos aspectos en donde la locura por el vintage da muestras de su gusto por lo retro.
Si los hippies fueron los promotores de la revolución de las flores, hoy son los hipster quienes encarnan el perfil vintage. Desde que en los años 40 el escritor estadounidense Jack Keruac (autor de la mítica novela «En el camino») bautiza así a quienes compartían con la generación beat la convicción por lo marginal y lo poco masivo, la cultura hipster evoluciona y asimila hábitos, tendencias y hasta viejos prejuicios de las sociedades.
El movimiento hipster hoy saca de los cajones del olvido cosas que antes eran motivo de vergüenza, señal de mal gusto o de vínculo a una clase social a la que por ningún motivo se quería pertenecer: parecen vivirse instantes de hispsterización de la cultura popular.
Lo hipster se caracteriza por una sensibilidad variada, alejada de las corrientes culturales predominantes (lo que aquellos más ideologizados llaman «mainstream») y afín a estilos de vida alternativos. El interés por los medios de comunicación incluiría películas de cine independiente y medios de comunicación de nicho.
Todo ello en la era de la tecnología, por lo que la dinámica vintage usa como principal plataforma la más actualizada de las tecnologías. O sea, hablando en términos posmodernistas, se trata de un pastiche puro y total.
Los revivalismos
Lo claro es que lo vintage vende y gana adeptos. Lo apropiado desde el punto de vista estético es saber mezclar. De hecho, tanto para comer como para beber hoy la clave pasa por una idea parecida: el maridaje correcto.
Lo vintage tiene para rato, así es que es mejor tratar de entenderlo y convivir con la idea de que para seguir caminando, hay que estar chequeando el retrovisor.
En su ensayo «La energía revolucionaria de lo anticuado», el investigador europeo Christian Thorne anota que no ha habido cultura que no desarrolle una relación intensa con su pasado.»Lo realmente curioso hoy -enfatiza- es la cantidad de revivalismos que coexisten y compiten entre sí; es como tener un perchero de proyectos abandonados de la historia como estilos opcionales».
Ante cualquier duda, basta un paseo por internet para entender cómo el pasado cultural está vitalmente disponible en seductores dispositivos digitales.