A lo largo de nuestra historia, los virus evolucionan y desarrollan estrategias para reproducirse dentro de la célula que infectan. En el caso del coronavirus nos encontramos en la etapa de evitar que se esparza, mientras se descubre una respuesta inmunológica.
La pregunta es cómo se logra sin que afecte profundamente la vida de la comunidad en el ámbito educacional, económico y de salud mental. Está claro que en algún momento volveremos a encontrarnos en los mismos espacios físicos, cívicos, laborales o estudiantiles.

Las epidemias son emergencias sanitarias de gran impacto, amenazan la vida de muchas personas y pueden ocasionar cuantías significativas de enfermos y fallecidos, por lo que el temor al contagio agrava la situación existente.
Por eso, las principales dudas se dan en la seguridad y funcionamiento normal de la comunidad y el grado de vulnerabilidad de la población, efectos que ya se observan en Chile.
Junto a ello está la incapacidad de muchos que no asumen su responsabilidad con el otro o directamente aprovechan en beneficio propio lo vulnerables de l@s otr@s.
La experiencia en afrontar pandemias demuestra que hay temas previos a cualquier reencuentro, como la necesidad de involucrar a las comunidades afectadas antes, durante y después de la epidemia e invertir en la formación y supervisión de trabajadores y estudiantes para el apoyo psicosocial y de salud mental producto de los efectos producidos.

Aunque no hay recetas, sí existen recomendaciones: incorporar y mantener una estrecha comunicación y coordinación con las estrategias o plataformas del sector salud y educacional, desde la formulación del plan hasta su implementación; y generar planes de acción integrados para la prevención, control y aislamiento que esta pandemia requiere al interior de cada comunidad educativa.
Todos estos puntos son fundamentales al momento de analizar el retorno a clases presenciales. Si no se dan estas acciones, lo que haremos será entregar a este virus cientos de hospederos y agravar una situación, en vez de controlarla, mientras se busca la solución sanitaria.
Un aspecto esencial para tener en cuenta es que la forma de convivencia cambió y ese es el mayor desafío para maestros y estudiantes frente a un posible reencuentro cara a cara. Por ello, en este tiempo es importante también fomentar la sociabilidad y la promoción cultural, utilizando las herramientas tecnológicas disponibles que llegaron para quedarse.
La mejor forma de responder al desafío es relevar la educación en valores, no solamente necesaria para la convivencia con otras personas, sino también porque los valores influyen en cómo interpretamos los eventos y, por ende, en nuestra salud emocional ante situaciones tan críticas como las que se viven actualmente.

En vez de volver a la educación formal, a esa educación reglada institucionalmente, regulada por ley y planificada porque sigue un orden hacia la entrega de certificados o diplomas, podríamos abrirnos a otras alternativas educativas.
Por ejemplo, apuntar a que los estudiantes mejoren sus habilidades cognitivas, de memoria histórica, de razonamiento y de opinión crítica.
(*) Académico de la Universidad Católica Silva Henríquez, autor del blog Patrimonio y Arte.