A pesar de que su fama en Latinoamérica y Europa es por sus relatos, lo cierto es que Henry Charles Bukowski es –ante todo- un poeta. Si es por extensión, su lírica sobrepasa con creces sus cuentos y novelas. El punto es que como este “viejo sucio” se hace conocido por sus traducciones, lo que más se produce en este ámbito es la prosa.
Su poesía queda escondida bajo la alfombra del cinismo de sus propios compatriotas, que nunca han querido reconocer ningún tipo de talento ni mérito al literato, y de sus mediadores editoriales que han considerado más atractivo para las masas las cochinadas en relatos, que sus cochinadas en versos.
En su larga y sinuosa vida de 74 años, Bukowski bebe, escribe y fornica todo lo que puede. Y, al parecer, hace bastante en todos esos campos, porque Hank (como pide siempre que lo llamen) deambula al límite y su pluma es lo único que lo salva de la muerte prematura.
Lo que no puede ni el alcohol, ni la cesantía, ni la vagancia, ni la vida paupérrima de la primera parte de su existencia, sí lo puede la leucemia que un día de marzo de 1994 le provoca una letal neumonía, cuando el autor de “Factotum” aquilata la monogamia (gracias al amor de Linda, una mujer treinta años menor que él), centra sus gustos etílicos (abandonando los licores baratos por vino blanco del Rhin) y encuentra un atractivo mercado editorial que le da un pasar tranquilo (“He publicado sólo en editoriales pequeñas porque no quiero forrarme en plata, sólo quiero vivir cómodo, sin hacerme rico, odio a los ricos”, anota en su diario).
La vida de Hank va en su etapa joven directo al fracaso y al absoluto anonimato. Nace en la ciudad alemana de Andernach el 16 de agosto de 1920, mientras su padre cumple labores en el ejército estadounidense, pero a los dos años su familia se traslada nuevamente a tierras gringas, a la ciudad de Los Ángeles, y la situación comienza a ponerse muy dura en la medida que crece.
Con un padre afectado por la presión social que no soporta, obsesionado por aparentar, la violencia se enquista día a día en su hogar. Charles recibe palizas por los motivos más diversos e insignificantes, lo que se convierte en un paisaje demasiado cotidiano, mientras su madre sólo observa y asiente. “Él odia toda su vida a su padre y a su madre le pierde tempranamente el respeto”, anota el principal biógrafo bukowskiano, Howard Sounes.
Llevado a sus ideas, Charles encuentra en ese contexto de vida dos refugios contradictorios y extrañamente potentes: el alcohol y la biblioteca estatal. El primero le da valor para soportar su entorno y la segunda le abre las perspectivas, le hace mantener una esperanza de que -posiblemente- hay otro camino por recorrer.
A estos dos aspectos, Bukowski agrega un tercero: el cinismo. Su literatura cruda y de estética poco pulcra es, sin embargo, una lírica de la hipocresía como respuesta crítica y como receta para sobrevivir en un sistema que no hace más que oprimir.
Un escritor proletario
La primera parte de su vida es patética. Bebe desde los quince años, realiza los más variados e impíos trabajos y, más aún, sufre un rebelde acné que le perfora la cara y le proporciona un aspecto que no logra alejarse del prototipo del marginal, lo que pone otra barrera a sus relaciones sociales.
En medio de todo, sus lecturas le permiten encontrar un nuevo enemigo, pero esta vez se estimula a enfrentarlo. Es la comodidad de los que, para él, escriben “desde arriba”. Lee cuentos de otros escritores en bonitas revistas de papel couché y los considera sin alma, ajenos totalmente al latido de la gente. “Páginas y páginas y no dicen nada. Se me ocurrió que podía ser totalmente al revés, en poco decir algo. Un obrero vuelve a su casa del trabajo, su mujer le comienza a gritar y él la abandona”, cuenta en una entrevista.
Lee “Resistencia, rebelión y muerte” de Albert Camus y le parece que el autor europeo “hablaba de manera tan florida de la angustia, del terror y de la miserable condición del hombre, que tenía la sensación de que él escribía después de acabarse una buena cena con un excelente vino francés”.
Por eso es que Hank es un radical: “Un intelectual es un hombre que dice una cosa simple de un modo complicado; un artista es un hombre que dice una cosa complicada de un modo simple”, escribe.
Comienza así a madurar una breve pero contundente teoría literaria cuando conoce al editor John Martin, quien –luego de verlo padecer por años como repartidor de cartas y de conocer la historia de esa úlcera sangrante que casi lo mata a los 35 años- le ofrece un salario estable si dedica su jornada completa –además de beber y fornicar- a escribir, trato que Charles no piensa dos veces, teniendo ya más de 40 años.
De sus atestados armarios, de los repelentes rincones de su pieza, surgen hojas revueltas de poemas y relatos que hablan sin pudores, con ironía y humor, con crudeza y sin muchos sinónimos elegantes, de la vida real de los marginales, con un lenguaje que no oculta nunca el alcoholismo del cual surgen ni el nihilismo que los inspiraba, revelando el reverso de ese Los Ángeles lujoso y turístico, que resume también ese país de cartón piedra que se construye bajo el eslogan del «american way life».
Así, a pesar de todo, llega de manera milagrosa la segunda parte de su vida, en la que Bukowski no sólo agradece haber sobrevivido, sino que disfruta la existencia que le toca pasar. “No has vivido/ hasta no haber estado/ en una pensión de mala muerte/ con nada más que una ampolleta/ y 56 hombres apretujados en catres/ y todo el mundo roncando a la vez”, anota en un verso. En la medianía del camino entre los 40 y los 50 comienza, al fin, a vivir de la literatura, tal como lo soñó las miles de veces que se duerme en la hediondez de los asquerosos tragos que puede comprar o en medio de sus propios flujos internos.
Escribe en revistas under que, a pesar de su pequeño radio de acción, logran caer en un activo boca a boca y los puntos de vista de Charles comienzan a darse a conocer, publica relatos, edita libros, todo en tirajes que nunca sobrepasan los mil ejemplares, pero es así que se construye su activo y compacto círculo.
Desencanto y poesía
Su mayor gracia, y la gran razón del por qué en Estados Unidos se le ignora, es que su literatura es de los seres perdidos, esos que no suman ni restan. El crítico y compilador literario Russell Harrison acota que “Bukowski más que ser un escritor confesional o rezagado beat, incluso más que un contracultural, es un literato proletario, no en el sentido marxista, sino en el sentido del hombre que habla de la vida de las personas de la clase trabajadora, de la gente de la calle, los obreros, las prostitutas, los pordioseros, la gente común y corriente que está y que siempre ha estado fuera del sueño americano”.
El responsable de que la narrativa de Bukowski se conozca en español es el dueño y editor del sello catalán Anagrama, Jorge Herralde, quien cuenta que de todo el tiempo que estuvo con vida publicando en español (casi diecisiete años), sólo lo ve una vez, cuando el escritor ya tiene una vida más apaciguada. “Su última mujer lo cuidaba mucho, lo tenía muy delgado, limpio y aseado, nada que ver con sus fotos más conocidas. Acababa de cumplir 60 años”, recuerda.
“La primera noticia que tuve de él fue en el verano del 76, cuando visité San Francisco y el poeta Ferlinghetti me encareció muchísimo los libros de un autor maldito que escribía en revistas de poco tiraje, me los dio y los acabé en el avión de regreso a Barcelona y no dudé en contratarlos. Publiqué “La máquina de follar”, “Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones” y “Escritos de un viejo indecente”, en 1978 y resultan un revulsivo considerable en aquella época en la que aún perduran los ecos de la explosión libertaria de los primeros años del posfranquismo”, comenta Herralde en un artículo de prensa.
Y es que la literatura de Bukowski habla del desencanto, de seres imbuídos de alcohol y excesos, mecanizados por la hipocresía social como método de susbsistencia, con atmósferas que privilegian la vorágine de las acciones cotidianas en donde la reflexión no tiene espacios. “Simplemente, las cosas ocurren”, escribe el propio Hank. Y, claro, pocos pueden ver en medio del vino derramado en las mesas y en el suelo, en medio de los vómitos de los rincones o en medio de la orina que se escurre entre los pantalones de borrachos, la belleza o la poesía que subsisten en esos escritos.
Su bibliografía abarca relatos, poesía, novelas, cuentos y columnas, de las cuales otras expresiones artísticas se han servido, como el cine: en 1987 se filma “Barfly” (juego de palabras que resume el concepto estético de Hank, quien como una mosca insolente lleva al lector por los vericuetos de la degradación humana), con la dirección de Barbet Schroeder (el mismo de “La virgen de los sicarios”), la actuación de Faye Dunaway y Mickey Rourke (más una breve aparición del propio viejo escritor), conocida en Chile como “Mariposa de la noche”; también hay un registro del italiano Marco Ferreri, llamada “Ordinaria locura”.
Aunque nunca abandona la ciudad de San Pedro, el puerto de Los Ángeles, Bukowski alcanza -finalmente- el reconocimiento fuera de sus fronteras, especialmente en Europa (de hecho, en su ciudad natal alemana fue nombrado Hijo Ilustre) y en América Latina, donde no sólo tiene buenos seguidores de su estética (como el cubano Pedro Juan Gutiérrez, el colombiano Fernando Vallejo o el chileno Poli Délano), sino que un ejército de plagiadores. Se cree que por el hecho de escribir en un lenguaje cotidiano, es cosa de repetir una sarta de garabatos y listo.
A pesar de sus ripios, a pesar de sus miserias, Bukowski es un ejemplo de que los perdedores también tienen la palabra. Como el mismo lo resume en un poema: “Estoy muerto, aunque sé que la muerte no es así”…
Bibliografia básica de Charles Bukowski
Novelas
“Cartero” * (1971)
“Factotum” * (1975)
“Mujeres” * (1978)
“La senda del perdedor” * (1982)
“Hollywood” * (1989)
Relatos
“Escritos de un viejo indecente” * (1969)
“Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones” * (1972)
“La máquina de follar” * (1970)
“Se busca una mujer” * (1973)
“Música de cañerías” * (1983)
“El hijo de satanás” * (1990).
Poesía oficial traducida
“Pulp” * (1994).
“Shakespeare nunca lo hizo” *
“Peleando a la contra” *
Compilaciones poéticas en español (editoriales independientes):
“Soy la orilla de un vaso que corta, soy sangre”, Universidad Autónoma del Estado de México (1983).
“Poemas”, dos tomos, editor: Federico Ludueña, Argentina (1995).
“La muerte se está fumando mis cigarros”, Chile (1996)
El amor es un perro infernal, Ediciones del Milenio, México (1999).
“El mundo visto d ela ventana de un tercer piso”, (incluye los dos poemarios origiuanles de Bukowski), Editorial Hombre que lee, México (2001)
CD´s con recitales poéticos (algunos disponibles en Amazon.com)
“70 Minutes in Hell” (1969)
“King of Poets” (1970)
“Poems & Insults + 2” (1973)
“Hostage” (1980)
“Uncensored from the Run With the Hunted Session” (1993)
“Neither Bought For Gold, Nor To The Devil Sold” (1999)
“At Terror Street and Agony Away” (2000)
(*) Todos estos libros publicados bajo sello Anagrama.