La salud forma parte de nuestro patrimonio colectivo. Se trata de un bien que sólo valoramos cuando lo perdemos, en lo personal y en lo social.
No por nada este año se celebra el Día del Patrimonio marcado por la pandemia del Covid-19. La crisis sanitaria evidencia, por sobre todo, la vulnerabilidad de los chilenos, nuestro patrimonio más importante.
El virus que hoy circula en nuestro medio ambiente afecta de manea especial a las personas mayores y enfermos de base con una insuficiencia respiratoria, pudiéndoles provocar la muerte. Nuestros mayores, que han sido parte de la memoria colectiva de la cultura, verdaderos tesoros humanos vivos, hoy están en riesgo. Y todos estamos en riesgo de perderlos.
Actualmente, la salud no sólo de entiede como la ausencia de enfermedad, sino que como un estado de completo bienestar físico, mental y social.
Desde hace más de cinco décadas se reconoce que la educación, la vivienda, el medio ambiente, el trabajo digno, la alimentación, el acceso a la cultura y al sistema de salud son determinantes del bienestar. En otras palabras, el lugar donde naces marcará tus posibilidades de tener un mayor o menor bienestar.
El hecho de que en este Día del Patrimonio Cultural -por primera vez desde que se instaura la actividad en 1999- sólo pueden ser posibles las visitas virtuales a edificios, museos y diversas actividades, nos debe llamar a reconocer nuestro bienestar colectivo como un bien cultural y patrimonial. Debemos aprender de esta difícil experiencia y valorar el mayor patrimonio que tiene una sociedad: sus personas y su comunidad.
Mientras se hacen cadenas para aplaudir a los funcionarios de la salud y a todos aquellos que continúan trabajando diariamente por el bienestar de los ciudadanos, resulta preocupante ver que muchas veces depositamos en el otro la responsabilidad personal de cuidar y cultivar nuestra salud. Debemos cuidarnos a diario, la salud es un bienestar que también es es responsabilidad de cada uno de nosotros.
El patrimonio de la vida está amenazado por un virus que no se ve, que transmitimos de persona a persona y que ha evidenciado nuestras perversas inequidades en educación, vivienda, acceso a la información oportuna y veraz, y a una atención sanitaria oportuna y de calidad.
Así, ante esta crisis que muestra la cara más amarga del modelo que hemos construido -con una evidente falta de fraternidad con el otro y su realidad-se debe entender que la salud colectiva también es un bien cultural y patrimonial.
(*) Académico de la Universidad Católica Silva Henríquez, autor del blog Patrimonio y Arte.