Desde hace ya unos días el coronavirus deja de ser una triste estadística de contagios y muertos. Es angustia con rostro de amigos, conocidos, cercanos y colegas que pasan por esta enfermedad. Inexorablemente se trata ya de algo que toca muy de cerca.
Por eso es difícil no sentir indignación al constatar -objetivamente- que si la cuarentena se hubiera decretado antes, de manera preventiva como se ha planteado en muchas instancias, no se habría llegado a este estado actual y se hubieran salvado muchas vidas.
Sin embargo, el asunto tiene sus complejidades. Quienes culpan a Piñera y a Mañalich y quieren cambiar al ministro porque así se arreglará el asunto, no entienden que los citados personajes -efectivamente- están convencidos de que lo han hecho lo mejor posible. Porque hay un contexto que no se debe olvidar: Chile es gobernado por la derecha.
¿Qué se podía esperar de ellos? ¿Que liberaran una parte de los fondos de las AFP? ¿Que dejaran en marzo a sus empresas sin trabajadores a ver si éstas producían por arte de magia con ellos sentados en los escritorios de la gerencia? En rigor, el gobierno de derecha hace lo que ese sector han hecho siempre: mediatizar el costo de vidas humanas para sustentar su modelo de economía, que les asegura mantener privilegios y negocios.
Si una vez superado este momento tan gris los sectores de la actual oposición no se organizan para generar opciones programáticas que cambien las bases del inhumano sistema neoliberal y no existen compromisos para realizar primarias amplias que determinen las mejores opciones para encabezar el próximo gobierno, sencillamente, no habrán aprendido nada de nada y seguirán en la ilusa espera del tipo «Si cae Cubillos puede que llegue un mejor ministro de Educación».
Un análisis crudo de la realidad no deja muchos espacios para acuerdos nacionales, aunque -evidentemente- si se requieren medidas específicas positivas para el país y que se deban apoyar- simplemente hay que hacerlo. Pero, a estas alturas, a muchos hasta les complica pensar en una nueva constitución que lleve la firma de Piñera.
El gran horizonte en la oposición debe situarse en una pronta construcción de base para un decisivo triunfo electoral en las presidenciales y parlamentarias del año 2021: una verdadera y potente página en blanco en la que se demuestre realmente que Chile despertó y empezar a escribir una historia grande para el país.
Porque, mientras tanto, en la realidad, se podrán hacer muchos cambios de ministr@s en los que salgan los Mañalich y lleguen otros Mañalich igual (aunque por el bien nacional uno siempre espera que sean mejores y que les vaya bien).
A modo de conclusión: Si se entiende que construir un Chile humano, solidario y de respeto a la vida es hoy más que nunca una tarea con sentido de urgencia; si se entiende que esto es una tarea que compromete al progresismo, a la centro-izquierda, a la izquierda, pero -principalmente- a millones de chilenos con sentido común que desean más justicia para todos, entonces será posible dar el salto gigante desde la indignación de hoy a la esperanza de un mañana mejor. Es el gran desafío de la actual oposición a Piñera.
(*) El autor es profesor de Educación Básica, Servicio Local Barrancas.