“Ni siquiera tengo un pedazo de queso para recibir a las visitas”, comenta Marcela Paz cuando la llaman para decirle que se ha ganado el Premio Nacional de Literatura, en agosto de 1982.
La respuesta no sólo es agradablemente ingenua, sino que refleja –con todo esplendor- las características más íntimas que de ella deja su obra literaria más conocida: Papelucho. El humor, la sutil ironía y la envolvente simpleza eran propias tanto de la autora como de su personaje más reconocido.
Hoy, los doce títulos originales con las diversas historias del niño de 9 años alcanzan millones de ejemplares vendidos y han tenido la opción de internacionalizarse, de la mano del omnipresente representante literario argentino Guillermo Schevelson, cuya agencia ha administrado las obras de autores tan exitosos como Ernesto Sábato y Mario Benedetti, entre muchos otros.
En las últimas décadas las proyecciones de Papelucho se hacen más amplias de lo que su autura disfruta en vida, a pesar de que sí alcanza a ser testigo de que cómo la delgada figura de su creación se ve en diversas portadas en francés, ruso y japonés.
Marcela Paz fallece en junio de 1985. Su verdadero nombre es María Esther Huneeus. Pertenece a una familia acomodada de la sociedad santiaguina de los primer años del siglo XX, pero su vida cercana a los lujos y los viajes por Europa no le impide gozar de un espíritu demasiado inquieto para las mujeres de la época y de su entorno social.
Eso significa que, por ejemplo, sea una activa gestora de actividades sociales, que para ella son algo más que “caridad”, siendo el mejor ejemplo de eso la Sociedad Protectora de Ciegos Santa Lucía -que crea junto a un grupo de amigas- en donde encabeza su directorio durante más de dos décadas. O convertirse en la tercera mujer que obtiene una licencia de conducir en su adolescencia, algo que –está demás recordarlo- es totalmente inusual en los años 20, más aún en Chile.
Por todo ello, Marcela Paz es una chica intelectual muy diferente en el Chile de su época. Aunque uno de sus más cercanos pretendientes intenta sacar ventaja ofreciéndole de regalo un auto, la escritora se siente más atraída por un joven silencioso que es un amigo de infancia: el ingeniero José Luis Claro, con quien se casa y tiene cinco hijos. Lamentablemente, la pareja tiene un abrupto fin debido a una afección cardíaca de su esposo.
Antes de ser Marcela Paz, lo cierto es que María Esther Huneeus es una entretenedora profunda. Cuenta historias como ninguna, lo que la hace ser muy requerida por los niños que pululan en su larga familia. La escritura siempre es una aliada para ella. Colabora en varias revistas con diversos nombres (al menos cinco), hasta que finalmente llega al que la deja instalada en la inmortalidad. La inspiración es la escritora francesa Marcelle Auclair.
Gracias a una agenda grande y de gran cantidad de hojas que le regala su esposo, la autora da rienda suelta a historias sencillas, pero con atractivas capas y recovecos. Desde esa agenda saltan las intensas y profundas historias de Papelucho y también varios otros relatos como “Soy colorina” y “La vuelta de Sebastián”.
De esos varios textos con los que va tejiendo su estilo, surge la figura de un niño de clase media, ingenuo pero irónico, simple pero muy suspicaz, que llama la atención de muchos lectores entre 1947 y comienzos de los años 70.
Papelucho es una respuesta nacional a las clásicas historias infantiles surgidas de las zonas nórdicas (Andersen y Grimm, por ejemplo), creando un contexto propio, sin perder universalidad. No por nada hoy da pelea con figuras globales como el alemán Michael Ende y «La historia sin fin» o con la británica J.K. Rowling y «Harry Potter».
Hay también lecturas más libres de Papelucho en que se le observa como una voz literaria inquieta, que dice más de lo que muestra. O también hay quienes piensan que la lectura de este personaje es algo así como un preciado bien que se abandona al crecer.
Lo cierto es que en Papelucho se respira y se refleja un Chile que ve la vida con cierta confianza en sí mismo, que tal vez no entiende bien su entorno pero que está convencido de que lo va a hacer. Mientras eso dura, Papelucho existe. Cuando la desconfianza y la convivencia se hace compleja e –incluso- violenta a mediados de los 70 en el país, Papelucho parece detener su avance y habla sólo desde el recuerdo. La saga completa abarca doce libros entre 1947 y 1974.
“Lo que más me gusta de las historias de este niño –reconoce Marcela Paz- es acercar a hijos y padres. Si al leerlo, los papás recuerdan lo que eran cuando chicos, comprenderán un poco más esas papeluchadas”.
Llevado a la imagen visual por las manos de su hermana pintora, Yolanda Huneeus, el niño extremadamente delgado, de ojos abiertos y atentos, de pelo erizado y palabra fácil, promete hoy ser una buena respuesta local a los modernos “Harrys Potters” del nuevo siglo.
“Pensando en lo que dijo la Domitila, he decidido escribirle a `nadie´ como ella dice y que es lo que otros llaman su `diario´. Cuando esté escrito, me habré librado de seguir pensando”, dice con su particular sarcasmo, el inquieto escolar en la primera de sus historias. En «Papelucho historiador», en tanto, reflexiona: «Me gustaría tener un retrato muy grande en mi casa de Caupolicán, Lautaro o Galvarino. Es rico ser tataranieto de un indio famoso y poderle decir a tu papá que uno tiene esa sangre y por eso uno es como es».
Sin duda, la obra literaria de Marcela Paz es toda una “papeluchada”.
Si bien varias generaciones de lectores conocieron las clásicas ediciones de este personaje bajo el sello de la Editorial Universitaria, el catálogo completo de los doce libros históricos del personaje -que maneja en todo lo administrativo la sociedad Ediciones Marcela Paz S. A. creada por los hijos de la escritora- hoy se encuentra bajo SM Ediciones Chile.
*** También te puede interesar Escritor chileno Alberto Fuguet promete inquieta relectura a Papelucho en un taller online