(Por María Luz Crevoisier, desde Perú)
El muralismo es una de las especialidades artísticas más democráticas y populares de la plástica: puede ser apreciado por el común de las gentes sin limitaciones. Además, como tiene un lenguaje que casi siempre traduce las emociones de las personas de la calle, puede ser calificado también como «verbo callejero», el idioma de las grandes mayorías.
Gracias a su práctica quedan así están pintadas costumbres, tendencias, manifestaciones, reclamos, sueños y pesadillas de los pueblos: el sístole y diástole de la sociedad.
Aunque se emparente con las modernas expresiones callejeras del arte, el muralismo no es joven. Si se es purista en el asunto, puede considerarse su origen en los albores del Neolítico, cuando alguien -hace como 40.000 años- quiso testimoniar sus andanzas de caza, dejando trazos plasmados en los muros de su vivienda.
Así, pasando de pueblo en pueblo, este registro del natural se hace clásico y se repite, por ejemplo, en Pompeya, Roma, los feudos del Medioevo y el Renacimiento, creando -además- una estirpe de muralistas en el nuevo continente con nombres que hacen historia y nos dejan constancia de su enorme creatividad.
En América Latina una de sus huellas más claras se aprecia en México, en donde tras la Revolución de dicho país y de la Primera Guerra Mundial, surgen importantes nombres como José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo y Diego Rivera.
Perú, no puede escurrirse a esta maravillosa expresión y hoy por hoy ha convertido muros y rincones de Lima y Callao en enormes paneles de expresividad -entre fauvista y folklórica- con un gran contenido social y de tradición. Los nuevos nombres como Joan Jiménez Suero (que firma como Entes), Decertor, Elliot Tupa, Jade Rivera y tantos más, son una muestra del lenguaje de jóvenes exponentes que nos dicen a las claras lo que sienten y lo que exigen.
Chile, que utiliza voces surrealistas y populares como el tip top, ha creado un lenguaje popular y social que se expande por avenidas, casonas antiguas, calles y plazas. Toda una escuela se hizo presente en los últimos tiempos, junto con los graffitis. Algunos de esos creadores responden a los nombres de Julio Escámez, Oswaldo Reyes, Nemesio Antuúnez, Virginia Huneeus y el hasta ahora vigente Alejandro «Mono» González.
En Bolivia -en tanto- se sigue el legado de los mexicanos, consagrándose hacia los años 20 una corriente clara a través de las firmas de Miguel Alandia Pantoja, Inés Córdova, Gil Ymana, Raúl Leita, Walter Solón y Lorgio Vaca, entre otros. En estos murales se destacan con fuerza los orígenes andinos, con formas y colores que traducen esos vientos fieros de la cordillera y el alma recia, altiva y heroica del pueblo.
Entre los nuevos exponentes de esta expresión artística en el país altiplánico destaca nuestro entrevistado, Guillermo Tejerina, nacido en el valle de Tarija, tierra privilegiada por su vino y en donde se entona la cueca chapaca en cualquier fiesta que se respete.
Tejerina, egresado de la Escuela Superior de Formación de Maestros JMS, Unidad Académica de Tarija como artista plástico y muralista, licenciado en Artes Plásticas, como también en la escuela de Bellas Artes Santos Mujica, trabaja materialmente con óleo, acrílico y mural.
Ha expuesto en Bolivia, Perú y Uruguay, recibiendo menciones y reconocimientos en su país y en el extranjero.
Los trabajos de Guillermo Tejerina recogen el ancestro andino con formas entre expresionistas y cubistas. Sus colores claros y diversos combinan temas simbólicos como testimonio de la existencia de múltiples etnias en Bolivia. Etnias que no pueden desaparecer porque son la médula de una compleja historia.
¿Cuándo nace tu vocación artística, hubo influencias familiares?
– Desde muy niño tuve gusto por las artes como la música, la danza y el dibujo. Posteriormente, realicé mi formación artística en la escuela de Bellas Artes José Santos Mujica en la que desarrollé de forma más profesional mis habilidades y vocación por el dibujo y la pintura. No tuve influencias por la vía familiar.
En tus obras se aprecia con claridad la influencia de nuestros orígenes autóctonos, pero sin desestimar lo que nos llegó de fuera. Desde mi punto de vista, no existe la idea de borrar lo traído por los conquistadores, sino que más bien de fusionar ambas tendencias
– Bueno, voy buscando una identidad actual sin olvidar nuestra historia ni de dónde venimos, desde distintas temáticas mis murales hablan de esa identidad que señalas, pero como tú dices sin ningún remordimiento de lo que pasó con la conquista. Mi idea es buscar caminos nuevos a través del arte.
En el siglo XX surge en América Latina el «indigenismo» en el arte, con un fuerte afán reivindicativo. En la actualidad esta corriente parece haber evolucionado hacia el «regionalismo». ¿Tú propuesta artística se construye desde el indigenismo o desde el regionalismo?
– Mi obra se construye a partir de un contexto actual, tomando en cuenta nuestra cultura ancestral y la evolución de las expresiones artísticas e históricas de nuestros pueblos.
Pero, en ese sentido, tus obras parecen mostrar las diferentes naciones que forman parte de la intensa historia de Bolivia…
– Si, Bolivia es rica en expresiones culturales. En cada contexto donde voy dejando mi obra revalorizo su cultura y lo que la gente de ese lugar quiere expresar a través de mi trabajo. Los murales llegan ser apropiados por la misma gente. Como decía antes, abordo distintas temáticas desde históricas, culturales y religiosas, que son parte de un crecimiento para el conocimiento artístico.
América sigue siendo amenazada por poderes foráneos, pese a los procesos de independencia. Y son los pueblos indígenas los más expuestos a todo tipo de atropellos, que se traducen hasta en el asesinato de sus líderes. ¿Crees que los artistas debieran ser parte en la defensa de territorios, costumbres e idiomas de los pueblos originarios?
– Sí. Creo que es es necesario que nosotros como artistas nos involucremos más en estas problemáticas, para así poder expresar a través de nuestro arte las voces de estos grupos que defienden su independencia. Creo que como artistas, que también escribimos la historia a través de nuestras obras, necesitamos estar más cerca y más comprometidos con estos procesos de independencia de los pueblos indígenas.
El muralismo es una de las expresiones artísticas más populares y abiertas. ¿Es por eso que te inclinaste por esta expresión?
– Sí, paralelamente al muralismo me dedico a los cuadros de caballete entre otras técnicas, pero en el mural es donde desarrollo una conexión más de cerca con las personas y con las diferentes culturas, involucrándome de cerca para expresar lo que sucede en esos diferentes contextos.
** Video tomado desde Youtube, elaborado por la agencia de noticias Agesor24horas. Uruguay, 2019.