Cuatro + una: Breve muestra de jóvenes poetas chilenas vistas desde Perú

(*) María Luz Crevoisier, desde Lima, Perú.

Tuve curiosidad lírica desde mi hogar en Lima, Perú. Saber sobre poetas femeninas en las tierras de Lucila Godoy o Gabriela Mistral, porque con ella -me dije- por muy grande y universal que llegó a ser, no se estancó la poesía hecha por mujeres en Chile.

Y vaya de nombres hallados en las redes sociales, los medios más cómodos y a la mano que tenemos ahora con el confinamiento pandémico. No siempre nos brindan datos exactos -lo he podido comprobar a lo largo y ancho de mi carrera periodística- pero algo bueno me trajeron esta vez.

Algunos nombres de algunas representantes bastante jóvenes de la poesía femenina escrita en Chile y que fui leyendo con mucha fruición porque es un idioma nuevo para mí, tan acostumbrada al lenguaje de las poetas peruanas, pero que compruebo -por otra parte- que tienen una forma de sentir al mundo con un mismo sentimiento que nos hermana.

Es cierto, las realidades y los escenarios de Perú y Chile son distintos, pero como mujeres -esa parte de la sociedad que muchas veces vive en el silencio- expresamos nuestra disconformidad con el medio. Leyendo estas nuevas voces me atrevo a decir más las poetas chilenas que las peruanas, salvo excepciones, pues mis compatriotas lo hacen de una manera más existencial, íntima y también derivada al bucolismo, a diferencia de las poetas del sur, quienes quizá por la coyuntura que les ha tocado vivir, dicen lo suyo pero sintiéndose parte de ese conjunto de hechos que afectan su vida y la de tod@s los chilen@s.

En este nuevo mundo que descubro, comparto cuatro poetas residentes en el país del sur y menciono a una, bastante joven, que por voluntad propia se ha exiliado entre los países de oriente, Europa y Norte América.

Cuatro…

Sofía Esther Brito (1994) es abogada y editó «Furias Callejeras» en 2017 tipo fanzine bajo sello Escafandra Ediciones, de forma más intimista que «Bestialidades» (2019) inspirado en las movilizaciones feministas universitarias del año 2019. Uno de sus poemas: “A mí lo de mujer/ se me cuela por la ropa/ a cada mate caliente/ en cada muestra de amor./ De vieja me dejé crecer los sueños,/ y le repito a mis crías / que de chicas/ no se queden sin voz”.  (poema «Casa»)

Para la autora, “la poesía es una especie de traguito corto y amargo que permite remecer las estructuras en que estamos acostumbrados a vivir.”

Victoria Ramírez Mansilla (1991), en tanto, publica sus primeros versos en el libro «Magnolios», de ediciones Overol. La poeta obtuvo los premios Roberto Bolaños de Poesía 2016 y 2017, además del Premio Municipal Juegos Literarios Gabriela Mistral (a propósito del comienzo de esta columna).

Su cotidianidad familiar y las vivencias recogidas de su vida al sur de Chile son los ejes de su creación poética. Una muestra:

«HINEYESCA: mi madre me pide que busquemos la casa/ que llenó mi abuelo de tejerelas// este es su lugar de nacimiento/ un pueblo de una sola cuadra/ un río que brilla como una espada// tras la cerca veo la inflamación de la madera/ la historia del niño que no llegó a ser adulto/ mis tías que peinan la huerta de su cráneo».

En la revista de literatura Lucerna, me encuentro con las creaciones de Micaela Paredes Barraza (1993). Su lírica es más abstracta, diría existencialista, tanto en «Nocturnal» (2017) y «Ceremonias de interior» (2019). Aquí algunos de sus versos: “Escucho una estampida de pájaros nocturnos/ el eco que repiten las piedras sin memoria./ Las hojas empozadas se sueñan en su rama / mientras las aguas callan el curso de las horas // Solo he vivido un día y todo ha sido noche».

A Viviana Avila Alfaro, nacida en 1987, la encuentro en la Revista Buenos Aires Poetry. Profesora de Lengua y Comunicación en Valparaíso, encuentro sus poemarios “La mató por amor” (2017, editorial La Calabaza del Diablo) y «Nosotras las otras» (misma editorial, año 2019).

Un poema suyo es «País triste» que me gusta mucho por lo vivencial: «Un país triste/ desollado en heridas/ (traquelado/ fragmentado) no deja de soñar pesadillas/ con el mar con la montaña/ aloja tantos muertos/ que cuelgan, penden de un hilo/ no caben en la fosa común/ tendidos los cuerpos con perros de ropa”.

..Más una

Finalmente, presento a la más joven de esta selección, a la guagüita del verso: Cristalina Parra Núñez, quien se autodefine: como «un producto de su herencia”. Y tiene que serlo pues es la nieta y sobrina nieta de dos Parra que dieron mucho de qué hablar en Chile y que nosotros -los peruanos- admiramos: Nicador Parra, el abuelo poeta y libre pensador; y la tía, la artista folklórica Violeta Parra.

A esto se suma que su madre, María José Núñez, es una actriz que tuvo que vérselas negras, pues le tocó desarrollarse en plena dictadura pinochetista. Fue parte de la mítica compañía que dio vida a la obra «La Negra Ester» (cuya autoría es de otro Parra: Roberto, hermano de Violeta y Nicanor).

Cristalina, nacida en la asunción del tercer milenio, en el año 2000, aún no logra descubrirse y quizá ese auto exiliarse de Chile, de estar y no estar en su país, de irse un día por Medio Oriente, después a Estados Unidos y terminar en New York, es una manera de querer descubrirse como mujer, como persona, lejos de las influencias «parristas» como apunta Anna Nador en El Mercurio (de donde extraigo los apuntes para hablar de la poeta).

Y lo dice bien claro y en voz alta: “Se me enredaron las cuerdas vocales/ como las de una Parra creciendo en pinos/ enredaderas floreciendo en marzo/ pero llenas de ratones / moras gordas de marzo/ apuntando hacia la quebrada”.

 

(*) La autora es periodista peruana, de dilatada carrera en la cobertura de temas relacionados con arte, especialmente en el diario El Peruano, la revista Variedades y el sitio web LimaGris. Colabora con Cultura y Tendencias desde Lima, Perú.

 

(***) Imagen principal tomada desde sitio web www.culturacolectiva.com

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