Suicidios y Covid: Una mala noticia que se debe enfrentar

(*) José Manuel Orrego

No hace mucho el suicidio era un tema tabú. Aunque ahora parece estar de moda, antes existía un pacto tácito entre los medios para eludir la cuestión. ¿Cuáles eran los motivos para que redactores y cronistas omitieran esta  información? Razones no faltaban, aunque la principal era el miedo a los imitadores.

Como tantas manifestaciones humanas, las conductas se contagian: pensemos en la risa o la tristeza. Allá por la década de los 70, el sociólogo estadounidense llamado David Phillips estudió cómo aumentaban los actos suicidas cuando los medios publicaban noticias relacionadas con el tema.

Phillips llamó al fenómeno «Efecto Werther», aludiendo al libro «Las desventuras del joven Werther», lacrimógeno best sellers del siglo XVIII escrito por el alemán Johann Wolfgang von Goethe, que hizo sufrir a muchos románticos. Al punto de que más de uno no sólo reaccionó con suspiros tras leerlo, sino que tomó salidas más radicales.

Desde la propuesta de Phillips, entonces, las noticias relacionadas con el suicidio se tratan de forma muy, muy discreta. Sin embargo, es una tendencia que está cambiando.

Los expertos se han dado cuenta de que tratar el suicidio de una forma sensible y controlada no tiene por qué ejercer el «Efecto Werther», al contrario. Visibilizar el problema puede ser el primer paso para comprenderlo y actuar en consecuencia. Por eso el tema se ve más presente en los medios y, en esa línea, me sumo a los que creen necesario estar preparados para lo que -por desgracia- va a llegar.

La historia nos enseña que la humanidad ha salido de todas, aunque con cicatrices. Por cierto, el Covid nos va a marcar para siempre. Algunos sociólogos hablan de la generación “pandemial”, sombrío augurio para los jóvenes de hoy.

¿Qué efectos psicológicos nos dejará esta crisis? Si ya de por sí teníamos una altísima cantidad de casos relacionados con la salud mental (los estudios sobre prevalencia indican que un 20% de la población padecerá -en algún momento de su vida- algún tipo de trastorno psiquiátrico), hay que sumarle las situaciones de estrés, ansiedad, depresión, incertidumbre, desánimo y -en algunos casos- duelo sin superar. Un verdadero semillero de patologías psicológicas que se nos echará encima.

En ese contexto, se debe anotar que en Chile el suicidio muestra altas tasas si se compara con América del Sur. Con un porcentaje de 13,3 muertes por cada 100.000 habitantes (OCDE/2013), se ubica en cuarto lugar detrás de Guyana, Surinam y Uruguay. La cifra -incluso- es más alta que en los países nórdicos, considerados tradicionalmente como mohínos y melancólicos (aunque habrá que revisar esa creencia).

¿Y de cuántos suicidios estaremos hablando para este año 2021? Es imposible saberlo con certeza (no hay precedentes), pero como ahora último nos gusta hilar muy fino, intentaré dar una cifra basada en la evidencia científica. El acontecimiento más afín (sólo desde un punto de vista económico) es la crisis de 2007, aunque creo que todos coincidiremos en que, comparado con la actual pandemia, aquel trance hoy se ve como un juego de niños.

Sin embargo, al poco de quebrar Lehman Brothers algunos expertos advirtieron sobre el incremento de casos de suicidio y poco tiempo después, los presagios se cumplieron.

Pasados los años, proliferaron los estudios académicos sobre aquella crisis. La mayoría resultó sesuda e irrefutable, porque es lo que tienen las ciencias sociales: explican mucho, pero predicen poco. En España se dice “A toro pasado todos somos Manolete”. En Chile podría ser «Todos somos generales después de la batalla».

Si algún lector aburrido quiere consultar alguna publicación, aquí le dejo una muestra: Chan et al. (2013), Reeves et al. (2014), Iglesias-García, C. et al. (2018) o Paraschakis A. et al. (2018).

No obstante, si no quiere perder tiempo le resumo: todas las investigaciones comparten la correlación entre crisis económica, desempleo y mayor número de suicidios. Nada que nos pueda sorprender, pero a veces necesitamos que los expertos nos confirmen lo que la experiencia nos revela como obvio.

De acuerdo a los datos existentes en el sector sanitario, en Chile la tasa de suicidios consumados es de 5 ó 6 personas al día. La lógica nos dice que, dadas las circunstancias, dicha cifra no mejorará. Los estudios aseguran que la crisis económica, que aún no ha llegado a su cénit, incrementará los casos con total seguridad.

No olvide que una cosa es valorar en qué medida las patologías psiquiátricas previas se ven agravadas por esta pesadilla y otra es verse -literalmente- en la calle, situación esta última fácilmente cuantificable a efectos estadísticos.

Se sabe que un aumento del 1% en las tasas de desempleo implica un incremento del 0,80% en el porcentaje de suicidios. Pues bien, si el año pasado el desempleo rondaba el 7% y la previsión del desempleo para este año es del 10,2% la diferencia sería de 4 puntos porcentuales. Luego, el incremento de suicidios será del 3,2%, lo que se traduciría en unos 2.260 suicidios para el 2021.

Es decir, el Covid va a seguir golpeando -incluso- aún después de haberlo superado. Decía el gran filósofo romano Séneca: “Cuando se está en medio de las adversidades, ya es tarde para remediarlas”. Por eso, supongo que todavía podemos hacer algo. Es una mala noticia que se debe enfrentar.

 

(*) José Manuel Orrego es académico español, doctor por la Facultad de Psicología de Oviedo (España). Colabora como columnista en numerosas publicaciones iberoamericanas. Escribe desde Madrid.

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