Revisitando la película francesa «Delicatessen» treinta años después

Todo sucede en una casa de un condominio suburbano en el Chile del presente, en plena catástrofe por la pandemia del Covid-19. En la casa -ubicada en las afueras de Santiago- una pareja se apresta a sentar frente al televisor para ver una película vieja. Tienen algunas cosas para picar. Están más gordos que cuando se conocieron y vaya que cuesta arreglar eso.

Él ya vio “Delicatessen” en 1991, aclamado film de los directores Jean Pierre Jeunet y Marc Caró. Ella no. Él teme decepcionarse. La primera y última vez que vio esta película fue en el cine, hace casi tres décadas, saliendo de una dolorosa-pero-corta relación amorosa, con dos hijos menos, sin hipoteca, sin teletrabajo, sin cuarentena, sin miedo a morir ahogado en la UCI de un hospital.

El escenario de hoy es ciertamente más apocalíptico y oscuro que hace treinta años. Y la pregunta inevitable que ronda por la cabeza de él es… ¿soportó esta película el paso del tiempo?

La respuesta es un rotundo “Sí, con creces”. No sólo mirándola a través de la vista nostálgica de él, sino de la fresca mirada de ella.

En cierto sentido, la historia construida por esa santísima trinidad conformada por los dos directores más Jiles Adrien, no solo es sólida y redonda. A estas alturas parece casi una clarividencia. Es imposible no pensar que el filme es un paralelo –exagerado, por supuesto- entre los departamentos del edificio de las afueras de Paris y cada una de las unidades de un ghetto vertical santiaguino o de las casas del condominio suburbano.

En cada micro-mundo de estas unidades habitacionales se siente la muerte resoplando en la puerta de la casa, con la trágica diferencia de que los atemorizados habitantes del edificio-con-carnicería deben quedarse dentro por miedo al certero machete del carnicero arrendador.

En cambio, el habitante del departamento de 35 m2, del nicho con vista al Mapocho, el ciudadano de a pie, tiene que salir a arriesgar la vida a la cola de la feria, respirando los aerosoles dentro de la micro o en su lugar de trabajo. Pocos pueden rodearse de los sapos y caracoles del teletrabajo, de auto-abastecerse y no tener que arriesgar el cuello.

La película sigue siendo hoy, pasadas tres largas décadas, hermosa e hilarante. Belleza que aflora en esas burbujas que sopla Louison (Dominique Pinon) delante de un niño que fuma. Belleza que flota como música de un chelo acompañado de una alfombra polvorienta y un catre rechinante.

Genialidad que aparece en la tensión romántica de una sencilla escena de té, con Julie (Marie-Laure Dougnac) tratando de agazajar a Louison, mientras Francisco Canaro canta desde la vitrola “Una lágrima tuya” (el francés y el tango combinan tan bien). El condón parchado de Marcel Tapioca (Ticky Holgado). Los infructuosos intentos de morir de Aurore Interligator (Silvie Laguna).

Treinta años después, esta película parece haber sido hecha antes de ayer. Quince premios y 16 nominaciones, además, confirman que estamos frente a una joya tenebrosa y sofisticada del cine. Probablemente, con escenas dignas de cancelación para los sensibles que ven en el arte y el humor una ofensa a todo lo políticamente correcto.

Es una obra que refuerza que el egoísmo es viejo como el hilo negro, pero que muchas veces obedece a la necesidad de supervivencia. Y lo principal: que el amor está ahí para salvarnos a todos, para hacer que la noche dé paso al amanecer.

Treinta años antes

Todo sucede en un pequeño y desarreglado edificio de departamentos en la Francia del futuro, post-catástrofe natural o nuclear (no queda claro). Al edificio -ubicado en las afueras de París- llega un ex-payaso a emplearse como concerje. El dueño del block y de una carnicería que ostenta el nombre de «Delicatessen», lo mira de pies a cabeza. Está muy flaco aún, pero eso se puede arreglar.

«Crónica de una muerte anunciada», todos saben el destino del nuevo concerje. Menos él. Y ante la escasez evidente de carne en Francia, debió -al menos- haberlo previsto, porque ¿qué vende una carnicería si no es este delicioso alimento?…

Con esta base, los directores Jean Pierre Jeunet y Marc Caró ilustran la vida de este basurero humano que es el edificio, en donde todos los arrendataraios están atrapados por el miedo a morir y a convertirse en alimento de sus vecinos, temor justificado y representado en la patética y enorme figura del carnicero-dueño de casa.

Así, la historia va evolucionando hasta convertirse en una negra comedia. Negro por el tipo de humor que maneja, ante el cual ni el más santurrón de los habitantes de Chile podría resistirse. Negra, además, por los aspectos técnicos y escenográficos de la película: una dirección de fotografía obscura y con mucho gran angular, un edificio convertido en una cloaca con ratones que piensan, hablan, sufren. Y -por cierto- que pagan arriendo y la carne como pueden (subráyese «como pueden»).

Al verla, no asombra que «Delicatessen» se haya transformado en fenómeno de culto en Europa y que en Chile haya tenido un éxito importante para ser una película evidentemente no masiva. Es imposible no soltar la risa en más de algún pasaje y es que los directores -con una sofisticación por lo cruel que resulta deliciosa- incorporan de todo en este film. Como algunas escenas sexo-musicales-domésticas que a nadie dejan indiferente.

Por lo demás, el guión -construído por los dos directores, más Jiles Adrien- es bastante sólido, coherente, llevador. De hecho, la película fue premiada con el César -que es el máximo premio cinematográfico francés- en cuatro categorías: Mejor Película, Mejor Montaje, Mejor Escenografía y Mejor Guión.

En el desarrollo de «Delicatessen» todo se empieza a dar. Los desesperados habitantes del block ayudan en la labor de obtener la carne del nuevo concerje. Pero, para acrecentar aún más lo negro del humor en este genial film, finalmente nos encontramos con que el amor siempre triunfa. Eso sí que es cruel…

 

 

**** (actualización octubre 2021) ****

La película puede verse de manera gratuita en este link bajo el contexto decciclo de cine Clap! que lleva adelante el Instituto Francés en Chile y el centro cultural Matucana 100. Las fechas para disfrutar el filme son entre el 08 y 10 de octubre de 2021.

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